
Enric Montefusco se adentró hace tiempo en un ámbito de creación, el de las artes escénicas, que le era ajeno, y con ello ha ido construyendo una trayectoria reciente que bebe de distintas disciplinas. Montefusco es músico y tiene una de esas voces que parecen un regalo, por su fuerza y por los sutiles timbres agudos que es capaz de capturar. Fue cantante en la banda musical Standstill, y su discografía reciente en solitario incluye discos intimistas como el fantástico Meridiana.
En 2018 trajo a los Teatros del Canal uno de los espectáculos que más asombro me han causado, Tata Mala. Con dramaturgia de Diana Bandini e interpretación de la performer Sònia Gómez, el montaje se movía con absoluto atrevimiento entre distintas disciplinas. El final apoteósico lo ponía el espeluznante tema “Todo para todos” mientras el grupo catalán de castellers Falcons hacían una especular torre humana. Un espectáculo de esos que se viven con piel de gallina.
Poco después volvió Montefusco a dar un increíble concierto en Madrid, ya en formato simplemente musical. Su talento es indiscutible.
En coproducción de Condeduque, Grec 2021 Festival de Barcelona, y Temporada Alta, y con la colaboración del Ayuntamiento de Salt, L’Animal a l’Esquena y Mutte Cultural de Pontós, Enric Montefusco ha ideado de nuevo un montaje que vuelve a lo escénico, y que no puede entenderse como un concierto musical. “Viaje al centro de un idiota” es una producción mucho más intimista que Tata Mala en la que Montefusco se sitúa como centro de la narración, moviéndose entre la performance, la danza y, por supuesto, la interpretación de sus temas musicales.
Este viaje no funciona a nivel escénico como Tata Mala, donde los diferentes elementos quedaban amalgamados con inteligencia y osadía. El problema de la disfunción parte del excesivo peso del propio Montefusco que asume todos los roles en el espectáculo. A salvo de algunos momentos interesantes, los monólogos caen en repetición e incluso en el lado oscuro de la virtud, que es la pedantería. Montefusco repite con Diana Bandini como dramaturga, pero el texto aquí no se alza.
A destacar en positivo el buen juego de escenografía e iluminación de CUBE.bz y la última parte del montaje, en el que el espectáculo torna hacia la vertiente más musical, con videografía de fondo (Alejo Levi). Sólo con guitarra, arropado con imágenes urbanas y de paisaje industrial, Montefusco levanta la propuesta con su mayor cualidad, la fuerza de su voz.
En el lado negativo del montaje el deficiente sonido, subido innecesariamente de volumen para un espectáculo que se mueve entre lo hablado y lo cantado. No ayuda el enlatado musical. Se echó en falta acompañamiento instrumental en vivo, salvo en la bonita última parte en la que sólo con su guitarra se vale Montefusco.
Este último viaje escénico no funciona a nivel ejecución, aunque esta impresión no fue, desde luego, la generalizada, con un público que aplaudió vivamente el espectáculo.
Alabo, y mucho, la línea abierta por Montefusco de investigación escénica que abre nuevos caminos hacia lo interdisciplinar y que, a diferencia de este viaje fallido, en Tata Mala tocó cielo.
La clá
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Conde Duque. Enric Montefusco.