Los fieles a la causa saben que Madrid en agosto es un paraíso castizo en el que se descubren y redescubren viejos barrios y nuevos planes. Los Rodríguez además nos caracterizamos por sociabilizar a destiempo. Es decir, por querer formar parte de la masa cuando la masa se ha ido. Por este motivo, es fácil que frente a la desértica Castellana, los habitantes que pululamos por la ciudad estemos en manada en distintos epicentros de la urbe. Principalmente por aquéllos que el tráfico y el frío convierten casi en prohibitivos a lo largo del invierno.
Las calles de Lavapiés son en agosto una cita obligada. Por ellas se celebran las fiestas veraniegas, y en ellas se instalan las más divertidas terrazas de la ciudad. Los bares están animados, algunos llenos, pero no es imposible encontrar un rincón. Esa energía de calle y de niños jugando ya entrada la noche, es la misma de la que se nutre el espacio auto gestionado que se llama Teatro del Barrio. No hace ni un año que la sala Triángulo en la calle Zurita fue refundada y este pequeño teatro se ha hecho ya su hueco. En las paredes de su antesala (el bar), donde por cierto ofrecen un brebaje mejor que la Coca-Cola, cuelgan los carteles de obras pasadas y futuras. Hay conciertos, espectáculos, obras para niños, recitales… de todo un poco.
Este verano se ha instalado “Tres en coma”, obra del dramaturgo Juan Cavestany y de Canódromo Abandonado, que es un grupo de creadores con un punto cómico, que no sé muy bien a qué se dedican pero que dicen dar vídeos, que no tienen, a gente que no los quiere. De esta peculiar unión entre un escritor y guionista, y unos video artistas con sentido del humor, surge esta obra a tres, o más bien a cuatro, o quizás a cinco. Dos actores, un comatoso, un músico y una pantalla sobre la que se proyectan vídeos que algo recuerdan al Flying Circus de Monty Python.
“Tres en coma” va de una peluquera en prácticas que visita a enfermos hospitalarios en coma para arreglarles el pelo y que conoce, en sus encuentros, a un capellán que realiza las mismas visitas, pero con un propósito redentor y no estético. Los dos coinciden en la habitación de un desconocido en coma, que empezará a comunicarse con ellos a través del monitor al que está enchufado. En vez de lanzarles mensajes de auxilio, el enfermo optará por contar chistes mordaces.
¿En qué género se mueve “Tres en coma”? Pues es difícil de decir. En ocasiones es un drama serio con rasgos éticos y filosóficos. La asociación de cura con médicos parece importada de “El exorcista”, que además de ser una historia de terror, es una crítica severa hacia ciertas prácticas médicas. Por otro lado, tiene tintes de comedia, cercanos al humor negro. Aquí los vídeos proyectados juegan un papel importante y se integran bien en la trama. No es muy habitual ver en producciones recientes elementos audiovisuales y, sin embargo, se puede decir que han tenido un gran valor escenográfico para muchas compañías, como La fura, sin ir muy lejos. El tercer elemento de esta pieza es la música en vivo, que aparece en pasajes escogidos.
De toda esta mezcla sale un cocktail peculiar, al que quizás le sobra algo de intensidad teológica y le falta una vuelta de tuerca más en esa elección por el humor negro.
Para los entusiastas de agosto en Madrid, o para los que quieren empezar a calentar motores en el preludio de la temporada escénica, el Teatro del Barrio es una buena elección de ocio que recomiendo se acompañe con una cena en la terraza de cualquiera de los restaurantes indios que pueblan Lavapiés.
La clá
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Tres en coma. Teatro del Barrio:
Cartel de la obra por cortesía de Canódromo Abandonado.