Voltaire / Rousseau. La Disputa. Teatro Cofidis Alcázar. Madrid.

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Josep Maria Flotats es un barcelonés nacido en 1939 y crecido en Francia. En su larguísima carrera ha sido actor de la Comédie Française, Director del TNC, productor teatral y actor de un largo repertorio de obras. La primera vez que lo vi, fue en una obra que marcó historia teatral, Arte, de la dramaturga francesa Yasmina Reza. La tríade de Josep Maria Pou, Carlos Hipólito y el propio Flotats arrasó en Madrid. Era el año 1998 y el Teatro Marquina rugió con este éxito. Los años finales de los noventa son de una calidad teatral exuberante, y en mi memoria recuerdo esa forma de actuar de Flotats que siempre he reconocido en posteriores obras.

Flotats lee el texto a una manière rítmica en la que casi se percibe una entonación afrancesada. Es característica su musicalidad, pero también esa cadencia que le hace entonar al revés que los demás. Cuando los otros sueltan las frases bajando el tono, Flotats sube hacia al agudo, provocando un efecto de frase inacabada, de interrogante soltado al espacio. Su arte vocal también le permite usar un timbre melódico y suave, proyectándolo sobre la sala sin desentonaciones, ni gritos, ni subidas de tono.

Desde este primer encuentro con Flotats, he intentado ser fiel a cualquier estreno del director, productor e intérprete. En 2002 protagonizó, junto a la actriz catalana Mercé Pons, París 1940, del dramaturgo Louis Jouvet. Aún conservo de esta obra la imagen de Mercé girándose ante Flotats, y mostrando la estrella de David, pintada en la espalda. El Teatro Bellas Artes rompía en lágrimas al final de este emocionante montaje.

Después llegó un estilo que prácticamente no ha abandonado. En el mismo teatro madrileño, el Bellas Artes, estrenó con Carmelo Gómez la obra La cena, de otro dramaturgo francés, Jean Claude Brisville. La velada transcurre la noche del 7 de julio de 1815. Días antes, la pérdida de Waterloo ha sumergido a Francia en la derrota. Napoleón ha huido abdicando en su hijo y el ejército ruso-prusiano ha invadido París. Tayllerand y Fouché se reúnen en torno a una mesa, como enemigos condenados a entenderse, intercambiando puñales verbales y dardos de inteligencia. La obra fue un éxito.

Siguió otra obra de Brisville, La conversación de M. Descartes con M. Pascal joven, un texto menos conseguido que el anterior del mismo autor. De nuevo, Flotats eligió a un buen partenaire, en esta ocasión al actor Albert Triolla. El montaje rodó en exceso por la vertiente intelectual del texto, pero fue otra vez un éxito.

A principios de este 2018 Flotats estrenó en el Centro Dramático Nacional su más reciente montaje. Repite con un diálogo ficticio de dos genios ilustrados de la Francia prerrevolucionaria. Su compañero de viaje en escena es Pere Ponce, otro de esos intérpretes a los que admiro y trato de seguir cada vez que estrena. Ponce además tiene el don de la naturalidad, atributo que le permite navegar por la cotidianidad de cualquier humor, desde el drama hasta la comedia.

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Tras la gira, recala de nuevo en Madrid este texto de Jean François Prévand (y adaptado por Flotats), que sitúa al francés Voltaire junto al suizo Rousseau, en una velada ficticia en la residencia de Ferney que poseyó el primero. Rousseau llega a la residencia de Voltaire indignado por el libelo difamatorio que ha sido publicado. Sospechando que su autor ha sido el propio Voltaire, comenzará una conversación tramposa, en la que ambos se irán husmeando hasta llegar a la explosión de temperamentos.

El texto, sin ser original en su planteamiento (sólo en esta crónica ya aparecen un par de precedentes), compagina bien el sustrato intelectual con las reflexiones sobre el teatro, el individuo y la política. Existe un justo equilibrio entre el nutriente histórico y la finesse de los diálogos, que se ve rebasado por la interpretación de un Ponce extraordinariamente excesivo, y de un Voltarie suave, escurridizo y sibilino, interpretado doucement por Flotats. Los dos actores han encontrado el punto exacto en el que uno puede dispararse en el balancín, mientras el otro mantiene los pies firmes al otro lado. En ese juego de vaivén, Ponce carga con gran parte del texto, explicando su historia, teorizando sobre el ser humano, y despotricando contra sus congéneres. Presenta a un Rousseau colérico, ególatra y excéntrico. Ponce modula bien los arranques fieros con la comicidad del tipo, haciendo un uso magistral de la voz y de los brazos, colocando cada gesticulación en su justo momento.

Flotats nos ofrece la versión destilada de su arte teatral, lo que podría llamarse el néctar de su finura interpretativa. La componen su voz aparentemente tenue, la musicalidad en alto, los movimientos suaves, o su dicción afrancesada. Con ello logra el efecto más alto que conozco de cinismo teatral. El humor traducido en ironía que introduce con dulzura en el espectador, hasta hacer explotar su carcajada.

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Esta nueva reposición de Voltaire / Rousseau La Disputa puede verse ahora en el Teatro Cofidis Alcázar. No le favorece la hora (las cinco de la tarde es una hora poco teatral en nuestro país), ni el amplio Teatro Cofidis Alcázar. Residiría mejor en un teatro más recogido, pero créanme que son peros menores, porque la interpretación fina y excelsa de Ponce y Flotats supera los inconvenientes del medio.

La clá

http://www.lacla.es

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Voltaire/Rousseau – La Disputa

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