Pieces of a Woman. Teatro María Guerrero.

El Centro Dramático Nacional ha vuelto a invitar a la pareja creativa húngara Kata WéberKornél Mundruczó que estuvieron en la temporada pasada con la compañía húngara de teatro Proton Theater y la obra Imitation of Life en el Teatro Valle Inclán.

En esta ocasión vienen con la compañía polaca TR Warszawa con la que han trabajado en la obra dramática Pieces of a Woman, estrenada en diciembre de 2018. La historia es tan sólida que tuvo su propia versión cinematográfica en 2020 con estreno en el Festival de Venecia. La producción (americana y canadiense) estuvo a cargo de los dos creadores húngaros. Fue dirigida por Mundruczó y el guion corrió a cargo de la dramaturga Wéber. La versión fílmica llevó a su protagonista, Vanessa Kirby, a la alfombra roja de los Oscar, con nominación a mejor actriz protagonista.

Desde 2018, la versión teatral de Pieces of a Woman ha estado de gira por escenarios europeos y ha pasado ahora por Madrid. El Centro Dramático Nacional ha consolidado en sus dos últimas etapas de dirección la importación de espectáculos europeos de tan altísima calidad, lo que es muy de agradecer.

El sello con el que se conoce a esta pareja de creadores es la combinación de lenguaje fílmico y teatral en sus montajes. Tanto Kata Wéber como Kornél Mundruczó cuentan en su trayectoria profesional con trabajos para cine y para teatro, y en esa alternancia de proyectos para un medio u otro se producen contagios en su producción escénica.

El arranque de Pieces of a Woman se mueve entre el impacto visual y el desconcierto. En un escenario de una casa se ve a una mujer embarazadísima, Maja (Justina Wasilewska). Sale luego un hombre alto rubio, Jan (Dobromir Dymecki), que cierra la persiana. Las paredes del piso se convierten en lienzo sobre el que a continuación se proyectan imágenes del parto que sigue. Media hora de acción escénica en la que la comadrona (Monika Frakczyk) asiste al parto en casa. Las imágenes son de un realismo abrumador rodadas en primerísimo plano y con un naturalismo propio de Ingmar Bergman.

La proyección cierra súbitamente cuando conocemos que el bebé ha muerto a los pocos minutos de nacer. Se abre el piso que ha servido de pantalla y se convierte rápidamente en la casa de la madre de la protagonista (Magdalena Kuta), que está remodelando las estancias con “home staging”. La escenografía, de Karolina Pajak-Sieczkowska coloca en un mismo plano baño, salón y cocina. Hay un piano, animales disecados, cajas sin deshacer, desorden, plantas… Los protagonistas de este drama familiar harán de estas estancias un sitio vivido. La acción en todo momento trae y lleva a los personajes de un lugar a otro, con una familiaridad pasmosa. Cortan lechuga, colocan la mesa, se duchan en el baño, salen a fumar…

El tándem formado por la dramaturga Kata Wéber y el director Kornél Mundruczó trabaja en la convergencia del lenguaje audiovisual y teatral. Pero no sólo en lo visible y evidente, que sería el uso del vídeo en el arranque de la obra, sino en elementos más sutiles, como es el movimiento en escena o la forma de hablar. Los actores usan micrófonos, intuyo que en un efecto buscado de parloteo constante, con diálogos interpuestos y cruzados, algunos susurrados, otros compartidos entre idas y venidas. El uso continuo de la utilería y esa necesidad imperiosa de estar en movimiento también recuerdan al lenguaje cinematográfico, donde el interés se centra no sólo en lo que se dice sino en aquéllo que está sucediendo. En la lechuga que se corta, el móvil que suena, el tocadiscos que se pone o quita.

En la casa de la madre se celebra una cena organizada seis meses después del fallecimiento de la niña bebé. La madre es olvidadiza y caótica. Los primeros en llegar son la sobrina (Marta Ścisłowicz) y la otra hija (Agnieszka Żulewska) junto con su marido (Sebastian Pawlak). El tema de conversación gira en torno a Maja, sobre cómo le abordarán para conocer su estado anímico. En su actitud se nota que ese alejamiento no es exclusivo de Maja, sino de la propia familia.

A partir de ese arranque la acción, que no es otra cosa que una cena familiar mal servida y llena de reproches, se suceden las escenas con un ritmo constante y en todo momento atrayente. La historia se desenvuelve en los diálogos coloquiales de esta familia en torno a un pato a la naranja que no acaba de cocinarse. Por las conversaciones se pasean los grandes temas: amor, sexo, muerte, familia, música, dinero, religión e incluso política. La hermana y su marido están coqueteando con la política de una forma trumpista. “Queremos guiar a la gente a la verdadera Polonia”, comenta a propósito de sus nuevas inquietudes. La forma de hacerlo es a través de la Iglesia, que es el mejor lugar de encuentro entre clases sociales. Hay un tono soberbio, altanero y distante que Agnieszka Żulewska clava en el retrato de la hermana egoísta.

En toda la obra se sucede un tono dramático contrastado. A lo trágico o lo serio se le superpone lo liviano y lo cómico. El texto de Kata Wéber es una proeza en muchos sentidos y uno de ellos es precisamente la capacidad que tiene de alterar los estados de ánimo con toques en un sentido u otro. A propósito de Polonia y de política, se sucede una conversación en torno al tema Warszawa de David Bowie. Si un polaco escribiese una canción de Londres a todo el mundo se la sudaría, ironizan durante la cena.

El epicentro de la acción dramática está, en todo caso, en la pérdida de la hija recién nacida. La ficción, en todas sus formas, ha tratado este tema. Hay novelas, películas e incluso obras de teatro que miran hacia la pareja que ha perdido a un bebé recién nacido, con especial interés en el devenir de una madre que, recién parida, vive el suceso más dramático de su vida. La actriz Natalie Portman interpretó a una joven abogada que perdía a su bebé recién nacido en la película The other woman (2009). En 2017 Pablo Messiez estrenaba en el Lliure El temps que estiguem junts, una obra de orfebrería dramática en la que Andrea Ros era esa madre que grita de dolor ante el bebé muerto prematuramente. Messiez, maestro de las palabras y de sus silencios, hace que su personaje enmudezca: “Palabras no, palabras sobran” aúlla la madre rota.

Vuelta a Pieces of a woman, y a la manera en que Kata Wéber afronta un personaje desgarrado como Maja. Los diálogos que dedica a esta jovencísima madre, descreída y rota en pedazos, son también como balas. Magdalena Kuta representa a una mujer sombría que está, sin embargo, muy presente en el momento. Es una madre con la pérdida interiorizada que se niega a ser una doliente con muro lacrimógeno en Facebook: “no voy a hacer de madre destrozada por vosotros” le espeta a su familia.

Cuando la ficción toma a una madre que ha perdido a un bebé recién nacido lo hace yendo al tuétano de lo que somos. No hay suceso más animal y primigenio, y a la vez más desolador. La madre, como superviviente, es un logro antinatura. La autora Wéber reivindica una supervivencia sin dramas que no hay por qué cuestionar: “di a luz a una niña y se murió”, dice Maja, “no hay nada de qué avergonzarse”. La conciliación de la madre con lo sucedido se ha producido, “pero pese a todo estamos aquí, y eso es bueno”.

En Pieces of a woman hay tres esferas que giran y convergen y que hacen del montaje una pieza viva que perturba. El texto de Kata Wéber es un ensamblaje perfecto que compone distintos retablos que podrían incluso llevar un título como corte. La agilidad del texto permite sin embargo que corran engarzados. El ritmo lo conduce Kornél Mundruczó con mucho movimiento escénico y grandes dosis de naturalismo. La tercera esfera que gira la componen los intérpretes. Destaca, por supuesto, la protagonista Magdalena Kuta, y mucho lo hace también el personaje de Lars, al que Dobromir Dymecki le infunde varias personalidades. Es el padre descompuesto, la pareja torpe, el noruego foráneo, el yonki irreductible. La dureza de la hermana, interpretada por Agnieszka Żulewska, se intuye desde el principio y va creciendo con inteligente mesura.

La obra es un alegato hacia la supervivencia en un contexto de tragedia, sin victimismos ni reclamos. Una supervivencia que pasa por aislarse de los juicios sociales y por buscar una opción sencilla y sin preguntas. “Ya ha pasado. Sigo a flote. No miro a los lados”. Pieces of a woman es un alegato acongojante por la lucha interior y externa de una mujer hecha pedazos.

La clá

http://www.lacla.es

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Pieces of a Woman. Teatro María Guerrero.

https://dramatico.mcu.es/evento/pieces-of-a-woman/

Duración aproximada: 2 horas y 30 minutos.

Imágenes cortesía del equipo de prensa del CDN.

Fotógrafa: Natalia Kabanow para el TR Warszawa