Nada que perder. Sala Cuarta Pared, Madrid.

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Nada que perder” es una obra circular, que va y vuelve, rondando a unos personajes que están conectados por una historia en común. Esta forma de narración no es novedosa, pero sí extremadamente compleja, porque con leves guiños, pero sin excesivas pistas, debe permitir al espectador atar cabos. En cine, un ejemplo típico es el de la película “Pulp Fiction”, escrita por Quentin Tarantino.

En la pieza teatral se cruzan las vidas de un profesor de Filosofía y su hijo, así como la de una funcionaria, un alcalde, un cobrador y una empresaria, entre algunos otros. La historia, dicho en clave de titulares, es una denuncia contra la corrupción política y contra la supuesta ignorancia que ejercen las personas en puestos administrativos frente a adjudicaciones irregulares. La obra trata como añadido temas conocidos en nuestra sociedad: corruptela, infinitas reformas educativas, empresarios sin escrúpulos y familias que entronan el éxito social y económico frente a la honradez moral.

Cara y cruz para este texto teatral escrito por Quique y Yeray Bazo, Juanma Romero y Javier G. Yagüe.

La cara, una dramaturgia actual que se enfrenta al estereotipo de lo peor de nuestro entorno social. El no querer saber, el tolerar, el aplaudir al poderoso… frente al abandono moral de héroes pequeños, como el profesor de instituto público, que pelea por un sistema educativo mejor. A nivel narrativo, la distinción de esta obra se produce en su estructura pugilística. Dos personajes desarrollan cada escena, mientras que el tercero, como narrador en off, les pregunta, les cuestiona, les pone en contexto.

La cruz es un texto al que le falta prensado. Con el recortado de alguna escena y la eliminación de un par de detalles con un punto barroco, se conseguiría una obra más compacta y dúctil.

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Marina Herranz, Javier Pérez-Acebrón y Pedro Ángel Roca son los actores que personifican a los distintos personajes, turnándose en el rol de árbitro sobre el rin, dando subtexto a la trama. En este intercambio de roles muestran magnificencia, dando cercanía a las historias gracias a una narración naturalista y personal. A los protagonistas cruzados de la historia los levantan, bien con drama, bien con comicidad, según el tono de cada escena. A Marina Herranz se le intuye un poderío dramático que explosiona en la escena de madre posesiva, casi rural, que vitorea y promueve los comportamientos corruptos del hijo político. Javier Pérez-Acebrón es quien mayor sintonía con el público acapara, con un hábil acercamiento entre el cinismo y la comicidad. Para él son las escenas en que hace de árbitro de rin, narrando por ejemplo la acidez que atormenta al alcalde. Pedro Ángel Roca va saltando entre personajes polarizados, desde un hijo derrumbado, a un abogado sin escrúpulos o un cobrador del frac en pose ridícula.

Como suele ser habitual en los montajes de la Sala Cuarta Pared, la escenografía y la música juegan un rol importante. Sobre un muro colorista de bolsas de desechos se irán sucediendo las escenas.

Tras una gira y numerosas funciones, vuelve este éxito de la Sala Cuarta Pared al espacio en que se creó y produjo.

La clá

www.lacla.es

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Sala Cuarta Pared

www.cuartapared.es

 

Fotografía Dani Pozo. Cortesía de Sala Cuarta Pared.