
Manuel García (1775 – 1832) fue un intérprete y compositor musical nacido en Sevilla, y fallecido en París. Fue un verdadero cosmopolita que vivió en Italia, México y Francia, y que pisó varios escenarios internacionales. Su carrera fue igual de rica. Se inició como tenor, llegando a interpretar éxitos como El barbero de Sevilla (1816), para el que Rossini compuso el papel de Almaviva. Su evolución natural fue la de ir abandonando su trayectoria de tenor reconocido, orientando su musicalidad hacia la composición y la formación musical.
Un avvertimento ai gelosi (Una advertencia a los celosos) es una ópera de cámara que pertenece a un conjunto de óperas de pequeño formato que Manuel García compuso en sus últimos años. Este género se hizo especialmente popular en el París decimonónico, con los salones urbanos como centro neurálgico de las artes. Las operetas compuestas por García destacan por su corta duración y por ser obras concebidas para pocas voces y piano. Contienen arias y florituras destinadas a captar el asombro del público, y acompañan bien la comicidad del argumento.
La Fundación Juan March ha rescatado estas pequeñas joyas escénicas, y las ha dotado de tremenda riqueza escénica. En esta última temporada pudimos ver I tre gobbi (Los tres jorobados), y ahora en diciembre ha caído este regalo prenavideño, coproducido con el Palau de les Arts Reina Sofía y el Festival de Ópera de Oviedo.
Bárbara Lluch es responsable de la dirección escénica y Rubén Fernández Aguirre lo es de la dirección musical y de piano. El montaje juega a función dentro de función, representando un ensayo pre general sin público. Varios extras que hacen de regidores, tramoyistas o incluso de director de escena se entrelazan con el libreto escrito por Giuseppe Maria Foppa en 1804, que Manuel García usó para su composición musical. El texto original es una historia de enredos con inspiración de la comedia dell´arte.
En este montaje la gracia consiste en crear un enredo sobre el propio enredo amoroso, consiguiendo que la doble capa de artificio vaya cogiendo volumen. En la trama principal Sandrina decide dar a su marido celoso ración doble de celos con el nuevo señor llegado al campo. Hay criados y otra campesina enamoradiza. El enredo es el habitual, y empieza con un predicamento encantadoramente desfasado: “es cosa de tontos tener tratos con mujeres” canta Berto, el marido celoso.
Los seis intérpretes son Rosa María Dávila (soprano, Sandrina), Marcelo Solís (barítono, Berto), Jorge Franco (tenor, Il Conte di Ripaverde), Carlos Fernández Reynoso (barítono, Don Fabio), Laura Orueta (mezzosoprano, Ernesta) y Xavier Hertherington (tenor, Menica). Al piano, el director musical, Fernández Aguirre. Los intérpretes están divertidos, emocionando en la marca de la casa de Manuel García: sus arias a dos, tres, cuatro y hasta seis voces, con florituras vocales.
Marcelo Solís entra fuerte con el predicamento inicial, y dando unas zancadas exageradas, caricatura de un hombre basto. Rosa María Dávila destaca en las arias, y tiene también pose propia, con brazos en forma de aspa, en plan cursilona. Jorge Franco, con su dulce voz, y sus pomposos gestos, realza la pose del Conde. Domina bien la técnica de casi hablado y cante que usa Manuel García en sus piezas. Fernández Reynoso hace de buen criado, con una voz con presencia. Laura Orueta tiene una de las escenas más divertidas, que simplemente borda. El enredo italiano y el desastroso ensayo están en su apogeo y la intérprete le saca todo el jugo. Xavier Hertherington se va entrelazando en la acción, marcando el enredo.
Los elementos técnicos son otro regalo, de enorme riqueza es el vestuario de Clara Peluffo. El escenógrafo Daniel Bianco juega con la doble capa en forma de dos telones que pasan de un colorido rojo, a un más campesino ocre, quedando la gama cromática parecida a un cuadro de Watteau, con paisaje y pomposos personajes.
El trabajo de la directora, Bárbara Lluch, queda inteligentemente resuelto, con un punto de osadía muy alabable. La historia, aunque cómica, tiene el peligro en caer demasiado en el cliché de la farsa. Lluch le mete movimientos caricaturescos, una camiseta del Valencia Club de Fútbol e incluso se atreve a permitir que el impostado director abra una bolsa de patatas.
El resultado es otra originalísima producción de la Fundación March, Palau de les Arts Reina Sofía y Festival de Ópera de Oviedo que es una bombonera musical y artística, alabable por los cuatro costados. Supone el rescate de piezas musicales de compositores españoles y la revitalización de un género, la ópera de cámara. El dispendio escénico es absoluto, con tal riqueza de producción que es imposible no caer rendido. Y, a nivel musical, es una delicia conocer el talento de cantantes que son, además, maravillosos intérpretes actorales. ¡Ah!, y editan un fastuoso programa de mano.
La clá
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Fundación Juan March.
Duración aproximada: 80 minutos.
Imagen cortesía del equipo de prensa.