Max Black. Festival de Otoño en Primavera, 2013. Madrid.

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Nueva entrega del Festival de Otoño en Primavera (FOP) que esta edición viene en formato píldoras desperdigadas a lo largo del año. Algo fantástico para quien quiera hacer economías de ahorro y permitirse con ello una escapada teatral por estación.

El segundo fin de semana de marzo ha acogido el reestreno de la producción suiza del Théâtre VidyLausanne, “Max Black”, dirigida por el dramaturgo, compositor y director de escena Heiner Goebbels. La obra fue puesta en escena por primera vez en 1998 y traída a Madrid en la edición del año 2002 del Festival de Otoño. Esta pieza de algo más de una hora de duración tiene una estructura casi de trabajo experimental o de pieza de laboratorio. La escenografía y los textos contribuyen a este efecto.

Sobre escena un carismático profesor o alquimista que recita versos del poeta Paul Valéry, postulados del científico Lichtenberg, teoremas del matemático Max Black o reflexiones de Wittgenstein. Mientras discursea, el protagonista único de la función manipula extraños elementos de su laboratorio, produciendo con ello luces, chispazos, sonidos y asonancias. ¿Qué hace este genio enfrascado en su discurso analítico? ¿para qué sirven todos esos mecanismos que va articulando? ¿existe algún tipo de propósito en los trabajos que va realizando?… La respuesta, posiblemente metafísica, es que nada de lo que hace tiene sentido y, sin embargo, parece tener un orden o estructura, o al menos un hilo conductor a través del cual “A” le lleva a hacer “B”.

Tres son los ingredientes de esta extraña, desconcertante y (a ratos) difícil pieza. Por un lado, una escenografía desnuda en la que se ven las tripas del escenario teatral con una mesa laboratorio situada en el centro de la caja escénica. Flotando cuelga una hilera de urnas de cristal (muy a lo Damien Hirst). A los lados, receptáculos, mesas y aparatos que producen destellos.

La música preside la obra y es probablemente lo que la caracteriza. La experiencia que proporciona “Max Black” es, sobre todo, auditiva. Resuenan en el oído estridencias, sonidos de cuerdas desafinadas, golpes, chisporroteos, fogonazos y la voz del narrador conductor. Es, en muchos sentidos, una composición musical heredera de la música concreta, de las indagaciones del movimiento artístico Fluxus y de la tendencia de incorporar objetos cotidianos a la ejecución musical. A partir de los setenta, estos nuevos instrumentos musicales se sumaron a la creación artística. Hoy día, esta tendencia continua, con grupos de música pop que, como Coco Rosie, componen con instrumentos musicales infantiles.

El tercer gran elemento de “Max Black” es el actor André Wilms que despliega, con su poderosa voz y enorme capacidad interpretativa, una carismática y absorbente interpretación. Wilms se convierte en doctor al que el enfermo no comprende pero frente al que claudica. Sin duda, debe saber lo que se hace. Su voz recitando extraños poemas y teoremas mientras deambula ensimismado en la ejecución de sonidos, es hechizante. Wilms hace un doble ejercicio como artista. Por un lado, es actor-intérprete y por otro es músico-ejecutante. Sin duda, su poder de atracción es lo que en  momentos de desconcierto, mantiene al espectador sentado a la butaca.

En conjunto, “Max Black” es una interesante y extraña obra, híbrido entre concierto y experimento teatral. Es, además, un ejemplo de lo que el espectador espera del Festival de Otoño en Primavera: teatro europeo de vanguardia.

La clá

www.lacla.es

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Festival de Otoño en Primavera 2013

http://www.madrid.org/fo/2013/es/index.html

Imagen:

André Wilms en un momento de la representación. Imagen de Mario del Curto. Cortesía del FOP.