Esperando al inicio de la actuación, disfruto viendo al público que abarrota la sala del Teatro Galileo, que hace tan sólo unos días presentó nuevo proyecto que girará en torno al público joven y la narrativa más actual. En esta temporada que se reestrena, autores como José Padilla o Denise Despeyroux presentarán trabajos sobre temas sociales que afectan a los más jóvenes, como la anorexia o el acoso escolar. El Teatro Galileo también será sede colaboradora con el Máster en Creación Teatral de la Universidad Carlos III de Madrid, dirigido por el dramaturgo Juan Mayorga.
Para arranque de esta nueva era escénica, el Teatro Galileo ha elegido la premiadísima Fiesta, Fiesta, Fiesta, con dramaturgia de Lucía Miranda y producción de The Cross Border Project, compañía que surge en Nuevo York en 2010 como un proyecto personal de Lucía Miranda para crear un teatro global y multicultural. Desde 2012 The Cross Border Project se establece en España, contando con un grupo de artistas estable que trabajan en el ámbito del teatro, la educación y la transformación social. El germen de esta iniciativa surgió durante la estancia de Lucía Miranda en Estados Unidos como parte del programa Fulbright que tiene, como el The Cross Border Project, el fin de lograr ese intercambio entre culturas.
La pieza teatral Fiesta, Fiesta, Fiesta es el resultado de varios años de entrevistas con alumnos, personal, profesores y padres de la comunidad de un instituto madrileño de secundaria. La transcripción de esos audios se ha respetado casi en su integridad, usando las grabaciones para construir un texto dramático con un trenzado de testimonios de educadores y alumnos. La técnica es la del Teatro Documento, que ha servido desde el siglo XX para confrontar a la sociedad con unos acontecimientos que se enmarcan en su contexto social o político. Dramaturgos como Bertolt Brecht o Peter Weiss fueron exponentes de este género teatral. En los años noventa el género vivió un resurgimiento en Inglaterra en escenarios como el Tricycle Theatre, usando la técnica del verbatim para subrayar el efecto de crónica de guerra.
En nuestras tablas podemos decir que el auge se está produciendo precisamente en esta entrada en el siglo XXI. En 2014 el Teatro de Barrio montaba, con un enorme Pedro Casablanc, Ruz – Bárcenas, testimonio de los interrogatorios judiciales al antiguo tesorero del Partido Popular, recopilados por Jordi Casanovas. El mismo autor, en colaboración con Miguel del Arco, escribía en 2019 una de las obras que más impacto han generado recientemente, Jauría, que ahora se repone en el Pavón Teatro Kamikaze sobre el juicio de La manada. La escritora María San Miguel, y el Proyecto 43 – 2, se han adentrado en las heridas del terrorismo vasco, en varias piezas dramáticas bajo el título Rescoldos de Paz y Violencia. En abril de 2019, La clá participaba en la organización de una mesa debate, escrita en femenino, en torno al auge del género del Teatro Documento, en la que participaron la dramaturga Itziar Pascual, la abogada Lucía López (asesora jurídica en Jauría, de Miguel del Arco, y Consentimiento, de Magüi Mira) y Alba Muñoz, miembro de Proyecto 43-2.
Lo interesante de muchas de estas propuestas artísticas es que tienen una dimensión supra-teatral. Es el caso, sin duda, de Fiesta, Fiesta, Fiesta de Lucía Miranda y The Cross Border Project. Su acción no se limita a la creación y montaje de una dramaturgia viva, cercana y respetuosa con los testimonios recopilados. Pretende incitar al debate, asomarse al público que acude a ver las representaciones, dando continuidad a la obra con encuentros en directo de la compañía. Las funciones del Teatro Galileo cuentan con la singularidad de este debate post-función.
Fiesta, Fiesta, Fiesta proyecta la realidad de un instituto público de barrio céntrico de ciudad, en el que se juntan alumnos de diversas procedencias. El instituto, dice uno de sus habitantes, podría ser una pequeña ONU. Los personajes muestran la base social de nuestro país, españoles hijos de la migración, que se sienten más de aquí que del país de sus padres. Yo soy español, no marroquí, se escucha decir a uno de los personajes. El retrato que ofrece Fiesta, Fiesta, Fiesta, es el de unos jóvenes que encuentran en su familia sus raíces, pero no necesariamente en sus tradiciones o en la religión de procedencia. Pero esa asimilación entre familia y entorno no es pacífica. Surgen conflictos en las familias, y los educadores afrontan retos inimaginables, más aún en época de recortes.
Pero el instituto también regurgita las incoherencias de la multiculturalidad. Los ecuatorianos se sienten mejores a los mexicanos, los españoles de primera generación a los nacidos fuera, y todos, en general, superiores a los rumanos. Entre ellos surgen las relaciones personales, e imposible que no se pregunten por temas que les afectan. Naira es de origen musulmán, y sería rica si le pagasen por cada vez que le han preguntado por el velo.
La frescura del relato procede de la imaginación con que se entrecruzan las historias. Anahí Beholi, Huichi Chiu, Saturna Barrio, Ángel Perabá y Efraín Rodríguez hacen un trabajo actoral soberbio, con coreografía implacable. Pasan de profesor a alumno, de una nacionalidad a otra, de un personaje al otro en cuestión de un clic, con una naturalidad pasmosa. El relato es duro en algunas de las historias, pero Lucía Miranda ha querido jugar con la vitalidad de sus protagonistas, jóvenes adolescentes, para proyectar una mirada optimista, con guiños de humor. Y se vale también del ritmo para alternar pasajes tristes, como el de la joven Xirou, que debe abandonar la viola para trabajar en el restaurante chino, con otros más esperanzadores, como el de la futura médico Farah.
Trabajo excepcional en el uso de pequeños objetos y vestimentas para transformar súbitamente a cada personaje. Un golpe de pelo, una capucha que sube o que baja, un recogido, sirven para caracterizar, en cuestión de segundos, a cada protagonista.
Fiesta, Fiesta, Fiesta es una pieza alabadísima que fue reconocida como finalista en los Premios Max de teatro. Vuelvo al público de la función de este fin de semana de enero en el Teatro Galileo, y sonrío al ver la variedad de personas, algo que comparte con el Pavón Teatro Kamikaze. Hay veinteañeros, pero también público preadolescente en compañía de sus padres, grupos de amigos de mediana edad, e incluso un invidente acompañado de su perro, que aguantó casi dos horas de función. Y pienso que el mérito de la representación no está sólo en la diversidad social que muestra, sino en la que atrae a sus butacas, y en el esfuerzo de colgar un cartel de “no hay entradas” para un drama actual, cosido con retales de conversaciones, y con una mirada lúcida pero no pesimista.
La clá
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Teatro Galileo. Fiesta, Fiesta, Fiesta.
https://galileoteatro.es/cartelera-adulto/
Duración: 1 hora y 40 minutos aprox.
The Cross Border Project
https://thecrossborderproject.com/
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