Women, Beware The Devil. Almeida Theater, Londres.

El “Almeida Theater” es un teatro abierto en 1980 ubicado en el municipio de Islington en Londres. Islington es un barrio lleno de curiosidades. Sin ser una de las zonas pijas de Londres, ha sido sin embargo hogar para dos primeros ministros, Tony Blair y Boris Johnson. En el plano teatral fue el barrio en que vivió el escritor y dramaturgo Joe Orton, hasta su asesinato por su pareja Kenneth Halliwell. Su historia de amor, celos y crimen acaparó la atención de la cultura pop. Icónicas fueron las paredes de su apartamento forradas de cubiertas de libros arrancados de la Biblioteca de Islington y recortados para formar collages que mezclan humor y surrealismo. Hoy la Biblioteca de Islington exhibe esos recortes y los pone a disposición del público a través de su página web. El director de cine Stephen Frears rodó en 1987 Prick up your ears (Ábrete de orejas), un estremecedor relato sobre la relación de estos dos hombres con guion de Alan Bennett y la interpretación grandiosa de Gary Oldman y Alfred Molina.

Islington es, por muchos motivos, un distrito teatral. Además del Teatro Almeida, absoluto epicentro de la vida escénica, hay numerosos pubs que ofrecen actuaciones de stand-up comedy o monólogos.

El Almeida Theater tiene en cartel Women, beware the devil, una producción formidable sobre una obra escrita por la joven y premiada dramaturga Lulu Raczka. En la Inglaterra de 1640, Lady Elizabeth (Lydia Leonard) emprende una eterna lucha por el mantenimiento de la casa en la que residen su hermano, ella misma y el servicio. La casa es el símbolo de un estatus social mantenido a través del linaje. Su hermano Edward (Leo Bill) es un pieza de consideración, que muestra escaso interés por el trabajo, y mucho por lo que ocurre fuera de las paredes de la casa. Katherine (Ionna Kimbook) es la aspirante que se convertirá en la mujer de Edward, y de la que se espera que produzca descendencia. La familia vive en una casa con varias sirvientas, la joven Anna (Carly Sophia Davies), la temerosa Joan (Aurora Dawson-Hunte), la servicial Mary (Lola Shalam) y la misteriosa Agnes (Alison Oliver).

La historia, con spoiler incluido, la introduce el mismísimo diablo, Nathan Armarkwei-Laryea, advirtiendo de que se trata de una obra larga (son casi dos horas y media), pero entretenida.

La autora ha construido una obra que se retrotrae nada más ni nada menos que a la era posjacobina, es decir, a las décadas inmediatamente siguientes al fallecimiento de William Shakespeare. Son los años en que se gestan los conflictos que darán lugar a las guerras civiles que se vivirían en Inglaterra desde 1642 a 1951. Las traiciones y los asesinatos son habituales en aquellos años y, en los reinos de las mujeres, es decir en el calor del hogar, el diablo también campa a sus anchas.

Lulu Raczka ofrece un relato interesante, femenino pero no feminista. Agnes es la pobre sirvienta de acento escocés a la que tratan como foránea y a la que atribuyen poderes diabólicos, como a su madre. Es mujer y víctima, pero sus verdugos son mujeres como ella, y de la misma condición social. La ama de la casa, Elizabeth, se sirve de ella para lograr sus propósitos, con una actitud maquiavélica que recuerda a malas malísimas como Lady Macbeth. Sin embargo, Agnes no es ni tan siquiera redimida por su creadora. Sucumbe a los poderes del diablo, y la obra termina tal y como nos advirtió el Maligno al comienzo, en tragedia y muerte.

No hay en la obra mensaje político que rehabilite a las mujeres. Las hay temerosas, supersticiosas, egoístas, maquiavélicas y ambiciosas. El único destello que reciben es por comparación. El personaje masculino es un mediocre pasmado, que mejor ni tocar.

El texto no relumbra en su contenido. Tampoco usa un lenguaje poético o en verso. No es una obra política. Y sin embargo tiene ciertos mimbres que la hacen poderosa. El primero es la facilidad con la que discurre la historia. Sí, el montaje es espectacular, y sí, los intérpretes son fabulosos. Pero hay un motorcillo en el texto que hace que fluya esta historia diabólica.

La dirección de la obra esta a cargo de Rupert Goold, director artístico del Almeida, que exprime al máximo las virtudes de la obra. La escenificación es simplemente espectacular, con una producción artística que a momentos parece sacada de una película. La escenógrafa Miriam Buether ha creado el interior de una casa con paredes pintadas de negro y con un suelo de baldosas de mármol blancas y negras. Por las ventanas entra una luz natural a través del emplomado. Los juegos de iluminación (con diseño lumínico de Tim Lutkin), sumado al exquisito vestuario diseñado por Evie Gurney, genera un ambiente propio de cuadros neerlandeses.

Son dos horas y media, créanme, de absoluto embelesamiento ante semejante producción escénica. El poder del teatro es generar en el espectador, a través de la cercanía, las sensaciones que viven los propios personajes. A ratos es tal la fuerza diabólica sobre el escenario, que es imposible no temer por lo que ocurra. La tensión de fuerzas entre bien y mal reposa en el tour de force entre Alison Oliver y Lydia Leonard. El espectador se deja engañar por Oliver, sucumbe a sus encantos de sirvienta y desprecia a Leonard. Las escenas entre estas dos remarcables actrices son parte de la fuerza de la obra. En su contraste destaca, muchísimo, Leo Bill, que le da el toque atontado al vicioso hermano. Las sirvientas ofrecen también una paleta rica, incluso con canciones emocionantes compuestas por Adam Cork.

La obra no acaba de comprometerse con nada, y en esa duda, quizás esté su planteamiento más diabólico. No es un drama, porque hay un divertido y encantador diablo interpretado por Armarkwei-Laryea, que quita hierro de vez en cuando a la trama. Es a la vez un cuento gótico que no se toma muy en serio. Sus protagonistas son mujeres, aunque no salen muy bien paradas. Al final resulta irrelevante, porque la ejecución artística (a todos los niveles) es tan soberbia, que deja al público plenamente satisfecho.

La clá

http://www.lacla.es

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Women, Beware The Devil. Almeida Theater.

https://almeida.co.uk

Duración: 2 horas y media, aproximada.

Imágenes de Marc Brenner, cortesía del equipo de prensa del Almeida Theater.