Historia de un Jabalí o Algo de Ricardo. Teatro de la Abadía.

Aunque todavía a medio gas, la lanzadera teatral entre Madrid y Barcelona está nuevamente en funcionamiento. Gran alegría para todos los que disfrutamos del contagio artístico entre estos dos polos escénicos. Con producción del Grec y Temporada Alta, llega “Historia de un jabalí o algo de Ricardo”, título poco seductor para un montaje que, sin embargo, va bien cargado de atractivo.

Escrita y dirigida por Gabriel Calderón, la pieza se mueve por varios estilos hasta centrar el tiro en el contraste que se produce entre la pieza original de Ricardo III de Shakespeare, y el proceso de representación en tiempos más actuales. Para llegar a ese punto es necesario un mecanismo conductor que no es otro que el propio actor protagonista de la función. Y sobre sus hombros llevará el peso de los juegos y cabriolas que Gabriel Calderón ha inventado para hacer farsa del mundo teatral y del montaje de los clásicos.

Joan Carreras está en el centro absoluto de este montaje. Sentado sobre una silla en el centro de una tarima que hace las veces de escenario sobre escenario, espera displicente mientras el público se acomoda. Lleva traje marrón a rayas, y pose de político británico retratado para la National Portrait Gallery. A ratos emite gruñidos animales. Mezcla en su pose la arrogancia del gobernante (es decir, la del personaje de la función), con la soberbia del propio actor, al que representa en este doble juego de realidades.

Carreras es un actor que se dirige al público en un escenario y que, a ratos, se pelea con los técnicos de la función. Para este juego de teatro sobre teatro, la escenógrafa Laura Clos (Closca) ha ideado una tarima escalonada y estrecha con fondo de tramoya, telón e incluso concha de apuntador. Es un pequeño espacio versátil en el que el actor puede jugar a su gusto, y usarlo en ocasiones como báculo en el que sostener el ritmo de la función. Hábil recurso.

El actor está encabronado, con el público, con los compañeros, con el mundo teatral, y se burla, con ironía, de todo. Le había caído “un Ricardo III”, y se relamía de satisfacción, hasta que la función se dio al traste. Incluso había inventado, nos cuenta, una teoría de creación del personaje, usando para ello la imagen de un jabalí. Se mofa de este tipo de teorías que parece se exigen a cualquier buen actor. La dirección escénica también recibe dardos envenados. El director es incapaz de traer a Shakespeare a tiempos actuales, cree caer en herejía. Pero es una falacia, ningún montaje de hoy se parecería al original, por muy respetuoso que fuese. Montar un clásico es traducir y, por tanto, traicionar. Calderón construye su propia coartada para esta versión libérrima de Ricardo III, que mezcla pasajes del original con las diatribas de un actor excesivo que se siente rodeado de gentes de poco talento.

Es una delicia ver en esta pieza a un Joan Carreras desenfrenado y excesivo en su personaje de actor poco condescendiente. Carreras es uno de esos actores imprescindibles en las temporadas teatrales barcelonesas. De esos que tocan el cielo de las tablas en cada montaje. Le he visto en papeles muy diferentes, desde el infiltrado en aquel mundo sobrecogedor que es el inframundo virtual (L´Inframon, un montaje espectacular en el Lliure) o de marido en lucha de parejas(Marits y Mullers , dirigida por Àlex Rigola en La Villaroel). A Carreras siempre le he disfrutado con personajes construidos a través de su inteligente sutileza. En este jabalí que es el actor desenfrenado, y el propio Ricardo, es una maravilla disfrutarlo en su histrionismo. Sus proezas sobre escena, en este montaje, no tienen fin.

Concebido como un “one man show”, Carreras se divierte haciendo de monologuista de bar buscando la ofensa del público. Y de cómico que caricaturiza a sus compañeros de producción, ya sea director con frenillo, actor promesa o productora joven. A ratos parece un tertuliano desbocado, con toques dandi a lo Francisco Umbral. Y luego, de cuando en cuando, toca tuétano, y deja al público perplejo con los célebres monólogos femeninos de Ricardo III, recitando a Lady Ana, a la Reina Margarita y a la Duquesa de York.

Este jabalí está pocos días de paso por el Teatro La Abadía. No se pierdan el infinito talento de Joan Carreras, para el que Gabriel Calderón ha creado un divertimento a la altura de su maestría.

La clá

www.lacla.es

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Teatro La Abadía

Teatro de La Abadia – Madrid (teatroabadia.com)

Fotografía de Felipe Mena.