
La Compañía Nacional de Tetro Clásico ha estrenado El vergonzoso en palacio (c. 1624) del comediógrafo Tirso de Molina, desplegando un alarde de valentía, juventud, modernidad, diversión, amor, calidad… y no sigo porque todos los calificativos son excelsos. Al frente de este montaje, su directora de escena Natalia Menéndez demuestra por qué es una de las grandes valedoras de los clásicos sobre nuestra escena. El resultado es una versión (recortada) de este clásico del siglo de oro, en la que sus artífices, con Menéndez al frente, demuestran que se puede hacer teatro moderno con un clásico, mantener los trajes de época, y a la vez conectar con vitalidad y jovialidad con un público absolutamente epatado.
El escenario es en sí puro dispendio de creatividad. Sobre las tablas catorce intérpretes en estado de gracia, y una escenografía absoluta creada por Alfonso Barajas. En el centro un árbol macizo que se parte para convertirse en estancia o en jardín, y a los costados espejos gigantes ribeteados con líneas de luminiscencia. Arriesgadísimo, en especial si se trata de combinar reflejos con iluminación (trabajo de otro grande, Juan Gómez – Cornejo), y con video-escena de Álvaro Luna. Créanme que en el conjunto surge la magia visual, mezclándose el verdor de un palacio invernadero con los reflejos de unos espejos equívocos que juegan, como los protagonistas, a parecer lo que no son. También a destacar el rico vestuario diseñado por Almudena Rodríguez con elaboración de sastrería Cornejo.
La obra de Tirso de Molina juega con el habitual enredo de clases y enamoramientos escurridizos, regalando sentencias absolutas sobre el amor, “cuyo provecho es poco, y la pena que da es mucha”. El autor de Don Juan se aleja aquí del mito masculino, y coloca a un par de mujeres de la corte, como protagonistas absolutas, rompiendo con varias convenciones sociales. Ya lo había avanzado William Shakespeare en otra comedia pastoral, As you like it, publicada también en la época. En la obra de Tirso, el vergonzoso se lleva el título, pero es Doña Madalena quien lidera el cortejo.
El montaje del Teatro Comedia se revela, como he avanzado, como un sobresaliente ejemplo de modernidad y respeto a la tradición. Como parte de la modernidad, destacan los bailes que juegan a ser una mezcla de conga con movimientos cortesanos, unos papagayos que rellenan los interludios entre escenas, y un escenario – espejo en el que se proyectan video escenas (sin abusar). De la tradición hay que destacar el apabullante dominio del verso por un elenco que incorpora ya a nuevos valores, algunos curtidos en La Joven. Forman el plantel: Bernabé Fernández, José Luis Alcobendas, Raúl Sanz, César Camino, Nieves Soria, Pablo Béjar, Alejandro Saá, Carlos Lorenzo, Fermí Herrero, María Besant, Javier Carramiñana, Anna Moliner, Lara Grube, Juanma Lara.

Destaco entre los muchos grandes momentos, la escena de una adormilada Doña Madalena (Anna Moliner) declarándose a Mireno (Pablo Béjar). Moliner enamora con unas dotes cómicas sobrenaturales, que hacen que su verso sea jovial, fresco y divertido. Pablo Béjar es un galán absoluto, y tiene en su talento el presagio de a quien le esperan muchos buenos protagonistas sobre escena.
Javier Carramiñana, con un físico quijotesco, está desternillante en su imitación del faso pretendiente portugués. Como lo está otro actor, habitual de nuestras tablas, César Camino, con una voz y una gestualidad asombrosa. Su pelea contra una pieza de su vestimenta, las calzas, es digna de un tratado de comedia. María Besant es Doña Juana, una lianta cortesana, que va tejiendo el enredo. Es el personaje dibujado con trazos más modernos, y su vitalidad logra que funcione. En una escena absoluta, Lara Grube hace de mujer que juega a ser hombre. Y luego está, claro está, el anciano noble, a quien le pilla todo por sorpresa, otro estupendo papel a cargo de José Luis Alcobendas.
Gracias a festivales internacionales y a la iniciativa de algunos teatros, sobre Madrid hemos tenido la enorme suerte de ver las últimas producciones de compañías inglesas o francesas sobre sus clásicos. Hemos admirado y aplaudido una forma moderna de revisitar los clásicos ensalzándolos. En El vergonzoso en palacio, Natalia Menéndez y un equipo enorme de intérpretes y técnicos, montan una de esas obras que merecería girar por Europa para sacar pecho de nuestro Siglo de Oro. Se lo digo, El vergonzoso en palacio está en un nivel de altísima competición.
La clá
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El vergonzoso en palacio. Teatro de la Comedia.
Fotografía de Sergio Parra. Cortesía de la CNTC.
Duración aprox.: 1 hora y 50 minutos.