El que golpea primero, golpea dos veces. Con esta consigna parece haberse reestrenado Feelgood este mes de agosto. Adelantándose al inicio de temporada, el equipo de esta producción anda montando mucho ruido y llenando en este curso teatral (que todavía ni ha empezado) el bonito Teatro Infanta Isabel.
Feelgood reúne los elementos del teatro comercial que arrasa en todo tipo de ciudades europeas. Actores conocidos, un buen texto mordaz y con enredos y una trama actual con un punto irónico. El montaje que puede verse en Madrid se ha valido de esta poción y el resultado es el que debe ser, una entretenida pieza teatral para disfrutar en una salida social.
La obra trata de la conquista del poder por los gabinetes de comunicación. La gran serie de televisión, “El ala oeste de la Casa Blanca”, ya nos había informado de este fenómeno. La relación entre política y comunicación es un tema profundo, con muchas ramificaciones. Muchos de los grandes líderes políticos de los últimos dos siglos alcanzaron o afianzaron su poder gracias a su dimensión pública y, en especial, a sus discursos. Parece natural que si la imagen condiciona los votos y el status, aquéllos que velan por que los dirigentes estén donde estén, se hayan convertido en un poder en la sombra.
Feelgood es una ficción política en la que el jefe de gabinete o de comunicación muestra ser un personaje más poderoso que cualquier ministro de gobierno. Fran Perea representa muy bien ese papel de juventud, inteligencia, pulcritud y falta de escrúpulos. Impecable con sucesivas camisas blancas, vemos en él a un maquiavélico estratega de la comunicación. La obra tiene otros muchos personajes con parecida moral. Hay un consultor, un guionista, una jefa de prensa, una periodista, un ministro y, claro está, el presidente de gobierno.
El dramaturgo Alistair Beaton disecciona a cada uno de ellos desde la experiencia propia. Beaton es un conocido guionista de televisión, pero en el pasado fue responsable de escribir algunos de los discursos del Primer Ministro Británico, Gordon Brown. Bajo su mirada, todos salen despedazados. La periodista con valores sucumbe a sus propios ideales, mostrando un lado excesivo y alcoholizado. El consultor de vida alternativa dedica su inteligencia y sus capacidades a un trabajo que perpetúa un sistema que le repugna. La jefa de prensa es una cretina que habla en ese horrible spanglish que inunda el mundo laboral. El ministro es un tipo sin talento que se ha acercado a la política por interés propio. El guionista cómico es un simpático ególatra que se deja cegar fácilmente. Y planeando sobre ellos, el presidente de gobierno tiraniza a todos los anteriores.
El reparto de la obra está acertado, consiguiendo buenos momentos disparatados. El más carismático de todos es Fran Perea, que da la imagen de personaje “conseguidor”, un poco parecido al “Lobo” de Pulp Fiction.
Merece la pena comentar, para terminar, que la producción de Feelgood es el resultado de la unión de compañerismo que se generó en el estupendo montaje de Claudio Tolcachir de “Todos eran mis hijos” en el Teatro Español (en aquellos tiempos, ¡ay!, en que lo dirigía Mario Gas). Aquella camaradería es la responsable de este montaje que ha girado con éxito por toda España y que vuelve a Madrid a seguir llenando.
La clá
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Feelgood. Teatro Barquillo, Madrid.
Imagen cortesía del Grupo Smedia.