Las Criadas. Teatro Bellas Artes.

(c) Jesús Ugalde

El terror no es otra cosa que una técnica narrativa que deforma la realidad para mostrar sus obscenidades. En 1947 Jean Genet estrenaba Las Criadas, texto clave en la dramaturgia del siglo XX que fue recibido con polémica. Desde entonces, sin embargo, el texto ha tenido una vida teatral prolífica, montándose en escenarios de todo el mundo. Genet (1910 – 1986) es el paradigma de escritor francés, cuya vida supera cualquier ficción inventada.

En la temporada pasada el dramaturgo Paco Bezerra y el director de escena Luis Luque presentaron una versión de este cuento de terror que sigue manteniendo el frescor de los clásicos modernos (de aquéllos que han hecho diana sobre algún aspecto de la condición humana). El texto de Genet es abiertamente oblicuo, y no se limita a criticar las relaciones de subordinación. Así lo han querido enfatizar Bezerra y Luque que arrancan el montaje con el testimonio del autor en una entrevista de 1985 a la BBC. En la grabación, un Genet indomable explica que su concepción del teatro coincide con su visión diagonal sobre la sociedad. Su visión respecto a los dos es oblicua y atravesada.

Trasladado a los personajes de Las criadas, este predicamento se traduce en la concepción compleja de sus personajes, de ahí que se acerquen a siniestros personajes de terror con deformidades de carácter. La mirada estética hacia la adaptación del montaje que ahora se puede disfrutar en el Teatro Bellas Artes es concienzudamente terrorífica. Mónica Boromello, diseñadora del espacio escénico, ha concebido un espacio blanco nuclear que se acompaña de la creación video-escénica en grises de Bruno Praena y la iluminación brillante a cargo de Felipe Ramos. El vestuario de Almudena Rodríguez – Huertas es también blanco quirúrgico, y tiene una función ecualizadora. La luminiscencia del blanco convierte el relato en más irreal y a la vez más neutro.

El imaginario del montaje original y de sucesivas adaptaciones se desarrolla en una estancia burguesa, bien cargada de muebles y de papel de pared floreado, con las protagonistas vestidas de uniforme y la dueña de la casa con atuendos de una señora de sociedad. Suprimidos los decorados de las versiones más clásicas, quedan en escena sobre este montaje los tres actores, Ana Torrent (Claude), Alicia Borrachero (Solange) y Jorge Calvo (la señora), como diana absoluta de la visión del espectador. A ellos corresponde hacer imaginar la suntuosa estancia y la condición social de cada personaje. Y vaya si lo consiguen.

La versión de Paco Bezerra parte de un juego de espejos, en el que cada personaje se retuerce hasta mostrar su fealdad. Hay un interés buscado en encontrar la maldad de los personajes de las dos criadas, mientras que el reflejo deforme de la señora se vuelca en lo caricaturesco. Para ello Bezerra toma inspiración en el burlesque, haciendo que sea un señor, Jorge Calvo, quien haga de señora. La señora de la casa es en realidad un personaje dibujado a través de las doncellas, que perfilan en la imaginación del espectador la imagen del ama. Cuando aparece en carne y hueso, la imagen corre el riesgo de producir decepción, por eso es importante que la interpretación sea piadosa e inmisericorde a partes iguales. Jorge Calvo, cuya aparición es corta, crea la fragancia exacta que el personaje merece. Calvo va combinando altivez, mezquindad y soberbia en pose y ademanes, con un tono de voz afeminado en su punto justo. Pese a sus dejes mayestáticos y comentarios destructivos, la señora no merece la maldad que se le desea, y sólo hay una forma de que expíe sus pecados de clase, mostrándola como víctima de su entorno, es decir, ridícula. Jorge Calvo realza con elegancia esa fútil bobería del personaje.

(c) Jesús Ugalde

Las protagonistas de Las criadas son las doncellas, Ana Torrent y Alicia Borrachero. La adaptación de Bezerra y la bien medida dirección de Luque imprimen a los sucesivos monólogos y encuentros de las deleznables criadas, una cadencia continua que logra que ambas actrices vayan cediéndose el testigo en intensidad durante la función. Es, sin duda, unos de los éxitos de este montaje, un clásico rehecho al siglo XXI que enmaraña al espectador desde el principio, no soltándole hasta el final de la obra. Es un artificio presentado en neutro cuya ejecución está sobresalientemente calibrada, con un tono y un ritmo perfectamente ajustados. Ana Torrent maneja a la perfección el desdoblamiento de su personaje, pasando de la altivez a la sobriedad que se espera de la doncella. Se la ve natural, con toques incluso de la Espert en el manejo de las subidas y bajadas de voz. Alicia Borrachero está enérgica en ese deseo vital de salir de lo que entiende es su prisión. Con gran amplitud de movimientos escénicos, es capaz de replegarse inmediatamente cuando aparece la señora, postrándose ante el ama. El drama de Genet termina en catástrofe, pero piensen que no es muy lejano en tiempo a Huis clos (A puerta cerrada) de Jean Paul Sartre, epítome del teatro existencialista. Las criadas es un cuento de terror porque su final es terrorífico, pero bien podría haberse quedado en un continuum, como la pieza de Sartre. La interpretación de la doncella postrera que realiza Borrachero abre esa línea de imaginación, en la que bien podría terminar la pieza como empezó, con anhelos no realizados y sumisión hacia la señora hasta el fin de los días.

Son éstas disquisiciones que surgen gracias a una representación con un acabado perfecto, en la que el texto queda realzado gracias a un reparto que enfatiza con naturalismo los diálogos densos de la pieza, y que se dirige con un ritmo perfectamente acompasado hacia el terror final.

La clá

www.lacla.es

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Las criadas. Teatro Bellas Artes.

www.teatrobellasartes.es

Duración aproximada: 90 minutos.

Imágenes de Jesús Ugalde, cortesía del equipo de prensa de Pentación.