En el último día de su montaje madrileño, acudo a ver “Sé de un lugar”, la aclamada obra de Iván Morales y de la compañía Prisamata. Se despiden de la ciudad acompañados de amigos y compañeros, entre ellos Irene Escolar. El paso por La Cuarta Pared les ha traído repercusión en prensa nacional y probablemente un estiramiento de la gira que ha pasado ya, entre otros sitios, por la sala Timbre 4 de Buenos Aires.
La vocación de esta pieza teatral está muy ligada con el espacio en que se representa. Su entorno natural es La Caldera de Barcelona (donde se estrenó) y espacios “off”.
Para La CuartaPared han tratado de emular ese entorno pequeño, integrando al público en el escenario mediante sillas y mesas. También envolviendo a los aposentados en las butacas mediante movimientos circulares de los actores. La intención es que nadie se despiste, que nadie desconecte.
“Sé de un lugar” es una obra nutrida, según afirma su autor, por Eric Rohmer. Quien conozca al director francés, esperará una historia de caracteres, costumbrista, sencilla y sin sobresaltos a la vuelta de la esquina. Algo de eso hay, no lo niego. “Sé de un lugar” tiene, por contraste, mayor agresividad condensada. Sus protagonistas son una ex pareja en la avanzada treintena, con un grado de egoísmo y de neurosis nutrido y alimentado durante años con la libertad que permite no tener hijos a cargo. Simón es director de cine, altanero, bien hablado, ególatra y narcisista. Durante el transcurso de la historia su personaje pasa de una gran fuerza vital auto persuasiva a un estado depresivo que lo acerca a Gregor Samsa. Bérénice es hija de la pequeña burguesía barcelonesa. Educada y crecida con el punk, Jack Kerouac, la cocaína y un deseo de escapismo constante.
La historia se desenvuelve a través de sucesivos encuentros espaciados en el tiempo en el piso de Simón. En ese devenir se produce una transformación en las vidas de cada uno que pretende mostrar la verdadera naturaleza de cada uno de los caracteres.
Simón comienza con una actitud predicadora y auto afirmativa. La digresión sobre el programa televisivo “Mujeres y hombres y viceversa” es uno de los puntos álgidos de la obra. Quien conozca el programa sabrá que encierra la adicción más peligrosa de la telebasura, aquélla que (para los que nos creemos ajenos a ella) tratamos de disfrazar burdamente mediante fascinación sociológica. En esa atracción desmedida de Simón hacia una emisión televisiva mañanera se puede adivinar el inicio del encierro casero que le llevará al estado depresivo.
Bérénice es el personaje más original y más ligado a esa agresividad subida de tono que aleja a la pieza de su inspirador, Rohmer. Ella huye de sí misma de otra forma. Viajando, drogándose, gorroneando y explorando con parejas de distinto sexo. Este personaje es mucho menos clásico que el de Simón y es, probablemente, el que distinga a esta pieza de otros dramas costumbristas de pareja, colocándolo en el siglo XXI. A Bérénice su autor, Iván Morales, le ha construido un lenguaje malsonante que la actriz Anna Alarcón ha sabido acompañar astutamente de gestos poligoneros y violentos.
Las alabanzas que ha recibido “Sé de un lugar” están muy ligadas a la interpretación de sus dos protagonistas, Xavi Sáez y Anna Alarcón. Acudir a ver la obra sirve para constatar que los dos tienen bien agarrada la medida justa de unos personajes que, a ratos, son excesivos.
Como reflexión final recuerdo algunas de las obras que tratan sobre las dificultades de convivencia en la pareja. Pienso que sería interesante hacer ciclos teatrales temáticos, lo mismo que hacen algunos cineclubs, y colocar obras como “Sé de un lugar” al lado de piezas como “Escenas de un matrimonio” de Ingmar Bergman (montada en 2010 por el TNC y el Teatro Español), o “Maridos y mujeres” de Allen (recientemente en el Teatro La Abadía).
La clá
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Sé de un lugar (en gira)
Sala Cuarta Pared