El artista, como objeto, ha sido desde siempre materia con la que los creadores han indagado sobre el acto puro de la creación y sobre la esencia del ser humano. Pintores como Velázquez, Goya, Rembrandt, Bacon, Van Gogh, Picasso… dirigieron la mirilla de sus pinceles hacia sí mismos, mostrando la faz del artista – demiurgo. Picasso, en ese torbellino de absorción, se retrató como divinidad transformadora frente a sus musas. Francis Bacon reflejó su naturaleza torturada, distorsionada. Eduard Munch: los demonios de la angustia, la alienación, las adicciones… El artista se confunde con la obra, y los auto retratos se convierten en espejos de su mirada creadora.
El dramaturgo y actor Alberto Iglesias presenta en el Teatro Fernán Gómez su última pieza dramática, El hombre y el lienzo, interpretada por Javier Ruiz de Alegría. Tiene esta obra una mirada personalísima a su condición de autor, intérprete, ejecutante. En ella, un afamado artista plástico, explica a un público imaginario su proceso creativo, en el que el artista es visto como un soldado más de un ejército de creadores, un individuo que profesa una religión en la que Dios es uno mismo. Las divagaciones se mueven entre episodios cotidianos, colaterales a la acción creativa (la compra de botes de pintura, las declaraciones en una rueda de prensa…), y la soledad del artista.
Imposible no trazar paralelismos entre estas reflexiones y la vertiente creativa de su autor, en especial en su vertiente interpretativa. Alberto Iglesias es uno de los intérpretes más poderosos que hay sobre la escena actual (La Strada, El concierto de San Ovidio, Largo viaje del día hacia la noche…), con una capacidad de mutación asombrosa. El propio Iglesias no huye de esos paralelismos, y su pintor habla del proceso de introspección que luego se refleja en sus lienzos, de ahí que su obra sea una sucesión obsesiva de autoretratos. La diferencia entre el artista plástico y el actor, dice su personajes ficticio, es que nadie paga una entrada para ver al pintor, y el proceso creativo queda recluido a la intimidad del estudio.
Para esta pieza, en la que uno de los aspectos más interesantes es la creación de una obra de arte en vivo, la elección del intérprete ha sido determinante. Javier Ruiz de Alegría es, como Iglesias, artista polivalente. Licenciado en Bellas Artes, es actor y escenógrafo, por lo que las reflexiones del dramaturgo, puestas en su boca y en la mano que agarra el pincel, adquieren una fuerza escénica singular.
Las anécdotas, las reflexiones, la concepción del arte propio van sumergiendo al espectador en el universo de este artista plástico, no exento de mezquindades. No es el hijo perfecto, ni el amigo deseado. La pulsión egocéntrica de la creación lleva a esa especie de reclusión.
Hay innumerables referentes artísticos, literarios y fílmicos que han tomado (como lo ha hecho Alberto Iglesias), como motivo de exploración, al artista en su proceso. De entre todos estos referentes, recuerdo el corto Apuntes al Natural de Martin Scorsese para la película Historias de Nueva York (1989), en la que Nick Nolte interpretaba a un exitoso y narcisista artista plástico. Caracteres que comparte con el atormentado y reflexivo personaje de esta función.
La nueva pieza de Alberto Iglesias puede verse hasta febrero en el Teatro Fernán Gómez, con un trabajo de suma concentración de Javier Ruiz de Alegría, que mezcla su arte plástico con el interpretativo. El texto, escrito desde una mirada analítica, muestra la contradicción entre las grandezas y las miserias de cualquier creador, y la altura y la cotidianidad que se entrecruzan en su trabajo obsesivo, inacabable.
Como aliciente, al final de la temporada se sorteará uno de los cuadros creados por Javier Ruiz de Alegría durante la interpretación de la pieza.
La clá
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El hombre y el lienzo. Fernán Gómez, Centro Cultural de la Villa
https://www.teatrofernangomez.es/actividades/el-hombre-y-el-lienzo
Duración aprox. 70 minutos.
Kendosan Producciones:
https://www.kendosanproducciones.es/el-hombre-y-el-lienzo/equipo/
Fotografía: David Ruiz y Emilio Gómez.
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