En un fin de semana en que parece que lo bueno se escapa, corro a La Pensión de las Pulgas a ver las últimas representaciones de uno de sus montajes más sonoros, MBIG – McBeth International Group. Se acabó, en julio cierran. Termina así la aventura de la calle Huertas. Por la mañana, descubro que el bar de siempre del mercado del barrio también ha echado el cierre. Lo sustituye un gastro-bar de suelos hidráulicos y tapas de autor. Optar por ver un montaje de Macbeth no va a ayudar precisamente a combatir esta sensación de tiempo perdido.
Macbeth es la historia de un rey conspirador y asesino marcado por su ambición y la de su esposa. Sujeto a un destino que lo acecha a través del vaticinio de tres brujas emisarias, su superstición, sus miedos y su soberbia serán los que realmente acaben por condenarlo.
Como en muchas obras de Shakespeare, los tormentos de los personajes sobreexceden la trama repleta de asesinatos y cobardías. Macbeth está en la cúspide de las obras del dramaturgo, y contiene pasajes punzantes, desoladores. Shakespeare se cuestiona sobre el sentido de la vida, sobre el paso del tiempo, y lo hace a través de un rey con el alma corrompida:
Life’s but a walking shadow, a poor player
That struts and frets his hour upon the stage
And then is heard no more. It is a tale
Told by an idiot, full of sound and fury,
Signifying nothing.
[Acto 5, Escena 5]
Empieza la versión de Macbeth del director José Martret en un despacho de estética años sesenta – setenta. Dos mujeres ausentes, vestidas como secretarias de Mad Men esperan. Son las brujas de un conglomerado empresarial, Mcbeth International Group, del que los espectadores son visitantes.
Entre los actos, el público asistirá a píldoras de clases magistrales de contenido empresarial. Aprenderá que eficiencia, eficacia y efectividad no son palabras sinónimas. El consejo directivo tiene reuniones de importancia, y en la plantilla hay mujeres, cómo no.
Más allá del parloteo de management, el público recibirá las verdaderas enseñanzas empresariales. Aprenderá que un directivo, al que su superior asciende y apoya, es capaz de asesinar a su jefe por alcanzar él mismo un poder que sin embargo no calma, no da quietud. En la cima jerárquica siempre hay alguien que quiere arrebatar el puesto. Y en esa paranoia, los asesinatos (los despidos) se multiplican.
El enlace entre la historia de Macbeth y el aprendizaje empresarial está finamente hilvanado. Sirve, además, para realizar la transición entre estancias que es una de las marcas de la casa. El teatro que inauguró La casa de la portera y que ha continuado La pensión de las pulgas, es un teatro cercanísimo, vivo, poroso. El espectador acompaña al actor en la acción, lo escucha respirar y con él se mueve entre habitación y habitación, en un viaje a través de la acción.
Estos recursos, bien utilizados, elevan a cualquier obra cuya esencia, como la del Halcón Maltés, sea del material del que están hechos los sueños. El riesgo es, sin embargo, altísimo. La producción de MBIG combina algunos aspectos que la hacen meritoria de todas las maravillosas críticas que ha recibido. El engarce entre la ambición real y el mundo empresarial actual es obviamente muy apropiado.
La estética es la segunda herramienta que ensalza a esta producción. Perfecto el ambiente retro, el libro de Betty Ford en la estancia de Lady Macbeth, sus trajes de Lorenzo Caprile, la imagen terrorífica de las brujas, y los inmaculados trajes negros de los altos ejecutivos. Tremenda es también la transición escenográfica entre las estancias, siendo la tercera terrorífica. Y, por último, como siempre, la interpretación de los actores.
Endiabladamente espeluznantes están las brujas (Pilar Matas y Maribel Luis), que son dos, y no tres, con sus respiraciones y voces atronadoras. Camelia (Raquel Pérez) engatusa con sus discursos de teoría empresarial, capturándonos en la trama de perversa ambición. El resto de actores que representan a los grandes protagonistas (Duncan, Malcom, Banquo, Madduff…), acompañan bien la acción.
Y destacan, cómo no, los dos grandes protagonistas, Francisco Boira y Olga Rodríguez, paladeando la perversidad y los tormentos de sus personajes. Captura esta versión uno de los aspectos más interesantes de la obra de Shakespeare, la conspiración marital. La complicidad entre los dos es superlativa: cuando el resto de personajes hablan, ellos se miran, dando a entender que se entienden, que saben lo que están pensando. Y, por supuesto, en esta complicidad absoluta existe además un componente altamente sexual que MBIG también explota.
Esta versión de Macbeth es, por todos estos elementos, absolutamente palpitante. Teatro que se mete en la piel. Macbeth mira a los ojos, mientras se debate entre su ansia de poder y sus manías persecutorias. Por eso, y por ser tan físicamente cercano, es el teatro de las pulgas un teatro poroso.
La aventura de La pensión de las pulgas pronto llegará a su fin y sus estancias se convertirán en sombra andante. Vayan a ver a estos actores cuyas voces pronto dejarán de oírse entre las paredes de Huertas y disfruten de este Macbeth tan meritorio.
Y cuando pase el verano confiemos en que José Martret y Alberto Puraenvidia nos tengan preparado otro “encore”.
La clá
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La pensión de las pulgas
https://lapensiondelaspulgas.com/
Imágenes cortesía de La pensión de las pulgas.
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