La sociedad moderna sufre un ritmo endiablado. El fast food, el correo electrónico, los SMS (ahora el wasap), las it-girls, el twitter, los hedge funds… En la conocida viñeta cómica de Bill Watterson, Calvin le dice a Hobbes “¡La gente es inculta! ¡Todo lo quieren rápido y fácil!” a lo que el tigre responde “El artista siempre sufre” ( Vid. original de la tira en http://www.gocomics.com/calvinandhobbes/1990/12/30 ).
En esta tesitura no es de extrañar que las enfermedades mentales se hayan convertido en la pandemia del siglo XXI. La tuberculosis ha dejado de ser el azote de la salud humana, pero en su lugar se han instalado la depresión y el estrés. Lo más paradójico de estos padecimientos es que la estructura social los aparta del propio sistema. Las prestaciones sociales en psiquiatría son ínfimas en comparación con otros males de la salud. No hay suficientes plazas ni centros dedicados a la sanación mental. Los telediarios hablan de dermatitis atópica y celiacos, pero los manicomios y hospitales psiquiátricos raramente captan la atención del foco público. Los enfermos se convierten en exiliados de una sociedad que no tiene tiempo de parar a comprender.
Ésto ocurre aquí en Madrid, pero también en Oslo, ciudad en la que viven los protagonistas de Elling, la película noruega que Andrés Lima (Animalario) ha adaptado para el teatro con Carmelo Gómez (Elling) y Javier Gutiérrez (Kjell Bjarne). Los dos protagonistas son internos de un manicomio que obtienen un apartamento en el que vivir en régimen abierto a modo de prueba, es decir, hasta que demuestren que pueden cuidar de sí mismos e integrarse en el entorno. Carmelo Gómez es el loco cuerdo, una persona consciente de sus debilidades mentales con pánico a vivir sólo y sin la protección de todo aquéllo que le resulta familiar. Javier Gutiérrez es el loco estructural cuyas disfunciones vienen de fábrica. En el manicomio los dos crean entre sí una fuerte complicidad y un vínculo afectivo que les reporta la “libertad condicional” en un apartamento supervisado por los servicios sociales.
Sobre la adaptación teatral del original cinematográfico de Lima hay que decir que es muy desigual respecto a cada uno de sus elementos. La traducción del guión en texto dramático es especialmente correcta durante la primera hora, pero luego resulta reiterativa, pudiéndose acortar parte de la obra. La historia y los diálogos son buenos pero la impresión es que en ocasiones las escenas se repiten. Con algo de edición la obra seguramente ganaría en solidez y unidad. Respecto a la escenografía, algo ha debido quedar de Urtain en Andrés Lima porque asistimos a un escenario que es un rin en el que Carmelo Gómez y Javier Gutiérrez luchan y pelean. Es ciertamente un espacio que se acomoda bien a la interpretación circular y caótica que ofrecen los actores. Los únicos cambios escénicos que se producen son los de los juegos de luces (estupendos) y los movimientos de muebles como parte de la acción dramática. Respecto a esto último, los recursos para mezclar realidad escénica con el entorno de butacas acaban siendo algo molestos. Cansa ver cómo se comen plátanos, pizzas, se bebe y lanza agua a las primeras butacas, y se merodea cercanamente al público. Un guiño está bien, pero la interrelación constante cansa y ni siquiera parece que obtenga justificación (como sí suele ocurrir en los espectáculos de La Fura dels Baus).
Hasta aquí los peros y las propuestas de solución: acortar la obra y obviar al público de la acción escénica.
Vamos con los aciertos. Fantástica y atrevidísima dirección actoral y actuación. Carmelo Gómez es un gran actor y aquí lucha con su imponente presencia física para interpretar a un ser frágil y tierno. En los momentos de contención y sobriedad es cuando mejor lograr su objetivo. Quizás por ser un personaje también desequilibrado, el personaje de Elling construido por Carmelo Gómez recuerda en gestualidad al de Robert De Niro en la película Despertares. Junto a él, Javier Gutiérrez alcanza lo magistral en su papel de loco de remate. En cada una de sus escenas absorbe la atención del público y aunque su personaje repite numerosos tics, éstos no resultan molestos sino que se comprenden perfectamente dentro de su estado mental. La fuerza que Gutiérrez despliega en escena resulta verdaderamente asombrosa.
La obra ha obtenido el mayor de los éxitos que se puede obtener, que es el del público, y se ve recompensada con la prórroga en cartel hasta abril en el Teatro Galileo de Madrid. Los aplausos al final de la función premian el ejercicio físico y la maestría interpretativa desplegados por el tándem Gómez – Gutiérrez. Sin duda, lo mejor de Elling.
La clá
www.lacla.es
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Elling. Teatro Galileo Madrid.
http://www.ellingteatro.es/
Calvin & Hobbes. Bill Watterson.
http://www.gocomics.com/calvinandhobbes/1990/12/30
Imagen:
Un momento de la representación con Carmelo Gómez , Chema Adeva y Javier Gutiérrez. Fotografía de Valentín Álvarez cortesía de Smedia.