La Fundación SGAE organiza la ya decimoctava edición del ciclo de Lecturas Dramatizadas. Este año hay novedades. La muestra de dramaturgia se ha montado en distintas ciudades, no sólo en Madrid. El principal objetivo es atraer a nuevo público y, principalmente, a distribuidores y productores interesados en montajes de creación actual. Para ello se idearon originariamente estas lecturas que, a modo de ensayo, declaman un pequeño elenco de intérpretes.
El pasado martes 10 de diciembre se leyó en la Sala Berlanga (www.salaberlanga.com) “Trío” del valenciano Rodolf Sirera. La obra está dedicada a la profesión actoral, a las relaciones personales que se establecen entre actores, y al medio laboral en el que se mueven. Dos son sus protagonistas, interpretados por Julián Ortega y Ricardo Moya. Julián es el actor que ha abandonado los esplendores juveniles y encara el principio de lo que probablemente sea la treintena. Ricardo es el veterano actor, alcoholizado y soltero, que a estas alturas de su vida y de su carrera conoce bien el tipo de trabajos que le permite trabajar. Entre medias, un tercer personaje, el de Rebeca Valls, que hace de elemento catalizador: la mujer que entra en sus vidas para desestabilizarlos pasajeramente.
A Sirera, probablemente sin quererlo, le ha ocurrido como al personaje de la película “Amanece que no es poco” que sin querer al escribir le sale un Faulkner. Pues lo mismo le ha pasado al valenciano con David Mamet. La relación ambigua entre joven y viejo actor, cada uno experimentando las vicisitudes de la difícil profesión de intérprete, es paralela a la que Mamet ideó en “Una vida en el teatro” y que el emocionante actor Saturnino García ha interpretado en varias ocasiones. La última, para quien lo recuerde, fue en el año 2008 en el Teatro Arenal de Madrid. Para ser justos con el texto de Sirera, hay que reconocer que su historia viaja más en el tiempo y que la acción tiene mayor desarrollo, si bien el núcleo es el mismo: el amor por el teatro y las dificultades que plantea un oficio que se caracteriza por la discontinuidad y por constantes subidas y bajadas.
“Trío” sufre los manierismos de su autor, más dedicado en los últimos tiempos a la escritura de guiones televisivos que a la dramaturgia. Los diálogos son fluidos y bien construidos, pero el desarrollo de los acontecimientos no tiene esa continuidad que el teatro exige y que no se solventa con repetidos fundidos en negro. Los protagonistas masculinos son correctos, aunque hacia el final de la obra no queda bien hilvanada la ambigüedad sexual del viejo actor. El mayor defecto de “Trío”, y el que creo necesita una urgente re-escritura, es el del personaje femenino. Promiscua y malvada, la joven aspirante a actriz y eterna ayudante de producción, es un compendio de estereotipos que rozan la misoginia y que, de puro excesivos, convierten a la mujer, más que en un personaje de la trama, en un arquetipo ridículo. Es absolutamente posible dibujar un personaje femenino de carácter pérfido sin caer en estos defectos. Ahí están las protagonistas del drama isabelino de época o la “Eva al desnudo” de Anne Baxter.
Juega Sirera también con referencias a su producción. Los protagonistas quieren redimirse montando “El veneno del teatro”, la pieza más reconocida del dramaturgo valenciano. Conocemos (precisamente a través de las conversaciones de “Trío”) que su autor no concede libremente la autorización para su montaje. Excepción que ha realizado a favor de Mario Gas y del montaje actualmente en gira con Miguel Ángel Solá y Daniel Freire. El guiño a una obra dentro de una obra de un mismo autor sería simpático, pero al convertirse en elemento más o menos central de la trama provoca un cierto sonrojo.
En cuanto a la ejecución leída de la obra, el montaje estuvo a cargo de Mario Gas, quien ha sabido sacarle el máximo partido al texto. A diferencia de otras lecturas dramatizadas vistas en sucesivas ediciones del ciclo de la SGAE, en este caso el director de escena cumplía un papel central. Gas, sentado junto a los tres actores frente a sus respectivos atriles, leyó las anotaciones del autor (a modo de narrador), interpretó los personajes no principales, hizo de regidor con las luces y, lo más interesante, dirigió toda la lectura. Como un auténtico director de orquesta, Mario Gas disfrutó dando entradas con toques de la mano y marcó los tiempos y las entonaciones con movimientos de los brazos. Un auténtico lujo contemplar algunos gestos de dirección de uno de los creadores más importantes de la escena nacional.
Respecto a los actores, Julián Ortega y Rebeca Valls estuvieron afinados con sus respectivos personajes. Curiosamente las lecturas dramatizadas permiten constatar la dificultad de interpretar sentado en una silla sin más recurso que la voz. Probablemente Julián y Rebeca sufrieron algo la imposibilidad de actuar con todo el cuerpo. Ricardo Moya no notó esta dificultad. Su caracterización del viejo actor fue excepcional y su uso de la voz (elemento principal de estas lecturas) modélico. Quizás ni Mario Gas ni Ricardo Moya se percatasen, pero los momentos de mayor concentración de ambos fueron los pasajes dramáticos de Moya.
Al finalizar la lectura se abrió un turno de preguntas durante el cual Mario Gas mostró su beligerancia frente a los ataques sufridos por el mundo de la escena a raíz de las políticas de recortes. Preguntado por la salud de la escena madrileña, en la que abundan obras comerciales de cuestionada calidad, Mario Gas defendió toda una serie de propuestas interesantes que se están realizando, así como el talento emergente que existe. Apuntó que está por ver si esta crisis cultural tendrá como efecto rebote la proliferación de un teatro reivindicativo. En todo caso, añadió, corresponde tanto al sector profesional (al que peyorativamente se denomina “los teatreros”) como al sector civil reclamar opciones teatrales donde poder escoger.
En este sentido, es mi opinión personal que una escena saludable no es aquélla en la que el teatro comercial es arrinconado por espectáculos de mayor altura artística. Es precisamente la diversidad la que contribuye a revitalizar la escena. Debe haber opciones para todos los gustos, y es absolutamente legítimo que parte de la cartelera la ocupen caras más mediáticas. Lo que viene ocurriendo es que algunas de las buenas obras de teatro se están reduciendo a espectáculos de dos o tres actores sin apenas escenografía. Y, sobre todo, se echa en falta (y muchísimo) el papel central que ocupaba el Teatro Español. Su programación había rayado la excelencia con montajes emocionantes que se sucedían de manera constante. En estos últimos dos años, la nota predominante viene siendo la irregularidad, con incluso alguna producción vergonzante e impropia para la Sala Principal.
Retomando el discurso de Gas, éste mostró su preocupación hacia los efectos opiáceos de la actual política cultural. Entre la cultura de lo conocido y de lo mediático y la cultura de lo que no es profesional, dijo, se pretende ocultar lo que está ocurriendo. Y en este punto hizo referencia a un pasaje a la obra “Chips with everything” de Arnold Wesker, como paralelismo a la situación actual. Esta obra fue precisamente uno de sus montajes insignia a finales de los 60 a través del Grup de Teatre Independent.
Mario Gas citó otro pasaje de la obra para ilustrar su argumento, pero he encontrado éste en la que parece ser una página web de autoridad sobre Arnold Wesker (http://www.arnoldwesker.com/):
“It goes right through us, Thompson. Nothing you can do will change that. We listen but we do not hear, we befriend but do not touch you, we applaud but do not act – to tolerate is to ignore. What did you expect, praise from the boys? Devotion from your mates? Your mates are morons, Thompson, morons. At the slightest hint from us they will disown you. Or perhaps you wanted a court martial? Too expensive, boy. Jankers? That’s for the yobs. You, we shall make an officer, as we promised. … You can’t fight us from the outside. Relent, boy, at least we understand long sentences.”
La semana que viene hay todavía un par de citas pendientes con el Ciclo de Lecturas Dramatizadas de la Fundación SGAE en Madrid. La entrada es gratuita y es una oportunidad maravillosa para disfrutar de textos actuales, conocer a sus autores y asombrarse con el trabajo desnudo de los intérpretes. Cada sesión finaliza con un toque de distinción: una copa de cava con la que brindar por la dramaturgia actual.
La clá
*
Fundación SGAE – Ciclo Lecturas Dramatizadas 2013: