La Madre. Teatro Pavón.

La cartelera teatral de Madrid ofrece dos piezas de un mismo autor, el dramaturgo francés Florian Zeller (París, 1979). Josep Maria Pou está en el Teatro Bellas Artes haciendo de un ingeniero jubilado que se bate con su memoria y con la pérdida de autonomía. La obra El Padre (2012) tuvo un gran éxito en su primera producción en Madrid, con Héctor Alterio sobre las tablas. Pou está repitiendo mismo éxito en esta nueva producción.

La pieza La Madre (2010) fue escrita por Zeller antes que la anterior, y aquí se representó en 2017 en la Villaroel barcelonesa con Emma Vilarasau como protagonista.

Lo que no ha llegado todavía a las tablas, pero intuyo que lo hará visto el éxito del dramaturgo, es la tercera en el ciclo, El Hijo (publicada en 2018).

De momento, en Madrid se puede hacer doblete (ejercicio que recomiendo dada la altura de las dos propuestas). El orden es irrelevante, pero no se pierdan la oportunidad de disfrutar de dos cabezas de cartel, como son Pou y Sánchez Gijón, haciendo de un padre que batalla con su ancianidad, y de una madre que pelea con su equilibrio mental. Las historias son duras de ver porque tocan el núcleo duro del europeo medio: la familia y sus miembros. Pero el planteamiento es ingenioso, los diálogos facilitan la digestión y la duración en ambos casos no supera la hora y media. El resultado en las dos piezas es un medido drama contemporáneo, de ahí el éxito de las dos propuestas.

Aitana Sánchez Gijón hace un trabajo escénico sutil y poderoso en la representación de un personaje complejo, con algunas facciones no bien sombreadas por el autor. No es la primera vez que Sánchez Gijón afronta el personaje de una madre burguesa compuesta por un dramaturgo francés. En 2008, representó en “Un dios salvaje” (pieza de la francesa, Yasmina Reza) a una madre que, junto con su marido, se encara a otro matrimonio en relación al comportamiento de sus respectivos hijos.

Desde puntos de vista diferentes, las piezas comparten un cierto eco en el tiempo. En 2008, la madre de un chaval joven trata de imponer su forma de ser y de ver el mundo y la educación de su hijo, frente a otros padres. En 2024, una madre madura se enfrenta al síndrome de nido vacío, con una casa en la que ese mismo hijo ha crecido, y se ha convertido en un adulto que ha volado del calor y de la sobreprotección del hogar. Podría trazarse una línea imaginaria entre ambos personajes.

La de 2024 es una madre que recuerda con nostalgia los paseos con mochilas al colegio. Una madre cuyo propósito se había volcado en la educación de sus hijos, y que ahora se enfrenta a un tedio que no es capaz de gestionar. Sufre, aparentemente, el síndrome de nido vacío. A medida que transcurre la acción se van añadiendo condiciones psiquiátricas. Aquí es donde la pluma de Zeller se ha excedido, rayando el límite justo. Demasiado colorido mental a una historia que, como es habitual en la obra de este dramaturgo, juega con saltos de tiempo y con distintos planos de realidad.

Aitana Sánchez Gijón, con un tono dulce y educado, se transmuta en una mantis hogareña que, a base de histeria y pasividad, va embistiendo a un marido, interpretado por Juan Carlos Vellido, en un perfecto contraste entre ambos intérpretes. Con dirección de Juan Carlos Fisher, la ejecución es finísima, con los temperamentos modulados. En los primeros diálogos, Sánchez Gijón sorprende con un naturalismo que combina un aparentemente dulce (y reiterativo) “¿Qué tal tu día?”, con interjecciones bruscas. Se palpa que ella sufre. Lo interesante a nivel dramático, son los solapamientos de tiempos con acciones distintas y unas conversaciones que el espectador duda sobre si han tenido lugar, o si bien ocurren en la cabeza de ella. Uno de los aciertos de Florian Zeller es hacer que el público mimetice el estado de confusión que viven sus protagonistas, colocándoles en el mismo estado de apabullamiento.

En la segunda mitad (menos resuelta por el dramaturgo), la madre se convierte en un Saturno que todo lo devora. Se van sumando condiciones psiquiátricas (histeria, trastorno obsesivo compulsivo, alienación parental, síndrome de Edipo…), en un exceso coleccionista.

La acción se lleva al límite. Álex Villazán es el hijo que comparte ciertas neuras con la madre y Júlia Roch la novia del hijo. Aitana Sánchez Gijón tiene que llevar a su madre al borde mismo, y sorprende cómo es capaz de transitarla desde la dulce actitud pasiva-agresiva al desbordamiento pleno. El escenógrafo Alessio Meloni (Los pálidos, La cabeza de dragón, Los asquerosos, La geometría del trigo …) crea un espacio austero, atravesado por una enorme grieta.

Se trata de una grieta metafórica, emparentada con la propuesta dramática. En estas historias familiares, Florian Zeller nos enseña los descosidos que presenta la sociedad contemporánea. Madres dedicadas a la crianza que sostienen el hogar mientras el marido trabaja, y que una vez los hijos se independizan se topan de bruces con la frustración de no saber qué hacer. Familias acomodadas y desestructuradas que se devoran entre ellos. La visión de Zeller es oscura, porque la solución final siempre pasa por una cama de hospital.

La clá

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La Madre. Tearo Pavón.

Duración: 90 minutos.

Imágenes de Sergio Parra (posado) y Bárbara Sánchez Palomero (escena), cortesía del equipo de prensa.