The Prisoner. Théâtre des Bouffes du Nord, Paris. Peter Brook y Marie-Hélène Estienne.

 

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Fotógrafo Simon Annand

 

En París hay muchos teatros que organizan sesión en fin de semana justo después de comer. Son las 15,15 y París enseña su cara imperial, grandes avenidas, tejados grises y enormes monumentos erigidos para conmemorar hazañas. La carretera de circunvalación que lleva a la zona norte de París va transitando hacia un cambio de paisaje. Desaparecen los elegantes monumentos y son sustituidos por grandes moles de pisos en los que reposan zapatos y objetos cotidianos en el alfeizar. Por debajo de las vías de la estación del Norte, el taxi para en un embotellamiento y cuatro mujeres se lanzan sobre los cristales de los automóviles gritando en árabe. Llevan un cartel que dice, en francés, “refugiados de Siria”. El semáforo se pone en verde y ellas se quedan ahí con sus gritos, olvidadas en un barrio que aglutina las dificultades de una inmigración llegada de la pobreza y de las guerras. Ahí, entre vías, se sitúa un teatro de fachada clásica, el Théâtre des Bouffes du Nord, erigido en 1876 para el montaje de operetas y café conciertos, y que un siglo más tarde, en el año 1976, fue cedido a Peter Brook y a su centro de investigación teatral.

En la calle, rostros de las más diversas nacionalidades se pasean por un barrio multiétnico. Dentro, un nonagenario de nacionalidad británica y residencia francesa (desde hace ya décadas), presenta, junto a Marie-Hélène Estienne su último montaje “The Prisoner” (El prisonero). Entrando en el teatro la reflexión es evidente. Peter Brook ha succionado del barrio en que se sitúa el Bouffes du Nord su concepción teatral, en la que los textos adquieren, desde hace ya tiempo, una tonalidad africana y oriental. Lo que jamás hubiera intuido es que el propio teatro por dentro reflejaría al mismo tiempo la propia concepción escénica de Brook. Se revela así que el teatro, por emplazamiento y corporeidad, se mimetiza con los postulados teatrales de este gran creador de la escena.

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Como muchos, he visitado varios teatros y salas escénicas, pero jamás un espacio teatral había causado tan honda sensación. Por fuera la fachada no trasluce el mágico interior del recinto. A la derecha y a la izquierda, según se entra, hay sendos ambigús. Uno funciona como cafetería y el otro como librería con los últimos textos del director. Bordeando la sala central se sube hacia la segunda grada, donde está mi asiento, a través de una escalera serpenteante de madera vieja. Equivoco la altura y de repente me encuentro en una zona privada, en lo más alto, donde los focos y las luces de Philippe Vialatte iluminaran los anocheceres y amaneceres del último montaje de Brook – Estienne. Bajando una planta se accede a través de una puerta a los balcones de la segunda planta, que se han mantenido en un estado de austeridad absoluta. La restauración del teatro (declarado monumento nacional) no ha querido ocultar sus atributos originales. Desde arriba, entre asientos modestos flanqueados por barras de aseguramiento, se refuerza la falsa sensación de vértigo. Recuerdo aquí las palabras de Miguel del Arco sobre su teatro, el Pavón Teatro Kamikaze: “es necesario tener espacios seguros para que las representaciones sean peligrosas”. La analogía es inevitable: ambos teatros perspiran vida, tanto en su interior como en su entorno.

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Desde el segundo piso se proyecta la caja escénica más impactante que he visto jamás. Tras un friso con elementos arabescos se abre un fondo rojo, descascarillado, emparentado simbólicamente con países árabes y con espacios que fueron habitados y luego abandonados. El eco a las teorías de Brook (plasmado en “The empty space”) es inmediato. Cualquier espacio vacío puede convertirse en un escenario, sólo hace falta que una persona lo cruce, mientras otra lo mira, para que se produzca el hecho teatral. Esperando el inicio de la representación se produce, sin embargo, la paradoja. La fuerza del espacio arquitectónico, básico, rudimentario, desconchado, rojizo, hace que los espectadores se sobrecojan. Varios teléfonos sacan fotos de la imagen que se presenta, como si de un monumento se tratase. Este espacio no es fruto de la casualidad, su apariencia aparentemente descuidada, la elección del emplazamiento, todo es parte de una concepción teatral predeterminada.

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The Prisoner es una fábula de aromas arabescos sobre el sentido de la culpa y la redención personal. Un hombre purga el asesinato de su padre sentado en frente de una cárcel, viviendo una vida de eremita. Como en una obra de Beckett aparecerán distintos personajes en ese espacio vacío, con unas ramas, y el rojizo desconchado del fondo. El tío, la hermana, el carcelero… Los intérpretes (como en montajes previos de BrookEstienne), son actores de África y Oriente. Son Hiran Abeysekera, Ery Nzaramba, Omar Silva, Kalieaswari Srinivasan y Donald Sumpter. La mezcla de acentos, la integración de distintas culturas en el hecho teatral sale de los grandes postulados escénicos del maestro escénico. Peter Brook ha tallado el paisaje humano del barrio de la Garde du Norde y lo trasplanta al suelo escénico de su teatro. A sus 92 años ha llegado a un momento de depuración estilística absoluta, expidiendo sus últimos montajes un halo de espiritualidad concentrada, parte por la sobriedad de la puesta en escena, parte por las tonalidades orientales de las historias, contadas en modo de fábula.

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La obra The Prisoner podría colocarse junto a The valley of astronishment (2014) y formar un díptico en la producción de Peter BrookMarie-Hélène Estienne. Quizás sin la fuerza de la producción anterior, debemos considerar que los directores teatrales en ocasiones son pintores que, sobre una serie, trazan distintas visiones con mismos elementos. En The Prisoner se saca un tema universal literario, el de la culpa y la redención. Dostoyevski o Shakespeare flotan en el aire mientras Ery Nzaramba le dice a Hiran Abeysekera que no habrá expiado su culpa hasta que no logre perdonarse a sí mismo

El gran regalo de esta representación fue la salida de los dos directores, Brook y Estienne, al finalizar la representación

La clá

http://www.lacla.es

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Théâtre des Bouffes du Nord

http://www.bouffesdunord.com/fr/la-saison/the-prisoner

Fotografías Simon Annand y la clá.