Caminando tras la salida del Teatro Español por la calle Príncipe, un recoveco de un local cerrado esconde unos cartones y una maleta abandonada. Son los indicios de que un vagabundo pasa ahí las noches. También son los elementos con los que la compañía La Zaranda, que celebra 40 años activos en escena, ha montado su último espectáculo escénico. La mítica banda teatral ha cambiado el sobrenombre que le acompañaba (Teatro Inestable de Andalucía Baja), por el de Teatro Inestable de Ninguna Parte. Los jerezanos se han hecho universales, o al menos universalmente apátridas.
Conocida es la toma de conciencia de La Zaranda por los olvidados y marginados, y en esta ocasión deciden apostar por usar a tres personajes vagabundos que se conocen en un aeropuerto. Su apariencia les delata entre ellos, pero sobre todo sus ademanes. Uno le pregunta al otro qué es lo que ha hecho que se fijase en él. El que no mirase a ninguna parte, le espeta el otro. Y sigue. Para que no se note que eres un sintecho en el aeropuerto, hay que hacer cómo el que está esperando algo y representar que “uno va a algún láo”. Un hombre importante tiene siempre prisa.
Los diálogos de esta primera parte son cortantes, espetados con un fuerte acento del sur y de forma repetitiva, como un loro o un mantra que resuena una y otra vez de la boca de unos pordioseros. A propósito del ir y del estar, sentencia uno de los apátridas “es grave no saber dónde ir, pero es más grave no tener dónde estar”. Y un par más: “cuando se está tirado todo es malo para siempre”. Y siguiendo ese mismo pre-determinismo, cuenta el otro “de tanto esperar a mañana me quedé sin futuro”.
Mientras trascienden su condición con unas sentencias que bien pueden aplicar a cualquiera, los tres personajes acompañan su discurso con movimientos igualmente rítmicos y repetitivos. Mueven carros, cartones, maletas. Hasta llegar a la escena más delirante del espectáculo, cuando uno de los mendigos enseña el muestrario enredado de corbatas, ninguna que plazca al resto. Muy colorida, demasiado pre-barroca, ideológicamente sin fundamento o demasiado transversal.
A partir de aquí, una ficción da paso a la otra, siguiendo los postulados de Shakespeare y los clásicos, donde el teatro imita al teatro, y los tres vagabundos se convierten en Lear, y mencionan a Segismundo o a Prometeo. Se hace y se habla de ficción dentro de la ficción, y La Zaranda se cita a si misma, como marca escénica. Este último desarrollo, aunque visualmente muy poderoso (los carros de la compra se convierten en improvisados cañones y los harapos en estandartes), no transita bien. El discurso elíptico andaluz, la gracia de los desgraciados encandilaba en un contexto de miseria, con grandes frases épicas, pero el doble bucle hacia la reflexión teatral provoca una abstracción demasiado rebuscada y cae la subyugación inicial del público.
El discurso de La Zaranda sigue siendo válido y revolucionario, aunque en Ahora todo es noche haya quedado deshilvanado al no dejar construida la historia de fondo y entrar, en un giro, hacia discursos más de ontología teatral. Pienso en propuestas como Las Princesas del Pacífico (Estampida Teatro), donde lo grotesco se une al costumbrismo y se eleva para mostrar la condición humana. Esta obra, de clara influencia “zarandiana”, une recursos, imaginario y discurso, algo que en la última La Zarandana queda cojo por momentos.
Quede también dicho que el Teatro Español era una gloria de ver. La Zaranda enseña teatro y es alpiste para la profesión, que llenó el más bonito teatro madrileño. Carmen Machi, Marisa Paredes, Isabel Ordaz, y muchos otros artistas celebraron el último espectáculo de La Zaranda.
La clá
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Texto: Eusebio Calonge. Dirección: Paco de La Zaranda. Intérpretes: Gaspar Campuzano, Enrique Bustos, Francisco Sánchez. Iluminación: Eusebio Calonge. Espacio Escénico: Paco De La Zaranda.
Ahora todo el noche. La Zaranda. Teatro Español.
https://www.teatroespanol.es/programacion/ahora-todo-es-noche