Hoy es un día especialmente triste para el teatro, con miles de salas cerradas por la crisis del Covid. En España todos los teatros han sido cerrados, y las pérdidas del sector son escalofriantes. Si algo caracteriza a las gentes del teatro es su pasión por el oficio y su capacidad inconmensurable de trabajo y reinvención. También algo de espíritu alocado, que les lleva a invertir todo lo que tienen (y lo que no) en levantar una función.
El día mundial del teatro conmemora las artes escénicas, y se organiza cada año por el Instituto Internacional del Teatro, invitando a una figura reconocida a que escriba un ensayo. Este año el pakistaní Shahid Nadeem (Sopore, Kashmir 1947) ha sido invitado a reflexionar sobre el papel del teatro. Shahid Nadeem ha sido un disidente pakistaní, conocido por su grupo teatral revolucionario Ajoka. Su teatro, de tintes políticas, ha sido representado en India, Pakistán y traducido al inglés.
El discurso entero puede leerse en este enlace, del que extracto los pasajes más emocionantes:
A veces nos decimos en broma; “Los malos momentos son buenos para el teatro”. No hay escasez de desafíos para ser enfrentados, ni contradicciones a ser expuestas y status quo que subvertir. Mi grupo de teatro Ajoka y yo hemos estado caminando por la cuerda floja por más de 36 años. De hecho, el estar en la cuerda floja, mantener el equilibrio entre entretenimiento y educación, entre investigar y aprender del pasado y prepararse para el futuro, entre la libre expresión creativa y los enfrentamientos aventureros con la autoridad, entre el teatro socialmente crítico y teatro financieramente viable, entre llegar a las masas y estar a la vanguardia: uno puede decir que un creador de teatro tiene que saber conjurar, ser un mago.
(…)
Necesitamos reponer nuestra fuerza espiritual; necesitamos luchar contra la apatía, el letargo, el pesimismo, la avaricia y el desprecio por el mundo en que vivimos, el planeta en el que vivimos. El teatro tiene un papel, un papel noble, el de energizar y movilizar a la humanidad para levantarse de su descenso al abismo. Puede elevar el escenario, el espacio de actuación, en algo sagrado. En el sur de Asia, los artistas tocan con reverencia el piso del escenario antes de pisarlo, una antigua tradición cuando lo espiritual y lo cultural estaban entrelazados. Es hora de recuperar esa relación simbiótica entre el artista y el público, el pasado y el futuro. Hacer teatro puede ser un acto sagrado y los actores pueden convertirse en los avatares de los roles que desempeñan. El teatro eleva el arte de actuar a un más alto plano espiritual. El teatro tiene el potencial de convertirse en un santuario y el santuario en un lugar de actuación.
Celebremos el día del teatro leyendo o viendo contenidos en red, y recordando que cuando podamos volver, debemos hacerlo con aún mayor admiración por el trabajo de nuestros artistas.
La clá