
La locura ha sido siempre un acicate usado por los artistas contra los postulados de la sociedad imperante. En torno a principios de 1500, el pintor flamenco El Bosco pintaba La extracción de la piedra de la locura, pequeña joya que alberga el reabierto Museo del Prado, que representa la superchería de la época. Se pensaba que la locura se albergaba en una piedra en el cerebro que, al ser extraída, eliminaba el mal mental.
La dramaturgia cuenta con grandes clásicos en torno a la locura, empezando por el gran bardo, William Shakespeare, y su King Lear (c. 1605), cuya locura arrastra algo de demencia senil y decrepitud. Molière trató el tema de la locura desde su profundo desprecio hacia la profesión médica que se verá plasmada en El enfermo imaginario (c. 1673). El pintor Antoine Watteau satirizó también en sus pinturas a la profesión médica, como soldados atacantes blandiendo enemas. Francisco de Goya se mofó de los ilustrados coetáneos en sus grabados, confiriéndoles una apariencia de asno. Conocido es su aguafuerte De que mal morirá? (1797-1799), en el que un asno ausculta a un enfermo. Buero Vallejo se imaginó a un Goya aislado socialmente, sordo y mayor en El sueño de la razón (1970), pieza en la que el espectador vive los tormentos alucinatorios y la locura senil del pintor.
Otro de los grandes hitos de la locura dramática es la obra conocida como Marat/Sade (1964), escrita por Peter Weiss y heredera de los postulados de Brecht y Artaud. En el sanatorio mental, los enfermos internados representan una obra de teatro sobre la revolución francesa y el asesinato de Jean – Paul Marat. El director teatro Peter Brook llevó la pieza al cine, con parte del reparto original de su montaje escénico con la Royal Shakespeare Company. Brook dio un par de lecciones magistrales, la primera, mostrando la representación de la locura en escena. Para ello se inspiró en las caras goyescas de las pinturas negras, con enfermos no medicados. La segunda, enseñando algunos recursos expresionistas para lograr que el teatro filmado produjese el nivel de desasosiego requerido en el espectador.
En 1991 el dramaturgo británico Alan Bennett escribió La Locura de Jorge III, recolectando parte de la herencia escénica en torno a la locura. Tomó prestado uno de los primeros episodios de locura del rey Jorge III (c. 1738 – 1820) para mostrar el inicio de la decadencia del Imperio Británico (con la pérdida de las colonias en América) y los claroscuros del siglo de las luces y de la monarquía, como institución. En el epicentro de la obra está el rey, cuya conocida adaptación al cine llevó al actor Nigel Barnard Hawthorne a las puertas de los Óscar®.
En 2008 el teatro Nottingham Playhouse montó de nuevo The madness of George III, en una representación clásica y de época, en la que el juego de luces con claroscuros (imitando candelabros) y la riqueza de los trajes de época hacen pensar en grandes clásicos de cine, entre ellos Barry Lyndon (1975).
En el texto de Bennett se inocula cierto cuestionamiento hacia la monarquía, sin que llegue a un enfrentamiento frontal, optando por un enfoque más bien cínico y elusivo. Debe existir continuidad y consistencia, debemos tratar de ser una familia modelo, intentemos ser “típicos”, dice el monarca. El Príncipe de Gales va más allá en sus ansias de trono, vaticinando que, a partir de ahora, el estilismo (en la monarquía) lo va a ser todo.
En la línea shakespeariana, Alan Bennet muestra la contradicción entre los gobernantes poco capacitados y la corte sumisa, incapaz de contradecir a un monarca que desvaría.

La producción fue un éxito por el enorme trabajo desplegado por uno de los grandes actores de teatro británicos, Mark Gatiss. Con una versatilidad sobrenatural, Gatiss ofrece en esta locura real, a un monarca déspota que gradualmente torna en loco. Pero no en un loco balbuceante, si no en un verdadero demente al que adorna con gestos de cabeza espasmódicos y habla quebradiza. La bravura de Mark Gatiss consiste en que ninguno de estos recursos resulte sobreactuado o superfluo. Su locura es cierta y estremecedora, a la manera expresionista del Marat/Sade de Brook.
La regia locura de Gatiss se ve realzada en sus escenas con la reina, interpretada por Debra Gillet, y el doctor aldeano que le curará (momentáneamente), interpretado por Adrian Scarborough (que participó en la versión filmada de la pieza). Dos acompañantes de lujo en una ejecución escénica brillante.
La versión filmada del montaje en vivo puede verse en abierto hasta el jueves 18 de junio en National Theatre Live, a través del canal de Youtube. Merece la pena disfrutar de la versatilidad de Mark Gatiss, como monarca e individuo luchando por recuperar su cordura.
La clá
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National Theatre Live
http://ntlive.nationaltheatre.org.uk/
Imágenes de Manuel Harlan. Cortesía de National Theatre Live.