Los tópicos y los lugares comunes abundan en las relaciones matrimoniales. En parte porque el matrimonio es la forma social en que la cultura continental ha construido desde hace siglos la familia, y por tanto determinados comportamientos vienen repitiéndose desde antaño. Existen muchos motivos que construyen la unión matrimonial. A lo largo de la vida las razones iniciales se entrecruzan, mientras surgen otras nuevas (amor, religión, hijos, economía, enfermedad…). Durante esos años las circunstancias de las personas que integran esa unión van transformándose, a veces levemente. El trabajo, las expectativas, los intereses, el entorno de amigos… Y a medida que el tiempo transcurre se va perdiendo paulatinamente la sensación de independencia que la juventud proporciona. Como si fuese una madeja, las personas acaban en parte maniatadas por los compromisos que a su alrededor se han construido.
En 1973, el sueco Ingmar Bergman dirigió la exitosa miniserie “Escenas de Matrimonio”, en la que mostró distintos momentos de la vida en matrimonio y el subsiguiente divorcio de una pareja. El filme inspiró a Woody Allen la escritura y el rodaje de “Maridos y mujeres” (1992), una de sus películas más sinceras.
Qué es lo que sustenta un matrimonio, por qué algunos duran y otros se rompen, cuáles son los motivos que lo vertebran y qué es lo que lleva a su desestructuración. Son muchos los interrogantes que pivotan alrededor del matrimonio.
Todo el material producido por Bergman ha servido también para inspirar una versión en forma de texto teatral que ha sido montada en diversas ocasiones. Recuerdo vivamente el emotivo montaje de Marta Angelat en el Teatro Español en el año 2010. Frances Orella y Mónica López interpretaron aquel matrimonio que, en la cima de su estabilidad, empieza a tambalearse y caer.
Estos días otoñales, una pareja de actores argentinos, Ricardo Darín y Érica Rivas han colgado el cartel de no hay entradas en un montaje dirigido por Norma Aleandro. La pieza y el aclamo de uno de los mejores actores del cine, Ricardo Darín (que ya pisó las tablas madrileñas con “Arte”), hacían presagiar el desfalco en la taquilla.
La obra arranca como un tifón, atrapando inmediatamente al público con esa naturalidad interpretativa que tienen los actores argentinos, sumada al tono ácido y cómico que suelen impregnar a la acción dramática. A medida que transcurre el tiempo, la obra sin embargo no consigue evolucionar hacia la intensidad que el drama de la historia requiere. Quien más resiente esta falta de profundización es el personaje de ella, que queda reducido a una caricatura. La balanza no consigue inclinarse, lo que signfica que él no acaba tornándose en patético ni ella en vencedora tras la debacle personal vivida anteriormente. La producción se queda en una corrección de la que cabría esperar más.
En cuanto a la escenografía, es muy pobre. Se trata de una producción que probablemente viaje a lo largo de distintos escenarios, pero eso no justifica la falta de imaginación puesta en la escasez de elementos. Otra de las decepciones del montaje es el uso de micros. El escenario es posible que no ofrezca la mejor acústica, pero escuchar a los actores con amplificador de sonido es desilusionante.
Pese a todo, la trama sigue siendo de enorme interés, y la presencia de los dos actores logran la satisfacción general del público, que se ve aclamada al final del espectáculo.
La clá
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Escenas de la vida conyugal. Teatros del Canal, Madrid.