“Largo viaje del día hacia la noche”, del dramaturgo Eugene O´Neill, es una obra dolorosa. El viaje hacia la noche es el reencuentro del escritor americano con su pasado. El título de la obra, en su original “Long day´s journey into night”, es en sí una pequeña obra maestra, algo así como la primera frase de “Crónica de una muerte anunciada” de García Márquez.
El punto de partida de la obra americana es el conocido regreso al pasado emprendido por O´Neill en la pieza teatral más autobiográfica de todas las del autor. Ese ejercicio psicoanalítico puede identificarse, al mismo tiempo, con el propio proceso de escritura del texto. No se trata tan sólo de una introspección interior hacia los fantasmas del pasado, sino de un desgarrador trabajo de creación.
Es conocida la anécdota de la publicación de “Largo día…”. O´Neill la escribió en 1941 pero ordenó que la obra no se publicase hasta pasados veinticinco años de su muerte. La razón fue desvelada por el autor en una entrevista: “hay una persona de la pieza que todavía vive…”, dijo O´Neill, en referencia a sí mismo.
La pieza fue dedicada con estas palabras a su mujer en el decimosegundo aniversario de su boda:
“Dearest: I give you the original script of this play of old sorrow, written in tears and blood. A sadly inappropriate gift, it would seem, for a day celebrating happiness. But you will understand. I mean it as a tribute to your love and tenderness which gave me the faith in love that enabled me to face my dead at last and write this play – write it with deep pity and understanding and forgiveness for all the four haunted Tyrones.”
En un día familiar en la casa de campo, la familia Tyrone iniciará una jornada siniestra y condensada de emociones en la que irán aflorando todas las miserias familiares: la adicción al alcohol y a la morfina de sus miembros y, principalmente, el clima de autodestrucción que ha propiciado el declive y la caída a los infiernos de una familia con una buena situación social.
O´Neill es el pequeño de los dos hermanos Tyrone. Es tuberculoso y está alcoholizado, si bien su temperamento artístico hace que sus demonios sean más atemperados. Su hermano, sin embargo, se nos presenta en una caída libre hacia el fondo de una botella. Hiriente, agresivo e incapaz de controlar su impulso hacia el alcohol, vaticina en ese día hacia la noche, su prematura muerte. El padre, un actor retirado gracias a un éxito comercial temprano, ha desarrollado un carácter tacaño, tanto en lo patrimonial como en lo afectivo. La madre, epicentro absoluto de la familia, es un ser indolente, con una agresividad de tipo contenido que le sirve para justificar, en cualquier acto ajeno, su adicción a la morfina.
La conjunción de todos estos caracteres es el perfecto sustrato para el desarrollo de una dependencia enfermiza hacia el alcohol y las drogas. La espeluznante narración que hace O´Neill del día en familia tiene múltiples lecturas. Por supuesto, está la visión psicoanalítica sobre su propia familia. Al mismo tiempo, aparece retratada esa América que otros dramaturgos (como Miller o Williams) romperán en jirones, mostrando las miserias que esconde el afamado sueño americano.
Me quedo con otra de las lecturas del texto. “Largo viaje del día hacia la noche” es una radiografía sobre la causa y los efectos del alcoholismo en una familia acomodada. Explica, de manera casi clínica, cómo y por qué es posible que las fantasías sociales, la permisividad maternal, el cinismo, la soberbia y la autodestrucción conduzcan, de manera irremediable, hacia la autodestrucción física y moral de una familia. “Largo viaje…” es un tratado sobre el alcoholismo y sobre la propia conducta del alcohólico. Ninguno de los cuatro “Tyrones” reconoce abiertamente y sin peros su adicción. Por el contrario, se mueven en un círculo de negación.
No ven en ellos los rasgos de dependencia que, sin embargo, sí reprochan al resto. Y cuando esporádicamente lo admiten, tienden a justificar sus actos en la conducta ajena. El hijo mayor, Jamie, ve en su madre morfinómana una dependencia peor a la suya. La madre, por su lado, atribuye a un parto difícil el sostenimiento de un consumo prolongado de morfina.
Todos estos elementos hacen de la obra una pieza muy trágica de ver. Y exige, casi como imperativo absoluto, que su puesta en escena sea redonda, sin flaquezas interpretativas. Dos grandes, Mario Gas y Vicky Peña han emprendido ese viaje hacia los infiernos, acompañados de Juan Díaz y Alberto Iglesias. Estuvieron en otoño llenando el Teatro Marquina y han iniciado ahora una gira por teatros españoles.
Esta producción es fiel a los elementos clásicos de la obra. Se mantiene el contexto temporal y se acompaña a la interpretación de otros “personajes” simbólicos introducidos por O´Neill en el drama: la niebla y la sirena.
Los cuatro Tyrones están muy acertados en sus interpretaciones, de muy difícil vestidura. Alberto Iglesias hace un trabajo meritorio sacando la irascibilidad de un alcohólico desbocado y mostrando, a ráfagas, el apaciguamiento temporal que el alcohol le da. Juan Díaz incide en los aspectos enfermizos que el propio O´Neill dibujó para él. Mario Gas, como siempre, está intachable, pero por algún motivo no logro adivinarle ese pasado de atractivo galán al que continuamente se hace referencia. Vicky Peña está, una vez más, magistral. Sus ademanes frágiles se van tornando en delirios por efecto de la morfina. Entre medias, la actriz tiene la difícil tarea de evidenciar cómo su actitud pasiva – agresiva ha sido buena causa del alcoholismo de sus hijos. El personaje de Mary es el que más aristas tiene, pasando por todo tipo de estados de ánimo en un corto espacio de tiempo.
En esta producción dirigida por Juan José Alfonso, Mario Gas ha vuelto a participar rescatando un clásico americano. Digno de elogiar es el guiño al pasado que el actor tuvo en el estreno del montaje en Madrid. A esa representación asistieron, por invitación de Gas, los actores que en su día dieron vida al viejo Tyrone, entre otros Pepe Martín.
Otro viaje hacia pasado: la obra ha estado en cartel en el Teatro Marquina, del que es gestor Alberto Closas, hijo del actor Alberto Closas. Y precisamente Closas interpretó en su día a James Tyrone en el Teatro Español, en un montaje mítico que unió a Margarita Lozano y Carlos Hipólito, bajo la dirección de Miguel Narros y William Layton, y que debió ser formidable. A propósito de dicha producción, Rosana Torres entrevistó a Closas para El País.
Si tienen oportunidad de ver esta obra en gira, no se la pierdan. Es un clásico imprescindible puesto en escena con acierto. Ahora bien, les advierto, saldrán con el alma desgarrada.
La clá
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Largo viaje del día hacia la noche. Producciones Iraya.
http://www.irayaproducciones.com/
Imágenes del montaje, por cortesía de la productora Iraya.
Reproducción de «La morfina» de Santiago Rusiñol. Cuadro imprescindible que puede verse en el Museo Cau Ferrat en Sitges: http://museusdesitges.cat/es/museo/cau-ferrat/museo-del-cau-ferrat
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