El Monstruo de los Jardines. Teatro de la Comedia.

Talento, talento, talento. Por las cuatro esquinas, por los costados, lo de la Joven de la Compañía de Teatro Clásico se ha convertido en algo épico. Se está produciendo una confluencia cósmica, una alineación de los astros escénicos que resulta en un producto fresco, modernizador, divertido, rítmico y apasionante.

Las compañías inglesas nos enseñaron hace veinte años que es posible acercarse a las glorias patrias (Shakespeare en su caso, Calderón en el nuestro) con una mirada completamente renovada. Directores escénicos como Declan Donnellan y Deborah Warner montaron en Madrid grandes producciones revisadas sobre clásicos, y muchos en el oficio tomaron buena nota.

Ahora bien, estos veinte años han servido para dar una vuelta de tuerca y lo que ahora puede verse sobre las tablas del Teatro de la Comedia es de una calidad equiparable y diría incluso que, en casos como “El monstruo de los jardines”, infinitamente más interesante y entretenida que algunas producciones que se andan montando en Londres. ¿Cuál es el secreto? Sin duda, el conjunto: la ligazón de todos los elementos. Y voy a empezar por uno de ellos: la escenografía.

Tenemos a los mejores escenógrafos en activo. Y tenemos a directores escénicos y compañías de teatro que llevan apostando años en hacer hueco en la partida presupuestaria al diseño escénico. No es moco de pavo. Las escenografías absorben gran parte del presupuesto de producción. Por eso en épocas de austeridad son habituales los montajes de dos o tres actores, con unas simples sillas sobre el escenario. Afortunadamente, no está siendo el caso. Y tenemos grandes escenógrafos desarrollando su visión artística sobre escena. ¡Menuda suerte!.

Mónica Boromello, arquitecta y escenógrafa, es uno de esos talentos. En “El monstruo de los jardines” ha creado una vegetación frondosa que esconde una cueva, una montaña y un palacio. Juega además a ser un carrusel por el que aparecen y desaparecen figuras por los costados a través de una plataforma giratoria. Boromello ha dejado volar su creatividad y el resultado es una fantasía vegetal que se integra divertidamente con la acción.

Si a este tapiz se le suma la imaginación de Felipe Ramos y el acertadísimo vestuario de Ikerne Giménez, el deleite visual ya es absoluto. No hay más que ver las imágenes de la función de Sergio Parra, que parecen un catálogo de una revista de moda. Las telas a cuadros, los uniformes de aire iraquí, los tonos verdes y rojos contrastando… Hay mucha sabiduría cromática jugando a la par, y el conjunto es moderno y fresco, como la producción.

La dirección es del alavés Iñaki Rikarte que ya se ha consagrado, por mérito propio, como unos de los más interesantes talentos de dirección de escena. Es capaz de deambular con soltura por el clásico y de atreverse con un montaje difícil como es la premiadísima Forever. En “El monstruo de los jardines” ha creado un enredo típicamente calderoniano jugando con el humor y los desencuentros y dando alas a un elenco artístico, el de La Joven que está, simplemente, que se sale. Es un reparto deliciosamente largo, en el que no hay intérprete que no brille con picardía y desenvoltura en algún momento. Son Íñigo Arricibita, Xavi Caudevilla, Cristina García, Ania Hernández, Nora Hernández, Antonio Hernández Fimia, Pascual Laborda, Cristina Marín – Miró, Felipe Muñoz, Miriam Queba, María Rasco y Marc Servera.

La historia es parecida a la de Segismundo, sólo que en este caso se trata de un Aquiles que se esconde, por mandato materno, en una cueva, evitando su destino en las guerras de Troya. El arranque y primer desarrollo de función va como un tiro, tanto que dan ganas de catapultar la obra a un teatro inglés para que se admiren del ingenio de Calderón de la Barca, y del saber escénico y artístico que hemos venido cultivando. El alucine de Pascual Laborda como héroe salido de la cueva, vestido con un traje embarrado, es de un romanticismo pintoresco absoluto. La protagonista, Ania Hernández, hace soñar con esas grandes protagonistas, de carácter y carismáticas. Y todo alrededor de ellos es gozo escénico, desde la canción con pitillo de las dos soldados, o el trío de simpáticos bufones, también los generales “iraquizados”. El texto original, con su lenguaje arcaizado, no es obstáculo para la soltura que despliegan todos los actores en su recitado. Y el genio de Iñaki Rikarte es atreverse a jugar con un escenario bélico, de enredos, meter unos mariachis, y hacer que todo enjuague con frescura, divertimento y altura.

De verdad, que dan ganas de presumir de talento joven. Es ésta una generación que ha crecido artísticamente sobre las enseñanzas del teatro clásico inglés de comienzos de milenio. El resultado es para presumir en escenarios internacionales. Disfrutémoslo, porque lo que nos viene ofreciendo La Joven es de mucho orgullo.

La clá

www.lacla.es

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El monstruo de los jardines. La Joven. Teatro Clásico, Madrid.

https://teatroclasico.mcu.es

Duración aproximada: 120 minutos.

Imágenes de Sergio Parra.