El Sirviente. En Gira.

foto sirviente

Pillé la obra “El Sirviente” en el inicio de temporada en el Teatro Español. Arranque fuerte otoñal con un plantel de actores conocidos: Eusebio Poncela, Pablo Rivero, Sandra Escacena, Lisi Linder y Carles Francino. La producción está ahora en gira por diversos teatros, así que, si pasa por algún teatro cercano, no dejen de comprar entradas. Se trata de una versión muy interesante de la novela de Robin Maugham, mucho más conocida por su adaptación cinematográfica que por su original literario.

El dramaturgo y director Harold Pinter realizó en 1963, The Servant, película protagonizada por un memorable Dirk Borgard, en el papel de mayordomo, y James Fox, en el del aristócrata, que fue galardonada con un sinfín de premios BAFTAs tras su estreno. El papel de Barret es uno de esos regalos interpretativos del magnífico actor Dirk Bogard, que destacó por una carrera artística plagada de valentía profesional. En la década de los sesenta, Bogard interpretó, entre muchos papeles, a un maquinador y perverso mayordomo, a un oficial nazi (Portero de noche) y a un artista amante de jovenzuelos en una ciudad decadente (Muerte en Venecia).

Para quien haya visto la película The Servant, seguro que no ha olvidado el fuerte impacto generado en la tortuosa relación entre criado y amo. No es una película apetecible de ver por la repulsión que produce la degradación de sus protagonistas, y las cuotas de vileza que sus dos personajes principales alcanzan en la intimidad de su hogar.

La producción teatral de El sirviente, con dirección de Mireia Gabilondo y traducción de Álvaro del Amo, afronta un doble reto. El primero es poner en escena un drama complejo, en el que las fuerzas sexuales subyacen en las relaciones de dependencia cruzada que se producen entre los protagonistas. El segundo reto es atreverse con una adaptación icónica, a cargo de uno de los actores más plenos que ha dado el cine, Dirk Bogard.

La forma de salir victorioso de esta cruzada es ofrecer una visión propia, aportando un talento artístico que se pone al servicio de la narración, y sin manierismos importados del original cinematográfico. En esta aventura sale victorioso, sin duda, Eusebio Poncela, un actor con un físico afrancesado que jamás ha podido escapar a esa imagen de perversión y retorcimiento latente. A Poncela siempre se le imagina con alguna maquinación o deseo no consumado en desarrollo. Su habilidad artística consiste en reducir y aquietar esta imagen para no resultar histriónico, y en esta ocasión lo hace con una muy hábil construcción actoral que va de menos a más.

En un escenario (a cargo de Ikerne Giménez), del que se quitarán las sábanas empolvadas que cubren los muebles, tendrá su entrada Eusebio Poncela en un salón en que le aguarda el señor (Pablo Rivero), su pareja (Lisi Linder) y su amigo Richard (Carles Francino). Una entrada que gobernará lo que es la primera parte de la función: sigiloso, siniestro, de puntillas, con una gestualidad totalmente controlada. Habla tan bajo Poncela, que apenas se le oye. Pero es un recurso brutalmente efectivo. Para dejarse capturar por la voz, los espectadores contendrán cualquier mínimo sonido, cayendo en parte de la manipulación que Poncela ejerce, al mismo tiempo, sobre su amo y señor, y sobre el público de la función.

La historia, muy entendible en un contexto británico, es la versión grotesca y casi de Halloween, del mayordomo Jeeves y su señor, Bertie Wooster, a cargo del novelista P.G. Wodehouse. En El sirviente, Barret, un profesional de servicio, generará una dependencia absoluta de su empleador, utilizando para ello las debilidades humanas. Tony, un ser aparentemente débil pero tan mezquino o más que el criado, se dejará pervertir por un entorno cómodo, en el que todo es limpio y fácil, con un vaso de whiskey siempre a mano, y una meretriz con la que saciar los instintos a un lado.

 La joven Sandra Escacena interpreta a la secreta amante de Barret, puesta a disposición del señor de la casa. Con diálogos sutiles y de doble juego, se intuye desde el principio que la nueva empleada doméstica busca, en realidad, ser retribuida por otro tipo de servicios. La trama de la historia escrita por Robin Maugham tiene un punto de retrógrada y clasista, aunque se sigue salvando gracias al papel del amo, al que Pablo Rivero le imprime un buen tempo. Cierto que el señor es pervertido por su mayordomo maquiavélico, pero en su propia naturaleza está esa letanía y ese hedonismo puro que le llevará al alcoholismo. Sandra Escacena atrapa con el papel de la ingenua y seductora doncella. Sobra probablemente el vestuario tan explícito en algunas escenas: ella sola tiene recursos sobrados para mostrar la incitación a la que expone al señor de la casa.

 El montaje, muy sugerente y digno de ver, peca de cierta repetición hacia el final de la obra, con un fácil recortado de algunos pasajes. Tampoco resuena bien el acabado en la traducción de la fórmula entre “usted-tú”, de mejor resolución en el original en inglés. Es más efectista el empleo del “usted”, aunque peque de caer en obviedades tipo “el señorito”. Tendría seguramente más fuerza y subrayaría el contraste en la diferencia social entre los personajes.

 Son detalles menores para una producción notable, en la que Eusebio Poncela gobierna con una construcción oscura, detallista y contenida del mayordomo perverso, y que Pablo Rivera compasa bien con la progresiva degradación de su personaje. Sandra Escacena magnetiza en sus escenas y, en papeles más secundarios, Lisi Linder y Carles Francino interpretan bien a los amigos denostados de esta historia.

 La clá

www.lacla.es

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El sirviente. Fechas de gira.

http://www.comolaseda.com/espectaculos/compra-entradas-el-sirviente/

Duración aproximada: 1 hora y 50 minutos.