La Noria Invisible. Teatro Español.

Se estrena en el Teatro Español el quinto montaje de la compañía Estampida Teatro, que es una conjunción astral de creadores con un mismo sentir y con una estética compartida. La Estampida se encumbró hasta los Premios Max con un cuento grotesco y terrorífico, Las Princesas del Pacífico, que nacía de la España Negra y de nuestro humor un poco cáustico. Han seguido otros montajes, como el relato sanador de personajes quebrados que se encuentran frente a una barra de danza, Lo Nunca Visto, que grabó en la memoria de muchos el personaje de yonqui interpretado por Ana Turpin.

José Troncoso, autor de La Estampida, se atreve a tocar un período vital doloroso y complejo, el de la adolescencia, en el que las personas somos estereotipos de nosotros mismos, personajes a medio finalizar y en algunos casos, ya casi conformados y condenados. Su escritura se mueve siempre en el terreno de la ternura, y no es capaz de entender el drama sin el destello del humor. Sus personajes para La Estampida son figurines de tiras cómicas clásicas, a semejanza de los ilustradores y pintores del XVIII y del XIX que todo lo deformaban. En sus trazos descubro siempre algo pictórico, y en esa mezcla entre lo melancólico y lo visual hay una cercanía con la caricatura política y social, e incluso con el cine mudo.

En La noria invisible Juana (Belén Ponce de León) es una quinceañera que vive en su mundo interior. Vital e imaginativa, cree vivir en un videoclip, que no es otra cosa que experimentar ese sentimiento de alienación psicológica, donde ni la identidad personal ni el cuerpo parecen ser de uno mismo. En la película de animación Red (2022), los creativos de Pixar imaginan ese estado como la transformación de la persona en un enorme monstruo rojo. En esta historia de adolescentes, la joven Juana se imagina siendo protagonista de videoclips y se descubre a sí misma haciendo playback de cuando en cuando. Su enconado mundo interior se abre cuando conoce a Raquel (Olga Rodríguez), la chica nueva del colegio religioso, que es como un altavoz de enfado con el mundo. Cojan una foto suya de adolescente en la que aparezcan en una excursión familiar a la que no querían ir, y multipliquen esa cara y actitud de mala baba por mil.

La juventud propicia estas extrañas parejas. La chica tímida y marginada que se amiga con la joven envalentonada. Las actrices son los grandes artífices de que el público entre en seguida en el juego. Hay algún guiño estético, con el uniforme religioso y el clásico mocasín, o la carpeta con fotos de la Super Pop y de Guns N´ Roses. Pero en el juego sobresale el trabajo de Belén Ponce de León y de Olga Rodríguez. El tercer protagonista es el videoclip, o mejor dicho la música. Mariano Marín está a cargo de la música original, que tiene un punto absurdo popero que le va como anillo al dedo a la pieza.

En el trasfondo de la historia hay una crítica a un sistema educativo que propicia los miedos y a un entorno social, el escolar, que escupe a la sexualidad, del tipo que sea. La historia funciona en el toma y daca entre estas dos extrañas amigas y en la referencia imaginada hacia los otros. La breve aparición de seres imaginarios es, por tanto, prescindible.

Hacia el final se produce uno de los momentos más emotivos: esa subida a la noria en la que el espectador siente el vértigo y la tensión emocional. Con un breve juego de luces, y con el embaucamiento de las dos actrices, giramos y subimos con ellas hacia esa altura con la que a veces nos contemplamos a nosotros mismos. Pequeños e insignificantes.

La clá

www.lacla.es

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Imágenes de La noria invisible (fotógrafa Susana Martín), cortesía de equipo de prensa de Teatro Español.

Duración: 75 minutos.

Teatro Español.

www.teatroespanol.es

La Estampida Teatro.

www.laestampidateatro.com