Cheek by Jowl es una de las compañías inglesas que tiene a bien honrarnos con su visita casi cada temporada. Madrid les acoge ya con absoluta devoción, incluso cuando lo hacen con propuestas arriesgadas como es el montaje de “Measure for measure” de William Shakespeare, en una producción conjunta con el Teatro Pushkin de Moscú. Una compañía inglesa dirigiendo a una rusa en montaje coproducido, entre otros, por el Centro Dramático Nacional. Un exceso de nacionalidades, sobre el que el CDN ha montado su ya conocido ciclo “Una mirada al mundo”.
Algunos devotos de Cheek by Jowl, entre los que me encuentro, temblamos ante el reto. Una cosa es ver un montaje contemporáneo y rompedor de Shakespeare en su idioma original, y otra es hacerlo en ruso. La experiencia bien podría ser un fracaso (por pura incomprensión), pero Declan Donnellan es un artista de la dirección escénica y ha salido nuevamente victorioso.
En los montajes contemporáneos la dirección escénica pasa casi desapercibida. El trabajo que contempla el espectador parece el mero resultado de un grupo de actores en escena, acompañados por algún elemento escenográfico. La “mano del director” no se percibe o no se deja notar.
No ocurre así con los montajes de Donnellan donde todo en el espectáculo es pura elección escénica. Es cierto que cualquier texto de Shakespeare exige un posicionamiento claro en su dirección, lo que pasa necesariamente por la edición del texto, la elección del contexto, la adaptación del drama, los giros de determinados personajes, etc.
Los montajes de Cheek by Jowl suelen ser un prodigio de máquina bien engrasada, donde los actores brillan en los soliloquios, pero donde siempre se percibe un laborioso trabajo en escena. En el montaje de “Medida por medida” (2013/2014), Donnellan decide sacar el máximo partido a ese conocimiento del movimiento en escena. Los primeros minutos de arranque es una danza escénica del conjunto actoral. Como si fuera una coreografía de un espectáculo de Maurice Béjart, los actores se mueven en manada, o en nido de abejas. El resto de la función (al menos hasta la tercera parte donde el movimiento de los actores se desagrega y dispersa), es un baile grupal del que salen escupidos los personajes que lideran cada escena.
Este recurso al movimiento para un espectáculo en ruso (y al que sólo algunos eruditos pueden llegar a disfrutar en su totalidad) es un total acierto. La distancia que crea la sobreimpresión de subtítulos, se compensa con esta atención constante que se exige al público para apreciar los movimientos sobre escena. Se diría que Donellan ha querido que, como en una ópera, en la que el drama se apoya en la música, el teatro discurra sustentándose en otras artes escénicas, el baile y la coreografía.
Como añadido, el espectáculo de Cheek by Jowl y el Teatro Pushkin logra que el espectador realice un hallazgo sobre la fuerza del teatro y de sus elementos. Aún siendo una producción en ruso, es posible apreciar los matices de interpretación y las elecciones sobre escena que ha realizado su director.
En Medida por medida, Shakespeare narra la historia de un Duque que, aquejado de una crisis personal y de gobierno, decide ceder el poder de manera temporal a Angelo, que actuará de delegado. En una ciudad, Viena, donde la depravación y la corrupción se han asentado, Angelo decidirá aplicar de manera severa la ley. De esta forma, castigará de manera ejemplificativa las relaciones prematrimoniales de Claudio con su prometida, condenándolo a muerte. Su hermana novicia, Isabella, intercederá ante Angelo para salvarlo. Angelo, cegado de pasión al conocerla, la colocará ante el dilema de elegir entre la vida de su hermano y la pérdida de su virginidad. Entretanto, el Duque, haciéndose pasar por un religioso, conocerá los entresijos de la historia y tratará de enmendar a Angelo exponiéndolo finalmente a la sociedad.
El título de Medida por medida tiene que ver con el castigo asociado al delito, pero también con la idea de equilibrio que contrasta con el radicalismo de la personalidad de los protagonistas del drama. Isabella es un personaje estricto, obsesivo, casi absolutista, y con un gran poder de persuasión (más allá de su joven físico). Angelo es un burócrata reprimido que, encarado con el vicio que él mismo denuncia, opta por valerse de su poder para saciar su pasión. El Duque es el personaje más ambiguo y misterioso. En parte es un Hamlet sometido a las dudas de su propia persona que, no se sabe muy bien si por una crisis personal o de gobierno, decide ceder su poder para monitorizar la gestión pública que realizará Angelo.
Declan Donnellan aprovecha el elemento ruso para hacer una lectura contemporánea del drama shakespeariano que ha conocido producciones anteriores muy notorias, como la de Peter Brook en 1950 con John Gielguld en el papel de Angelo. Isabella, representada con la pasión que el personaje merece por Anna Khalilulina, se asocia inconscientemente con una heroína comunista. La interpretación de Khalilulina tiene algo de grito y recuerda, con el hábito, a la “Montserrat gritando” del escultor Julio González. Angelo es el funcionario que representa lo peor de la Rusia burócrata: el abuso de poder y el enmascaramiento de los delitos de estado. Andrei Kuzichev consigue irradiar ese miedo que genera el poder arbitrario de la autoridad con una presencia fría y distante que pronto se torna en obsesión por Isabella. En cuanto al Duque, Donnellan opta por subrayar su ambigüedad, y lo presenta como un hombre blando, con poca personalidad, sucumbiendo incluso a una atracción homosexual. No convence del todo esta representación. La producción de Medida por medida acorta además uno de los más bellos soliloquios del original de Shakespeare y que pertenece precisamente al Duque: aquél que reflexiona sobre el irracional temor a la muerte, con una visión terriblemente moderna (escena 1, acto 3).
Mención especial al retrato de Lucio que ofrece Alexander Feklistov, ese tipo extraño omnipresente a lo largo de la obra y que acaba por ser cabeza de turco por los excesos de toda una ciudad. Feklistov perspira oficio actoral y en sus ademanes de bufón descreído que se contonea con soltura se adivinan muchas tablas.
El breve fin de semana que Cheek by Jowl y el Teatro Pushkin estuvieron en la capital supo a poco, pero sirvió para constatar que la compañía británica sigue contemporizando a Shakespeare y a otros maestros del teatro isabelino y jacobino con excelentes resultados. Suyo es uno de los montajes más impactantes de los últimos años, “´Tis pitty she´s a whore” que pudo verse en el Matadero.
La fuerza de Cheek by Jowl probablemente radique en la posibilidad de investigar como compañía estable. En tiempos de micro mecenazgo, en su página web se ofrecen formas de colaboración y sustento que pasan por ser “amigo” o incluso “patrono” de la compañía. En Madrid, y desde que Mario Gas (entonces al frente del Español), afianzara una alianza con la compañía británica, el público ha tenido la suerte de disfrutar de sucesivos montajes (The Changeling, Cymbeline…). Ahora, el Centro Dramático Nacional ha dado continuidad a ese noviazgo que esperemos dure muchos, muchos años.
Una mirada al mundo. Centro Dramático Nacional. Medida por medida, de William Shakespeare. Cheek by Jowl y Teatro Pushkin de Moscú.
http://cdn.mcu.es/programacion/temporada-actual/
Cheek by Jowl:
Imágenes de la representación por cortesía del Centro Dramático Nacional.
Referencias:
Measure for measure. William Shakespeare. Edición de The Royal Shakespeare Company 2010.
Imagen de “Montserrat gritando”, Julio González. Museo Nacional de Cataluña.