Una noche sin luna. Teatro Español.

No hay peor comienzo para una crítica teatral que un comentario condescendiente, pero admito que es el sentimiento reposado que permanece días después de haber disfrutado de Una noche sin luna en el Teatro Español, interpretada y escrita por Juan Diego Botto, y dirigida por Sergio Peris Mencheta.

Botto es uno de esos actores que forman parte del imaginario colectivo. Para muchos, como yo, es además generacional y hemos recorrido una vida paralela en la que nos hemos cruzado con Kronen, Martín Hache, katarsis y reivindicaciones políticas. Todos sabemos que su casa es además la interpretación y ha crecido sobre las tablas de una corrala con patio en Doctor Fourquet. Conocemos además su salto a Hollywood, y sus éxitos en la televisión por cable.

Pero les confieso, con sonrojo, que hace unos días, al terminar la función del Español, mi primer pensamiento altanero fue “en qué momento Botto se ha convertido en semejante portento escénico”. Porque lo suyo estos días en la Plaza de Santa Ana está siendo épico, con un teatro, el Español, agotando entradas y poniéndose en pie función tras función.

Juega, por supuesto, con la ventaja de llevar a Lorca sobre escena. Lorca es incontestable, política y artísticamente. Escuchar los poemas recitados de Lorca en manos de Irene Escolar, Nacho Sánchez o Will Keen te coloca el estómago en la garganta. Ver a la Espert y a la Sardá entre los muros lacados de la casa de Bernarda es toparse de frente con la crueldad de la sociedad encarnada por justicieras mujeres, y contrapuesta en mujeres en busca de libertad. Ponerse en un diálogo fingido entre el amante, Rapún, y su carcelero del bando nacionalista en la bellísima La piedra oscura, es conmoverse con la historia truncada de dos jóvenes con la ilusión arrancada de cuajo.

Botto, sin embargo, no ha querido recitar a Lorca, ni representar una pieza lorquiana, ni crear un drama imaginario. Su propuesta se plantea como un debate cara a cara con el público, una conferencia dramática de los postulados lorquianos llevada a tiempos actuales. Como autor de la pieza, Juan Diego Botto ha apostado por un punto de partida varado, con el equilibrio inclinado a la izquierda y un discurso político abiertamente posicionado. Desde el punto de vista dramático, el planteamiento resulta previsible, pero hay mucho en la forma de construirlo que hace que la acrobacia, para quienes apreciamos perspectivas más complejas, salga en ejecución perfecta, y sea por tanto tan meritoria.

Pienso en Botto como en un Orson Welles que inicia un relato embaucador, en el que se trenza la narración con trazos de realidad biográfica de Lorca, y otros supuestos o inventados. En los recovecos va construyéndose la opresión sostenida sobre un individuo que fue ejecutado por ser homosexual y artista, y por querer una España que extendiera la educación y la cultura a la población más desfavorecida. La Barraca, el grupo teatral itinerante del que Lorca fue impulsor, tiene en la pieza un valor destacado.

Ahora bien, la emoción absoluta que genera Una noche sin luna no crece en el texto, sino en algo más poderoso, en el perfecto ritmo y compás que Peris Mencheta y Botto han sabido imprimir a las argucias del relato. Hay una armonía perfectamente conseguida, diría que incluso una abducción en la forma en que se nos presentan los diversos personajes vivificados por el intérprete. En el centro un Lorca insólito, quizás ni siquiera parecido a quien debió ser, pero perfectamente absorbido por un público enamorado. Lorca es, en Botto, un artista comprometido de ademanes suavemente amanerados, con toques de siglo XXI, pero con una belleza de gestos y postulados que lo convierten en fragilidad y energía absoluta, como su poesía.

Juan Diego Botto se vuelca en un personaje al que regala gestualidad, entonación y esos enormes ojos picassianos, capaces de mostrar infinitas emociones y sufrimientos. Al juego de armonía perfectamente orquestada por Peris Mencheta, y en el que los instrumentos vocales de Botto no hacen sino crecerse, hay que sumar la sutileza de la escenografía de uno de los grandes, Curt Allen Wilmer y Estudiodedos. Para este tabláo, Wilmer ha imaginado un suelo escénico que es la tierra, o España, hecho a base de tablones que Botto va levantando para construir barcas, auditorios, arados y fosas. En la sencillez del planteamiento y en su fuerza escénica, Wilmer aporta una muleta dramática que consigue que Botto coloque al graderío en un estado de emoción incontenible y sostenido.

El final, a estas alturas, lo conocerán. Juan Diego Botto está levantando al público completo representación tras representación en los días en que la función se viene celebrando en el Teatro Español. Ha agotado localidades y el éxito es tal que confío en que la agenda permita que en la próxima temporada tengamos al menos otro bis en la cartelera madrileña. Encomendémonos a la luna y soñemos con que ocurra, y si sucediese, no se demoren en conseguir entradas. Entretanto, sigamos la sugerencia de Botto, y leamos mucho a Lorca.

La clá

www.lacla.es

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Una noche sin luna. Teatro Español.

www.teatroespanol.es

Duración aproximada: 1 hora y 40 minutos.

Imágenes de Marcosgpunto, cortesía del equipo de Prensa.