Juan Mayorga está en estado de efervescencia escénica. Estrena y dirige en Madrid varios montajes, mientras que en Barcelona agota entradas la producción de El chico de la última fila a cargo de Andrés Lima en la Sala Beckett. Esta ubicuidad produce cierta ironía tras ver su más reciente obra, El Mago, estrenada en el CDN hace unos meses, y en la que su protagonista se duplicaba (estaba a la vez en un escenario y en casa). No me cabe la menor duda de que sus seres queridos le visualizarán un poco así.
Me permito este adentramiento en la intimidad del creador porque ese es el pequeño y dulce divertimento que nos ha ofrecido el propio dramaturgo en Intensamente azules, pieza teatral editada por la maravillosa editorial La uÑa RoTa. Con esta peculiar obra, la editorial ha inaugurado un nuevo género literario: el teatro gráfico. Ilustrada por Daniel Montero Galán, Intensamente azules es un relato personalísimo, escrito como boutade. La narración parte de una autobiografía deformada por un cristal muy particular, el de unas gafas de natación, graduadas e intensamente azules, que se pone Juan Mayorga para relatar su cotidianidad.
En este alter ego peculiar, Mayorga imagina un reflejo de sí mismo distorsionado por la ironía, y conforma un personaje que habita un mundo cómicamente distópico, un poco a la manera del protagonista de Gurb de Eduardo Mendoza, o el Ignatius Reilly de John Kennedy Toole. El personaje de Intensamente azules, interpretado por César Sarachu, se encuentra un día miope y sin gafas, situación a la que pone remedio colocándose unas gafas graduadas de nadar, de un color intensamente azul, con las que verá su vida cotidiana desde una nueva óptica. Juan Mayorga hace uso de su conocimiento matemático y, una vez más, lo aplica a la escena. A través de esta anamorfosis, el dramaturgo crea una deformación reversible de una imagen (la de su cotidianidad) mediante un procedimiento óptico, en este caso, a partir de las gafas azuladas. Este juego pictórico y matemático se utilizó en la pintura renacentista para mostrar una misma imagen que aparece deforma y confusa, o regular y acabada, según desde donde se mire. Así es el juego que se plantea en Intensamente azules, donde las clases de baloncesto, la filosofía de Schopenhauer, la vida política y las relaciones vecinales cobran un nuevo sentido desde el absurdo, pasando a ser todo regular y acabado, y no confuso, como suele ser el día a día, en general.
El actor César Sarachu levanta esta narración esperpéntica con su habitual toque de humor y sus dotes mímicas. Se sirve de sí mismo y de un escenario casi vacío para contar las peripecias del hombre medio, trastocado por una nueva perspectiva vital. Su genialidad es la que soporta el texto, a ratos denso, a ratos cómico, pero se nota que le falta algo a la propuesta de director y actor. Ese algo es bien un cambio de entorno: un recinto pequeño, una cueva que huela a vino malo, y donde la mímica de Sarachu resuene a sus referencias a grandes mimos franceses y cómicos italianos. O bien, lo más propicio, valerse de la otra parte de la ecuación, la imaginada por Daniel Montero Galán en las maravillosas ilustraciones realizadas para la edición de la obra de La uÑa RoTa. César Sarachu es actor de la compañía británica Complicite, experta en mezclar video e interpretación. Para esta producción imagino un espectáculo como las producciones de otra compañía británica, 1927, en las que el humor, el mimo y las imágenes de estética rusa de vanguardia se entremezclan. Este divertimento de Mayorga y Sarachu se complementaría perfectamente con las ilustraciones animadas de Daniel Montero y un elemento más, también matemático: la música, y como propuesta, la de un acordeón en directo. El resto, como está, divertido y ópticamente deformado.
La clá
*
Intensamente azules. Teatro Abadía.
Intensamente azules. Duración aprox.: 1 hora y 10 minutos.
Pingback: Un paseo por el Salón Internacional del Libro Teatral. | La clá
Pingback: Silencio. Ensayo General. Teatro Español. | La clá