El Teatro Español anda sumido en un páramo escénico desde la salida de Mario Gas. Los montajes más interesantes, paradójicamente, son los que se han visto en el Matadero o en la Sala Pequeña de este teatro. La Sala Principal, que otrora se reservaba para grandes acontecimientos, ha sido habitáculo de conciertos musicales. Nada que objetar a esto último (ni mucho menos) si no fuera porque hacía tiempo que no se veían altos espectáculos teatrales.
José María Pou ha rehabilitado la imagen del Español, al menos durante las semanas en las que esté en escena “A cielo abierto” (Skylight), del británico David Hare. Un placer disfrutar de nuevo del teatro de referencia de la capital (con gran afluencia de público) y, más aún, de volver a escuchar el boca a boca sobre las bondades del montaje de Pou en el Español.
La trama de la obra es sencilla y plantea un encuentro habitual en la dramaturgia de las últimas décadas. Kyra (Nathalie Poza) es profesora de escuela en un barrio marginal y conflictivo de Londres. Reside en una zona depauperada alejada incluso de su centro de trabajo. Su apartamento es pequeño, frío y sin comodidades. A la salida de un día de trabajo, Kyra recibe la visita del joven Edward (Sergi Torrecilla), hijo de su ex-amante (también ex-amor), que le exhorta a que vuelva con su padre ahora que su madre ha fallecido. Al poco de abandonar el piso, recibe una nueva visita. Esta vez es Tom (José María Pou) quien, una vez transcurrido el luto social, vuelve a reclamar la vida en común que cree haber ganado por derecho. Durante la intensa noche revivirán los momentos del pasado (la infidelidad, los encuentros, el descubrimiento…) pero también irán conociendo los dolores que ahora les atormentan y que les alejan social y personalmente.
El autor David Hare es, junto con Tom Stoppard o Harold Pinter, una de las referencias del teatro británico contemporáneo. Los programadores teatrales vienen apostando mucho por estos autores y, casi cada temporada madrileña, hay al menos dos o tres de obras en cartel de alguno de ellos. Éste es quizás el lado flaco de la función. Los diálogos están bien construidos y en ellos se tocan temas como la insatisfacción, las obligaciones familiares, las responsabilidades sociales, la situación política, etc. Lo mismo que en cualquier función de Stoppard o Pinter. Esta repetición de autores y tramas empieza, sin embargo, a generar un leve hartazgo. Cansancio por monotonía, no por falta de calidad. En este sentido, la obra “El crítico” (heredera de la tradición de estos autores pero escrita por Mayorga) tiene un punto más innovador e interesante, aunque sólo sea por haber sido escrita recientemente por un dramaturgo español.
En cuanto al montaje de Pou, muy cuidada la escenografía de Llorenç Corbella, como suele ser obligado para la sala principal del Teatro Español. En el primer acto, Tom y Kyra van tanteándose mientras ella cocina en directo una pasta con salsa de tomate natural. El espectador acaba envuelto en el olor a cebolla y guiso, mientras escucha absorto los diálogos de los actores sobre escena. No siempre se tiene el placer de olvidar totalmente el tiempo y las circunstancias propias cuando uno acude al teatro. El cine goza de las ventajas de la música, del poderoso sonido y de imágenes impactantes. La representación escénica cuenta con actores que cada día se enfrentan al mismo rito durante una o dos horas. Mucho tiempo para abstraerse totalmente. Pues bien, José María Pou, Nathalie Poza y Sergi Torrecilla lo logran durante los dos actos. No se oye apenas ni una tos, ni un movimiento de cansancio en la butaca.
Pou encarna a un empresario exitoso, envuelto en la tarea de lidiar con bancos y créditos. Los últimos años los ha pasado atendiendo a su mujer enferma. Sergi Torrecilla representa el ímpetu, las energías y la jovialidad del hijo. Probablemente el espejo de lo que en su día fue su padre, ahora medio vencido por el paso de los años y la carga de las empresas. Nathalie Poza es Kyra, una mujer que por los devenires sentimentales ha cambiado el barrio londinense de Chelsea por una escuela pública. Su vocación social se ha ido radicalizando, de la misma forma que Tom se ha anquilosado en las comodidades burguesas.
Si bien los posicionamientos morales de Kyra la convierten en heroína durante muchos momentos de la obra, lo interesante del encuentro entre los antiguos amantes consiste en comprobar que a los dos les asiste algo de verdad. Tom cuestiona los sentimientos solidarios de Kyra. Le recrimina que su día a día se centre en ayudar a personas extrañas, mientras que ella continúa siendo incapaz de comprometerse afectivamente con nadie. A medida que se conocen detalles de la vida de ella, choca pensar en el antagonismo entre su pasado confortable y su presente privado de comodidades. Puede que ella tenga sentimientos de justicia e igualdad más elevados, pero Tom (con su deje machista y esnob) lleva un estilo de vida más coherente con su pasado, su forma de ser y su entorno.
En estos días en los que ha sido elegido el nuevo Papa Francisco, el personaje de Kyra lleva a reflexionar en cómo logrará vencer este hombre sus anhelos de humildad y el mensaje ejemplarizante de austeridad, en un entorno opulento como el Vaticano. Esa lucha entre lo que uno piensa y los entornos en los que crece y luego decide desarrollarse, es uno de los aspectos más interesantes de “A cielo abierto”.
Dicho todo ésto, lo mejor, lo realmente imprescindible de este montaje, es la maestría de las actuaciones de sus intérpretes. Pou (como sus compañeros de “Arte”, Flotats e Hipólito) es un actor tan grande que, a fuerza de talento, a veces dan la sensación de trabajar con el “piloto automático” puesto. Todo lo contrario que en esta ocasión, en la que José María Pou exprime el personaje de Tom a fondo. Por su lado, Sergi Torrecilla echa juventud y vitalidad al joven Edward.
Sobresale Nathalie Poza, que logra una de esas interpretaciones redondas. La actriz está, simplemente, inmejorable. Es apasionada en la expresión de sus ideas, pero no excesiva ni pedante. Sabe, al mismo tiempo, reflejar ese cansancio acumulado de la semana, y cierto aire triste. Su personaje es el que mayor evolución expresiva tiene a lo largo de la obra y Poza domina los tiempos, afianzando el efecto “in crescendo”.
“A cielo abierto” es, en conjunto, un drama típicamente contemporáneo. Previsible, pero bien presentado y cercano. Con un montaje cuidado y unos actores en estado de gracia, la obra se convierte en cita obligatoria. Regresemos, pues, a la sala principal del Teatro Español y brindemos por el buen teatro. La clá
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A cielo abierto. Teatro Español.
http://www.teatroespanol.es/programacion_teatro_espanol_madrid/ficha/a-cielo-abierto?id_agenda=250