En el año 1948, Alfred Hitchcock rodó una de sus películas “menores” y que, sin embargo, siempre ha captado la atención de público y estudiosos.
Está, por un lado, la técnica de rodaje. Hitchcock quiso crear el efecto de una toma continua, como una danza entre actores y la cámara, para recrear el efecto teatral. Las bobinas no permitían realizar la osadía de rodar toda la película en una única toma (plano secuencia), así que se el director de cine tuvo que recrear al menos el efecto.
Todavía no habían llegado los experimentos de la Nouvelle Vague ni de Ingmar Bergman (el director sueco tardaría diez años en rodar “Fresas salvajes”), cuando Alfred Hitchcock se adentraba así en una cinematografía más experimental. Los actores daban la espalda a la cámara, y el objetivo captaba un pasillo por el que se aleja la sirvienta. La escena está tan descuadrada que parece una imagen de una cámara de seguridad. Se produce con ello un efecto más realista, más apegado a la acción y, en el fondo, más teatral.
El otro gran tema que le permitía explorar la obra teatral original de Patrick Hamilton es su conocidísimo “teorema de la bomba debajo de la mesa”, y que explica toda la concepción del director británico sobre el suspense. Resumiendo: el público sufre más sabiendo que existe una bomba debajo de la mesa que viéndola explotar súbitamente.
Así lo explicó Hitchcock en varias ocasiones, entre ellas en una entrevista en los años 70 ante el American Film Institute, y que puede verse en Youtube a través de este enlace y que queda aquí extractada:
“Four people are sitting around a table talking about baseball or whatever you like. Five minutes of it. Very dull. Suddenly, a bomb goes off. Blows the people to smithereens. What does the audience have? Ten seconds of shock. Now take the same scene and tell the audience there is a bomb under that table and will go off in five minutes. The whole emotion of the audience is totally different because you’ve given them that information. In five minutes time that bomb will go off. Now the conversation about baseball becomes very vital. Because they’re saying to you, ‘Don’t be ridiculous. Stop talking about baseball. There’s a bomb under there.’ You’ve got the audience working. Now the only difference is – though I’ve been guilty in the picture Sabotage of making this error but I’ve never made it since – the bomb must never go off. Because if you do, you’ve worked that audience into a state, and then they’ll get angry because you haven’t provided them with any relief.»
El drama de “La soga” (pieza teatral escrita en 1929) sigue con exactitud esta concepción del suspense. Desde la primera escena el espectador sabe que dos hombres han asesinado a un tercero al que esconden en un arcón que servirá de velador y mesa improvisada durante una cena un tanto inusual.

The rope (1948), Alfred Hitchcock. En la escena, de izquierda a derecha, Farley Granfer, John Dall y James Stewart.
Hay dos temas adicionales que seguro interesaron a Hitchcock. El peso de la culpa en la ejecución de un crimen (como sentimiento que desencadena en muchas ocasiones su descubrimiento). Y, por otro, el de la violencia humana en una de sus numerosas formas.
Personalmente, hacía años que no veía la película y descubrí dos subtramas que no percibí en su día: el de la relación homosexual y el del fuerte componente sexual que los asesinos tienen por la acción de matar.
La gran fuerza de la película es probablemente el componente que ha seducido al público que estos días de agosto, en pleno desierto teatral, esté llenando el Teatro Fígaro de Madrid. La versión teatral que se ha montado ha sufrido una ligera adaptación que es correcta, aunque se queda corta en algunos aspectos. La sirvienta ya no es una mujer, sino un hombre, lo que sirve para acentuar las relaciones homosexuales de los protagonistas. Se ha actualizado la estética, pero hay pasajes que han quedado apolillados. Por ejemplo, hoy día ya no resulta necesario sobornar a una taquillera para conseguir entradas, y por tanto no es preciso hacer largas colas y asesinar al público que se agolpa en la taquilla. En cuanto a la eliminación de dos personajes, no se percibe en exceso. Aunque opino que el personaje de Kenneth Lawrence (ex novio de la prometida del asesinado) acrecentaba el sentimiento sádico del protagonista.
Quizás lo más chocante de la obra sea la evolución social que ha sufrido. La pieza teatral fue calificada de brutal, sádica y detestable antes de su estreno por los censores británicos de la época, aunque fue finalmente licenciada para su representación. La versión cinematográfica de Hitchcock (muy incisiva, pero a la vez escurridiza, con el tema de la relación homosexual) pasó también de refilón por la censura. Hoy la pieza quizás choque por la asociación entre homosexualidad y violencia, y por la condena moral que se hace de la condición gay de los protagonistas.
El montaje del Teatro Fígaro muestra que la obra sigue siendo una pieza teatral viva, que explora la perversión social a la que lleva la creencia en una superioridad intelectual (la referencia a “Crimen y castigo” de Dostoievski en la trama no es trivial). Creo que falta en la versión teatral del personaje central de Brandon Shaw (interpretado por Kiko Gutiérrez) mayor violencia reprimida, mientras que al profesor y antiguo tutor Rupert Cadell (interpretado por Aníbal Soto) quizás le falte algo de contención en su discurso final. Me gustó, y mucho, un personaje no central de la obra, el de Janet Walker. La actriz Verónica Ronda se nota cómoda en el escenario. Su personaje así debe hacerlo, es una “socialite” inteligente acostumbrada a gustar y a manejar su entorno. Poco a poco, irá perdiendo ese control a medida que intuye algo terrible.
En conjunto, “La soga” es una de las mejores propuestas teatrales que hay este agosto en cartelera. El misterio y el suspense sirven para refrigerar el caluroso verano madrileño. Es, además, una gozada acudir a una sala teatral abarrotada de gente que conoce de sobra el principio y el final de la obra, gracias al peliculón (“menor”) que rodó Hitchcock.
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La Soga. Teatro Fígaro.
Imágenes de la representación por cortesía del Grupo Smedia.