Paris 1940. Teatro Español.

He recuperado la lectura de la estupenda crítica de París 1940 escrita por Marcos Ordóñez y publicada en El País con ocasión del montaje que se estrenó en el Teatro de Bellas Artes de Madrid en el año 2002. Me sonrojo al pensar que vi aquella producción con veinte años menos (casi nada), aunque al menos conservo la viveza de la impresión que me causó. El teatro, el buen teatro, subrayo, tiene un efecto tatuador en la memoria.

Veinte años después acudo al reencuentro de esta pieza que me marcó hondamente. Josep Maria Flotats ha rescatado este montaje y lo trae a la actualidad con el convencimiento de que aún hoy debemos seguir reflexionando sobre el arte y la barbarie.

Mi primera reflexión, lamento la frivolidad, es el asombro que me causa ver toda la fuerza de Flotats sobre el escenario. Mi comentario es frívolo porque tomo en consideración la edad del actor, algo que debería ser totalmente ajeno a la calidad de su interpretación, pero permítanme que lo destaque. Leí en la autobiografía de Laurence Olivier la importancia de cuidar la forma física en la carrera de un intérprete. Actores como Flotats, son seres de una energía sobrenatural, cincelada con método y trabajo. Han pasado nada menos que dos décadas y el recuerdo de su interpretación es un espejo del personaje que ahora ofrece en el Teatro Español. Misma maestría, mismo poder escénico e igual cautivadora presencia.

La obra Paris 1940 disfraza bajo un elenco de cinco actores, la presencia de un personaje principal y casi absoluto, que es el profesor de arte dramático. En formato discursivo, el profesor (interpretado por Flotats), va diseccionando una metodología de trabajo en búsqueda de la interpretación real que debe ofrecer todo actor. Hay diálogos escasos, porque casi todo el peso del texto se concentra en un monólogo interrumpido sobre las enseñanzas artísticas. Si falla la interpretación del director de teatro discursivo, la obra no se sostiene. Es decir, sin un magistral intérprete, Paris 1940 sería casi insufrible.

La razón es que el texto va variando con repeticiones continuas, como si se tratase de una pieza barroca de música. Las enseñanzas del profesor a sus alumnos, principalmente a su alumna, son engorrosamente reiterativas, pero a su vez cada clase, cada ensayo, incorpora algún matiz de interés. Sin un maestro sobre las tablas, la pieza se haría monótona.

Louis Jouvet (1887-1951) es el autor de la pieza, basada en su propia experiencia como director, actor y escenógrafo. En plena ocupación alemana de París, un profesor ensaya con sus alumnos la puesta en escena de Don Juan de Molière. Su atención se centra en el personaje femenino interpretado por Claudia (Natalia Huarte), a la que trata de conducir hacia un viaje introspectivo de su personaje de Elvira. “La técnica que no viene del sentimiento”, dice el profesor, “es puro truco”. El intérprete debe sacarse las tripas porque sin esfuerzo no existe verdadera actuación.

La obra es, por un doble motivo, una de esas piezas teatrales que atrae a actores al patio de butacas. Es una ventana a una clase magistral de interpretación y, al mismo tiempo, un ejercicio escénico de depuradísima técnica del maestro Flotats.

La pieza encierra una subtrama sobre el papel político del arte que, en este nuevo montaje, pierde algo de fuerza respecto al original de hace veinte años. Natalia Huarte interpreta a una entregada alumna y va dando distintas entonaciones al pasaje del Don Juan que continuamente debe interpretar y reinterpretar. Tiene la faz de la chica entregada a las enseñanzas del profesor, con el destello de la ilusión y la ambición reflejado en su rostro. Pero falta la construcción paralela que sí recuerdo en una descomunal Mercé Pons y que desemboca en una escena final que debe colocar el nudo en la garganta. En esta nueva dirección falta el progresivo abatimiento físico de los alumnos que sirve para dar efecto al desenlace.

Mientras que la obra conecta absolutamente con el público en el reflejo de la clase actoral, no consigue que aflore en el estómago de los espectadores un presagio necesario para alcanzar un final potentemente dramático. Con todo, y para los que tengan la suerte de ver Paris 1940 por primera vez, saldrán absolutamente asombrados por el magisterio, la fuerza y el enorme talento de uno de los grandes de nuestra escena, Josep Maria Flotats.

La clá

www.lacla.es

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Paris 1940. Teatro Español.

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Duración aproximada:

Imagen de Coral Ruiz. Cortesía del equipo de prensa del Teatro Español.