Ir al teatro en una ciudad que no es la propia es zambullirse en su vida social. La realidad es que los espectáculos escénicos suelen llenarse mayoritariamente con público local. Estar en Barcelona y no ir al teatro siendo aficionado, es perderse algo importante. Primero porque las producciones catalanas suelen estar en lo más alto de la calidad artística. Y segundo, porque se disfruta doblemente integrándose en el ocio de una ciudad poblada de turistas. El idioma catalán es un obstáculo para quien no lo hable. La realidad es que los espectáculos que se ponen en escena en Barcelona son en su mayoría en catalán, pero para quien, como yo, no conozca el idioma, vale la pena intentarlo.
Se trata de elegir sabiamente el espectáculo. “Molt soroll per no res” es una versión de la obra original de Shakespeare “Mucho ruido y pocas nueces”, llevada a escena como musical por los televisivos Ángel Llacer y Manu Guix. La música se compone de clásicos de Cole Porter e Irving Berlin, entre otros. Así que conociendo la trama, las letras originales de las canciones (y estando atento), cualquier madrileño que esté como turista accidental por Barcelona, puede disfrutar enormemente del espectáculo.
Unos minutos antes del inicio, se asoma Ángel Llacer por un codo del escenario con la naturalidad que le ha hecho tan popular. Explica, como quien tiene una tía o un padre mayor que se impacienta, que el espectáculo tiene dos partes, una de hora y media y otra de cuarenta y cinco minutos, las dos igualmente entretenidas. Pide, con tono educado y simpatiquísimo, que se apaguen los móviles, y a los señores les invita a que no escuchen con auriculares el partido Madrid-Barça que se jugará durante el espectáculo. Y anuncia, por último, que el espectáculo que finaliza este mes ya ha colgado el cartel de “no hay entradas”.
Se produce un gran alborozo entre el público, formado por todo tipo de edades. Muchos niños pequeños, menores de diez años, ocupan asientos, junto con grupos de amigos, matrimonios jóvenes y ancianos. La obra está siendo tal éxito que no se la pierde nadie.
Y da comienzo la representación. Se sube el telón y en la parte superior del escenario una Big Band empieza a tocar fragmentos de todas las piezas musicales que irán sonando a lo largo de la función: Let´s do it, Night and day, Love for sale, Cheek to cheek, Begin the Beguine… etc. Junto con este sonoro comienzo en breve aparecen todos los intérpretes que demostrarán, durante toda la obra, que son sólidos intérpretes, magníficos cantantes y estupendos bailarines.
La obra de Shakespeare, una de las comedias más vivas y deliciosas de su producción, se transforma en un divertido musical que hace un guiño absoluto a los años dorados del cine americano. Cuando se coreaba aquello de “That´s entertainment…”, y bailarines como Ginger Rogers, Fred Astaire, cantantes como Frank Sinatra o Gene Kelly y cómicos como los hermanos Marx convertían las películas en un género icónico y clásico. A todos ellos, y a los fabulosos músicos que componían en aquella época dorada, rinde tributo este musical.
“Molt Soroll Per No Res” despierta una emoción absoluta en cualquier buen espectador porque en todo momento expide proyectiles de alegría, buen quehacer y gusto musical.
En la edición de hoy del periódico La Vanguardia, se hablaba de las iniciativas para reconvertir uno de los teatros emblemáticos de Barcelona, el Teatro Principal, situado en pleno Raval. Una de las iniciativas liderada por el actor y político Juanjo Puigcorbé es crear una alianza con el Liceo, de forma que El Principal sea el recinto del género chico musical frente al templo operístico. Se trataría de representar zarzuelas y espectáculos musicales incluso dirigidos a un público “flotante”, como pueden ser turistas. En este reconvertido escenario, “Molt Soroll Per No Res” sería un ejemplo de producción a representar.
Lo que está claro es que el público responde unánimemente cuando se le ofrece una producción en la que se invierte creación y dinero, y donde el escenario se llena de actores bailarines y de cambios de escenografía. Con cada patada al aire de los bailarines al son de Puttin´ On the Ritz de Irving Berlin, Llacer y Guix parecen conjurar el fin del ascetismo escénico.
La clá
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Molt Soroll Per No Res, Teatro Nacional de Cataluña
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