Los recitales de poesía parecen cosas de antaño. Y lo cierto es que son experiencias escénicas sobrecogedoras. La exposición, para quien recita, es máxima. No hay artificio, ni trampa ni cartón. Sólo texto y voz.
Gracias al Teatro Pavón Kamikaze y al Festival de Otoño a Primavera, es posible ver en días muy selectos a la gran actriz Irene Escolar recitando a Federico García Lorca. Una hora larga leyendo los rasgados versos del granadino, sacados de sus trabajos poéticos y de su teatro.
Irene Escolar, valiente, se enfrenta al público con el mismo ánimo que lo hizo el poeta en su estancia en Nueva York:
“(…) De todos modos hay que ser claro. Yo no vengo hoy para entretener a ustedes. Ni quiero, ni me importa, ni me da la gana. Más bien he venido a luchar. A luchar cuerpo a cuerpo con una masa tranquila porque lo que voy a hacer no es una conferencia, es una lectura de poesías, carne mía, alegría mía y sentimiento mío, y yo necesito defenderme de este enorme dragón que tengo delante, que me puede comer con sus trescientos bostezos de sus trescientas cabezas defraudadas. Y ésta es la lucha; porque yo quiero con vehemencia comunicarme con vosotros ya que he venido, ya que estoy aquí, ya que salgo por un instante de mi largo silencio poético y no quiero daros miel, porque no tengo, sino arena o cicuta o agua salada. Lucha cuerpo a cuerpo en la cual no me importa ser vencido. (…)”
Extracto de la conferencia sobre Poeta en Nueva York. Federico García Lorca, 1929 – 1930.
Esta entrada es sólo el calentamiento. Como si fuese un camaleón que muda de piel invisible, Irene Escolar se enfrenta a los grandes personajes teatrales de Lorca. Es madre y novia cuando recita los versos finales de Bodas de Sangre:
Y esto es un cuchillo,
un cuchillito
que apenas cabe en la mano;
pez sin escamas ni río,
para que un día señalado, entre las dos y las tres,
con este cuchillo
se queden dos hombres duros
con los labios amarillos.
Extracto de Bodas de Sangre. Federico García Lorca, 1931.
Salta luego a Doña Rosita la soltera, al célebre monólogo en el que reconoce su amor imposible y su vida en soledad, señalada por no haberse casado. Un modernísimo Lorca habla en esta obra, como lo hará en Yerma, del sufrimiento de la mujer que no casa, que no tiene hijos, que no cumple. Es quizás el único papel en el que falta una brizna de hondura interpretativa para entender esa prematura vejez. Brizna, halo o entendimiento que una veteranísima Espert bordó en su discurso de aceptación del Premio Princesa de Asturias. No se lo pierdan en este enlace de Televisión Española: http://www.rtve.es/alacarta/videos/premios-principes-de-asturias/discurso-nuria-spert/3766558/
Pero el camaleón no ceja, e Irene Escolar se embarca inmediatamente después en la mujer luchadora, no sumisa, y arranca en ella la bestia animal. La rabia de la joven Yerma que deseándolo poderosamente no consigue concebir. Con una furia enorme, Irene Escolar espeta a la vieja sus deseos de tener varón:
YERMA. Yo no pienso en el mañana; pienso en el hoy. Tú estás vieja y lo ves ya todo como un libro leído. Yo pienso que tengo sed y no tengo libertad. Yo quiero tener a mi hijo en los brazos para dormir tranquila y, óyelo bien y no te espantes de lo que te digo, aunque yo supiera que mi hijo me iba a martirizar después y me iba a odiar y me iba a llevar de los cabellos por las calles, recibiría con gozo su nacimiento, porque es mucho mejor llorar por un hombre vivo que nos apuñala, que llorar por este fantasma sentado año tras año encima de mi corazón.
Avanza el recital con referencias a la tierra y a los amores, e intercalando extractos de la célebre biografía del poeta de Ian Gibson. Y me detengo en la habilidad del historiador en sacar de la madeja lorquiana hilos que conducen a nuevos personajes. Emocionante es la narración leída por Irene Escolar sobre el final biográfico de la pareja de Lorca, Rafael Rodríguez Rapún, muerto en el frente un año después que el poeta.
Como breve y mínimo interludio, el montaje incluye la reproducción de una canción con versos lorquianos, “El pastor bobo”, interpretada por Nao Albet. No sé si Irene Escolar necesita ese interludio para replegarse y coger fuerzas, lo dudo, porque tiene bien dominada la batalla. Por eso, si simplemente es una licencia musical, bien estaría que fuese en directo. Sencilla, con una guitarra y una voz tenue.
Finaliza el espectáculo con una carta de Lorca a sus padres, escrita con la emoción de un joven estudiante ante su suerte por vivir en la Residencia de Estudiantes. Si alguien en el público no ha tenido el nudo en la garganta durante todo el recital, es en este momento cuando sucumbe. Aplausos, ovaciones y los espectadores en pie para celebrar el regalo interpretativo de Irene Escolar.
En el momento del reconocimiento, la actriz, grande, pide con gestos de pajaritos en las manos que enciendan las luces, que quiere ver las caras de su público, quiere mirar a los ojos a aquéllos que han vivido, al borde de la emoción, los personajes y los versos de Lorca.
Quedan un par de días en el Teatro Pavón Kamikaze para disfrutar de este tesoro. No digo más.
La clá
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Teatro Pavón Kamikaze
Residencia de Estudiantes, Madrid:
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