
Joan Estrader es un creador que en esta reciente etapa escénica viene ofreciendo un teatro semiótico. Un teatro, en el que se produce un desbarajuste entre el significante y el significado de las palabras. Lo traía ya de antes, pero se ha desembarazado de complejos tontos, y se ha dado ya con perdición al género.
El juego consiste en mezclar lo semiótico con lo objetual, y marearlo. Pongamos un ejemplo, Joan Estrader habla de la espera. Y para eso coloca una pera (la fruta) y la señala diciendo de forma grandilocuente: “Es pera”. Así de desafiante…
A Estrader lo imagino en conversaciones metafísicas con el fotógrafo Chema Madoz, que practica un tipo de arte similar. Lo convencional se une a lo imaginario, y al final salen metáforas poéticas.
Poético también se ha puesto Joan Estrader en su última pieza, Meloncolía, que se escribe como lo leen, con “melón” por delante, aunque al corrector de Windows no le guste. En una digresión chorra y profunda sobre este sentimiento, Joan Estrader hace una de sus piezas más serias, aunque no haya descanso de risas entre sus habituales guasas.
El escenario es un bodegón de mesa, sillas y cena cubierto entero por papel marrón. Hay miles de objetos escondidos en bolsas de papel: esas que salen en pelis neoyorquinas con borrachines llevando una botella de alcohol metida en una bolsa. Joan Estrader esconde también alcohol (del bueno, Don Simón) en una de esas bolsas, y alguna sorpresa más. Juega así con la magia del objeto escondido que sale, como el conejo, en el momento adecuado.
Hoy cierra en la Sala Mirador de Madrid. Para que piquen, les voy a seducir con algunas palabras: tintorería, Le Monde, jabón de Marsella, postales, café. Para descubrir por qué todas estas cosas esconden una profunda Meloncolía vayan hoy a la Sala Mirador.
La clá
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Sala Mirador
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