El Festival de Otoño es una iniciativa de la Comunidad de Madrid que se instauró en la ciudad con los fríos pre-invernales hace ya treinta ediciones. Recientemente se reubicó en primavera para coincidir con las giras internacionales de los grupos teatrales más renombrados. Se rumoreó que los programadores teatrales patrios presionaron a su vez para que los afamados espectáculos internacionales no compitieran con los estrenos de temporada en octubre.
El cambio de época obligó al ingenio de un nuevo nombre. Los organizadores optaron por mantener un guiño a los orígenes y el evento se rebautizó como “Festival de Otoño en Primavera”. Un toque excéntrico pero que ahora, con un nuevo replanteamiento temporal de su programación, ha permitido un título menos radical: “Festival de Otoño a Primavera”. Esta fiesta escénica se alargará a lo largo de tres estaciones: otoño, invierno y primavera, por lo que el nuevo nombre (frente al anterior) tiene un matiz casi descriptivo.
Accediendo a la página web del festival, sus responsables nos explican el por qué de este nuevo calendario:
“El festival ha cambiado su configuración para adaptarse a los nuevos tiempos y acercar a la Comunidad de Madrid lo mejor de la escena nacional e internacional a lo largo de todo el año. Hace tres décadas, el Festival de Otoño nació con la finalidad de ofertar, en un corto periodo, una programación con una serie de espectáculos de vanguardia internacional a los que la región no tenía entonces acceso. Hoy, nuestra región posee una oferta cultural rica, ecléctica y variada, hecho que posibilita que el Festival de Otoño evolucione y cambie su formato, para ampliar la posibilidad de mostrar al público los espectáculos no solo durante un mes, sino a lo largo de toda la temporada, en el momento en el que se producen y siempre que puedan visitar Madrid.”
Habrá quien prefiriese el otoño y a quien le gustase más la primavera, pero esta reinvención tiene grandes méritos.
PRIMERO: el público madrileño continuará disfrutando de grandes compañías y espectáculos europeos e internacionales.
SEGUNDO: no habrá que sacrificar una obra británica por la francesa por coincidir en día.
TERCERO: se evita el empacho teatral.
CUARTO: sabiendo lo que va a ofrecer el festival a lo largo de varios meses, será posible organizar la economía personal para perderse lo menos posible.
Los primeros en escena han sido los suizos Martin Zimmermann y Dimitri de Perrot: músicos, escenógrafos, directores de escena e intérpretes. “Hans Was Heiri” es su último espectáculo y se refiere a una expresión suiza difícil de traducir. Ésta alude al parecido que existe entre las personas a pesar de sus singularidades. Algo así como “la misma diferencia”.
La obra creada por esta pareja suiza es compleja. Ni es teatro, ni circo, ni coreografía, ni baile, ni mímica, ni acrobacias, ni una sesión de DJ, ni canto, ni marionetas… y, sin embargo, es todas estas cosas a la vez. “Para nuestras piezas”, dicen Zimmermann y de Perrot, “empleamos todo aquello que se cruza en nuestro camino, y dejamos que se mezcle a su manera en una picadora de carne”. Y a modo de manifiesto concluyen: “lo llamamos teatro porque no hemos encontrado una palabra mejor. Nos gusta la distorsión y ponerlo todo del revés. Buscamos lo posible en lo imposible.”
Describir el espectáculo es, por tanto, complicado. Se trata de un ejercicio visual caótico y sin trama en el que destaca un enorme elemento escenográfico. Una caja cuadrada con cuatro “compartimentos – habitáculos” que rueda (a ratos) y en la que los intérpretes trapecistas van ejecutando una especie de coreografía no sincronizada en la que destacan el humor y el trampantojo.
Aunque de vez en cuando se entrevea cierta división de escenas, lo cierto es que predomina lo abstracto. Hans was Heiri se parece por momentos a un ejercicio gimnástico en el que el público se deleita simplemente con la plasticidad de las formas visuales.
En el juego continuo con la gravedad y el vacío, y viendo a los personajes caminar sobre paredes, salta a la mente una de las mejores escenas musicales del cine: “Make ´em laugh” de la película Bailando bajo la lluvia. En ella Donald O’Connor baila sobre sillones, pianos, a ras de pared y por tablones. Si hace tiempo que no la ven, acudan en su búsqueda a Youtube.
Más referencias. En esta ocasión suizas y centroeuropeas:
- El espectáculo tiene mucha pieza de madera: mesas a medio construir, maletines que son marcos, personajes hechos de palos y, por supuesto, el gran cubo escénico. Todos estos elementos de madera tienes mucho que ver con la tradición artesana suiza.
- La concepción visual de la escenografía (incluidas formas, maderas, colores, vestuario…) recuerda a la vanguardia centroeuropea y, en particular, a un movimiento nacido en Zurich: el dadaísmo.
- En cuanto a la locura que apodera a los intérpretes en sus movimientos y acciones, otro recuerdo a Suiza: sus sanatorios mentales y el “Arte Bruto” (esa colección de arte realizado por enfermos mentales y que se alberga en Lausana).
Lo excitante de la propuesta de Zimmermann y de Perrot es la utilización de elementos de distintas disciplinas que, combinados, logran despertar en el espectador múltiples sentidos, entre ellos, atracción, sorpresa, risas o deleite visual.
En su última representación en Madrid, los suizos encandilaron al público que ovacionó el espectáculo a su finalización.
El Festival de Otoño a Primavera continuará estos meses próximos. Ya hay anunciadas grandes compañías teatrales y otras se irán confirmando en la web del festival. Estén pendientes.
La clá
* Referencias:
Zimmermann y de Perrot:
http://www.zimmermanndeperrot.com/
Festival de Otoño a Primavera:
http://www.madrid.org/fo/2013/es/index.html
Imagen:
Fotografía de Mario del Curto por cortesía del Festival.