The master and Margarita. Compañía Complicite. Festival de Otoño en Primavera.

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El Festival de Otoño en Primavera es esencialmente un festejo de teatro extranjero en la villa. Lo que costaría un riñón en otra ciudad (Londres, por decir), aquí se disfruta y aplaude a precios económicos y hasta con buenos descuentos si las entradas se compran con antelación. El Festival ha hecho que el público de Madrid se eduque en las tendencias teatrales internacionales y que desarrolle un gusto sibarita. Por los asfaltos de la plaza de Santa Ana, Legazpi y ahora el Canal se han paseado figuras como Peter Brook, Deborah Warner, Sam Mendes o compañías como Cheek by Jowl y Propeler. Como resultado, el aficionado teatral anda ya muy ducho en lo que se cuece por las distintas plazas europeas.

Este año el nuevo aliciente era la compañía británica Complicite. Su carta de presentación es el uso de nuevas tecnologías (algunas prestadas de disciplinas como el videoarte) en sus montajes. La escenografía (en su nueva concepción tecnológica) alcanza un primer plano y en la propuesta de Complicite más que de escenas es preciso hablar de videoescenas. ¿Pero es suficiente la destreza tecnológica para hacer que un espectáculo asombre? Rotundamente: no. ¿Y qué ocurre cuando sacrificamos todos los elementos teatrales por la escenografía digital y los fastos sonoros? Pues que sin muros de carga, el espectáculo acaba en deriva. Éste ha sido el terrible defecto de la pieza The master and Margarita de la compañía teatral Complicite, basada en la novela del autor ruso Mikhail Bulgakov y cuya puesta en escena ha corrido a cargo del cabeza del grupo inglés, Simon McBurney.

Pero lanzada la piedra, mejor es no esconder la mano. La escenografía (en contra del paradigma de Peter Brook) es un elemento valiosísimo en un montaje teatral. Envuelve al espectador, lanza guiños sobre la obra y permite el desarrollo de acciones en espacios múltiples que se muestran como uno sólo al espectador. La revolución tecnológica de finales del XX se incorporó al teatro aportando soluciones escénicas y logrando efectos, en ocasiones, epatantes.

Si los museos decimonónicos importaron las nuevas tecnologías a la experiencia del visitante, con mucha más razón de ser lo hizo el teatro, que es un ente vivísimo que se define por el momento en que se representa. Toda mirada a una obra, por muy clásica que sea, se hace desde el presente. Por tanto, es natural que las artes escénicas hayan mutado y vampirizado las creaciones artísticas de otras disciplinas como el net-art, la arquitectura, el video-arte, etc.. Quienes lo entendieron hasta alcanzar el éxito mundial y el salto al espectáculo en plaza pública (y olímpica) fue la compañía catalana la Fura dels Baus.

La máquina, lo digital, la grabación en directo, el envite al público, se convirtieron en sus señas de identidad y lograron alcanzar grandes logros en los que ni la actuación ni la representación fue sacrificada por la excelencia tecnológica. En 1998, la Fura estrenó Fausto versión 3.0 que comparte con The master and Margarita el mismo mínimo común denominador: diablo, Margarita y tecnología escenográfica. Pero hay un abismo entre las dos representaciones. La de la Fura, además de provocar e integrar las soluciones digitales, es una mirada personalísima al universo de Goethe, mientras que en la propuesta de Complicite, salvo momentos elegidos, gran parte de la representación es una sucesión de BIM-BAM-BUM con video-escenas de fondo. Sólo cuando la calma llegó a las tablas y un estremecedor Paul Rhys entró en escena (diabólica) con Sinéad Matthews, los árboles por fin dejaron ver el bosque y el arte surgió.

La clá

www.lacla.es

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Complicite: http://www.complicite.org/flash/

 

La fura dels baus:

http://www.lafura.com/web/index.html

Imagen de The master and Margarita por cortesía de Complicite y el Festival de Otoño en Primavera. Autor: Robbie Jack.