Telón de Fondo. Marcos Ordóñez. En librerías.

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El fin de semana reserva siempre pequeños placeres. Uno personal es el de comprar El País y abrirlo por la última página del suplemento de Babelia. Ahí espera la crónica teatral de Marcos Ordóñez. Lo de menos es comprobar si has visto o no la obra, o si coincides en la opinión. En ocasiones es incluso más divertido disentir. Lo más frecuente es no haber visto la obra y la lectura de la columna permite decidir si ir a verla o, cuando es imposible, disfrutar de la escena barcelonesa o londinense desde la meseta.

Para cualquiera que acuda habitualmente al teatro (para los aficionados de la cosa, vaya) es imprescindible leer Telón de fondo, escrito por Marcos Ordóñez y publicado por El Aleph Editores. Ordóñez abre su alma de crítico teatral, su “corazón de comadrona”, y repasa su experiencia profesional (y vital) como narrador de historias del escenario. En el libro recorre sus andanzas profesionales en distintos diarios y publicaciones, contándonos en paralelo el desarrollo del teatro en España. La escena teatral nacional es el resultado de la convivencia de tres tipos de teatro desde los años sesenta: el nacional, el comercial y el subterráneo. No es necesario desdeñar ninguno de ellos, ni siquiera a Jardiel Poncela (con el que muchos empezamos a conocer y asombrarnos con el teatro de críos). La crónica de esta evolución teatral pasa también por el florecimiento de modernos centros teatrales y por la aparición del hecho distorsionador que en ocasiones es la subvención pública. Alaba Ordóñez a la ayuda estatal como propulsora de las artes escénicas, pero a la vez señala sus peligros: da pie a favoritismos y compite (deslealmente) con la iniciativa privada. En cuanto a los espacios teatrales, ocurre como con los centros de arte contemporáneo: hoy han sido puestos en entredicho como muestra del despilfarro de la administración descentralizada. Toda capital de provincia ha querido emular el Guggenheim de Bilbao y el resultado es una blanca caja vacía, como el Niemeyer de Avilés.

Gran parte de Telón de fondo está dedicado, no obstante, a los elementos que conforman el hecho teatral. Ésto es: actores, público, escenógrafos (quizás), director de escena, productores, giras y ensayos, y compañías. También el crítico teatral tiene su papel en la trama. Como elogiador o vilipendiador desempeña una función pública: señala lo resaltable y contribuye a la formación del gusto del público. Con respecto a los protagonistas de la escena, los actores, Marcos Ordóñez muestra su mayor afecto. Son los actores, dice el autor, el centro de la función, la encarnación de la obra y centro de la triple mirada inquisitorial de público, director y crítico. Muchas son las anécdotas que de actores se narran en Telón de fondo para concluir que los actores son probablemente el centro neurálgico de lo que ocurre en el escenario. Para llegar a la maestría de José María Pou, Nuria Espert, Alfredo Landa, Josep Maria Flotats, John Gielgud o Michael Gambon, es necesario, dice Ordóñez, “vivir intensamente”, lo que no significa recorrer el mundo, sino sentir y comprender con intensidad. Algo que sólo se consigue con el conocimiento humano y con mucho trabajo (aunque siempre haya actores con “olfato y brújula” naturales).

Es Telón de fondo también una reflexión ontológica sobre el propio teatro, sobre cuáles son las cualidades que lo hacen tan especial. Dice Ordóñez que el amor teatro, sea como espectador o como protagonista del mismo, se contagia por una tradición histórica, en su caso es resultado de la afición de su padre. El teatro se desmarca de otras artes, como el cine, los libros, o el arte, por su verdad casi alquímica. Cada noche sobre las tablas se produce la transustanciación en la carne de los actores, ofreciendo una representación que siempre será distinta, lo que le da mayor voltaje. Precisamente este tobogán de energías nos ha llevado a muchos a plantearnos cuál es el mejor día para ir al teatro. Ante esta pregunta, y un poco a la gallega, Ordóñez nos ofrece múltiples respuestas. Una de ellas es la de no acudir nunca al estreno (un familiar cercano disentiría de la opinión de Ordóñez: para él, el mejor día para ir es precisamente el del estreno, porque si la obra era mala siempre se podía disfrutar del espectáculo de famosos que ofrecía el patio de butacas). Otra preferencia de Ordóñez es la de leer el texto una vez vista la obra, aunque probablemente vaya en gustos y conocimiento (una opción personal es hacerlo antes, sobre todo cuando estamos ante un enrevesado drama shakesperiano).

Es probable que lo más nos importante que nos ofrezca Marcos Ordóñez en Telón de fondo es, como se apuntaba antes, su visión como cronista teatral: esa mezcla degustador y analista del escenario. Su formación como crítico y su concepción de la profesión es el hilo conductor del libro. Hay ejemplos parecidos en otras profesiones, por ejemplo, el ensayo sobre la abogacía publicado por Miquel Roca i Junyent (¡Sí, abogado! Lo que no aprendí en la facultad). En común, el deseo de mostrar los engranajes del oficio y la generosidad probada al hacerlo. Ordóñez enseña sus utensilios, los secretos de su escritura que consiste en trabajarla y reescribirla, muy al estilo del emblema de la Real Academia Española – “Limpia, fija y da esplendor”.

Hay muchos motivos para recomendar la lectura de Telón de fondo, pero homenajeando al propio autor, se pueden resumir en estos: a) por el tono conductor del libro, cercano y divertidísimo; b) por enterarse de chascarrillos de algún actor; c) por empaparse de jerga teatral (“telegrafiar”, “ensayo suplicado”, “director telefónico”…); y d) porque como la Velasco, Marcos Ordóñez se merece el aplauso.

La clá
http://www.lacla.es

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Telón de fondo. Marcos Ordóñez. El Aleph Editores. 2011.
http://www.elalepheditores.com/es/llibre/telon-de-fondo_14187.html

Imagen:
Portada del libro por cortesía de editorial El Aleph editores. Diseño de Pere Ginard.

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