El doblaje español es uno de esos prodigios artísticos que no están lo suficientemente reconocidos. Lo es, no sólo por los increíbles traductores que han conseguido dar un toque español a textos imposibles, sino también gracias a excelentes intérpretes que, desde siempre, han prestado su voz a otros actores, de una forma que ya es imposible disociar la voz de la imagen.
Hay miles de ejemplos, pero uno, muy notorio, es el doblaje de la película de Mel Brooks El jovencito Frankenstein (1974). Pasarán los años, me animaré cada vez más a ver series y películas en versión original, pero me niego a ver esta película en su idioma original. Nadie puede superar “vaya par de aldabas” ni el “nadie me quiere, nadie se preocupa por mí”.
En el año 2007 se estrenó en Broadway (con libreto, música y letras del propio Mel Brooks y de Thomas Meeman) la versión musical de este clásico de la parodia del terror. Ahora se estrena en Madrid por la misma productora, Letsgo, que ahora está girando con el exitazo La familia Addams. La difusión está siendo grandiosa, con cartelería por todo Madrid. Las fotografías son colosales y la caracterización también.
El musical El jovencito Frankenstein promete ser un éxito estas fiestas navideñas (lo merece) y me reafirma en la estupenda salud que disfruta el musical en nuestro país. Hay una arraigadísima escuela en Cataluña, en la que se han educado muchos de los artistas que participan en este género escénico. Esteve Ferrer es uno de esos nombres, Director de Escena de esta producción y también de La familia Addams.
La tradición en una materia trae consigo la calidad, que es la nota predominante de los grandes musicales que hay ahora en cartel en Madrid o Barcelona. Altísima calidad vocal, coreográfica, escénica, interpretativa, escenográfica, etc. En la producción del doctor y su monstruo de la Gran Vía se puede admirar el resultado de todos estos elementos perfectamente orquestados. Empezando por la adaptación de las letras realizada por Silvia Montesinos, en la que la autora ha introducido acertadísimas interjecciones de actualidad local, reforzando el efecto paródico (habría que limar, como sugerencia, algún taco, porque la obra es carne de niños y de público de todas las edades). El diseño de escenografía es de Felype de Lima y es versátil y lustroso. Siendo el Teatro de la Luz Philips Gran Vía el recinto que acoge el estreno de esta producción, la iluminación no puede fallar. Espectacular el diseño de iluminación de Juanjo Llorens, con las torres móviles expidiendo una iluminación cambiante.
La versión musical de esta producción sigue la narración del clásico fílmico, con muchas de sus apoteósicas escenas y frases. Los números musicales se intercalan de forma armoniosa, destacando el número del cerebro (El cerebro es nuestro rey) en una réplica de Universidad alemana de principios del XX, el divertidísimo Sin tocarme de la prometida de Fronkonstin, Errra mi novio, o el simplemente sensacional Vámonos al Ritz (Putting on the Ritz), el clásico de Fred Astaire que ya fue homenajeado por Brooks en la película original. Apoteósico ver cómo al monstruo y al doctor se les va uniendo el resto del elenco hasta formar una gran banda de claqué. Sólo la grandiosidad de este número vale la función entera.
Los intérpretes, como se pueden imaginar por el tono de esta crónica, están acertadísimos. Víctor Ullate encabeza el reparto mostrando ser un virtuoso de la danza, el canto y la interpretación. A ratos la caracterización hace imaginar un maravilloso Charlot al que Ullate también podría dar vida. Cristina Llorente le acompaña con sus aldabas, haciendo de la provinciana Inga. Jordi Vidal es un divertido Igor, personaje que agradecería algo de pausa en las grandes réplicas. El público devoto quiere paladear las míticas frases de la película. Con un poco de tempo estaría logrado. Simplemente hilarante está Marta Ribera en su papel de prometida, introduciendo humor propio y un toque personal y exuberante. Teresa Valligrosa asume de manera estupenda el papel de Frau Blücher, replicando sus tics. Al monstruo lo interpreta Albert Gràcia, demostrando hacia el final que lo suyo no ha sido sólo mímica y baile, sino que también posee una impresionante voz.
El espectáculo, como buen musical, cuenta con orquesta en directo. La pena es que en el Teatro de la Luz Philips Gran Vía el foso se encuentre cubierto. Parte de la gracia del musical es ver a los músicos bajo la escenificación. Es posible que en gira se pueda disfrutar de una banda musical “a la vista”. Sobre todo, por la gracieta final en la que los músicos tararean Ésto es Transilvania mientras el público sale.
Si están pensando en planes para esta Navidad en Madrid, apunten este espectáculo, que tiene las gamberradas de Brooks y una calidad artística digna de Broadway. Y podrán cantar aquello de “Dulce misterio de la vida, por fin te he encontrado”.
La clá
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El jovencito Frankenstein
https://eljovencitofrankenstein.com/
Imágenes cortesía de Letsgo, Smedia y DyPComunicación.
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