El Liceu de Barcelona ha asombrado esta temporada con el estreno absoluto de L´enigma di Lea, una nueva producción operística a cargo del compositor Benet Casablancas sobre libreto adaptado del cuento mítico escrito por el narrador y ensayista Rafael Argullol, y dirección escénica de Carme Portaceli. Trío de ases para una puesta en escena absolutamente epatante.
La historia está escrita como cuento mítico, es decir, en una confluencia entre realidad y mito, en el que Lea (interpretada por la soprano Allison Cook), es una feminidad errante, puro instinto que, tras ser poseída por un ser superior o deidad, se ve condenada a vagar. En esa errancia está acompañada, casi custodiada, por dos monstruos perversos, Milleocchi (Felipe Bou) y Millebocche (Sonia de Munck), que vigilan a este ser idolatrado, recordándole en todo momento que pertenece a la deidad. En su vagar sinsentido, marcado por un destino infinito sin más objeto que el de ser venerada (y no tocada), conocerá a Ram, el sonámbulo (José Antonio López), un individuo totalmente opuesto a su condición. Si Lea es lo corpóreo, la sensualidad y el deseo, Ram es pura racionalidad, un sonámbulo que escapó a la muerte, y fue por ello castigado a caminar sin descanso, renunciando a los sentidos. El castigo de Ram es ser ahora hielo y pura razón. El encuentro con Ram se ve precedido por el anuncio de las tres damas de la frontera (interpretadas por Sara Blanch, Anaïs Masllorens y Marta Infante). El primer encuentro finalizará abruptamente con la intervención de Milleocchi y Millebocche, pero estos dos seres áureos volverán a coincidir, esta vez en la Institución Outsiders, regentada por el Dr. Schicksal (Xavier Sabata), y en la que habita un coro de individuos. La narración épica se desarrolla a partir de ahí, precipitándose hacia un final que traerá una segunda oportunidad a los protagonistas.
El texto, que ha sido editado por Acantilado, es una maravilla lírica, y fue concebido por su autor, Argullol, bajo la luz de sus postulados estéticos, en los que el contraste entre razón y sentido se fusionan. Los coros, como mitificación de la masa, o de la humanidad, le sirven también a este intelectual para reflexionar sobre el sentido de muchedumbre deshumanizada. Canta el coro…
“Nuestras existencias son vulgares (…) y no debemos alimentar la vana sospecha de que una vida de otro tipo pudiera ser posible (…) porque nos tranquiliza que los hombres sean marionetas en un guiñol fantasmal.”
A una historia sublime, con un texto de una sabiduría profunda, y de un lirismo apabullante, le acompaña una puesta en escena muy “furera”, y que fusiona a la perfección con la narración épica. La escenografía es de uno de los grandes maestros escenógrafos, Paco Azorín. Este creador recurre en este montaje a elementos muy entroncados con la estética de La Fura dels Baus, compañía que seguramente hubiera codiciado semejante encargo. Azorín logra recrear perfectamente un espacio vacío de tiempo, habitado por seres monstruosamente atrapados por los destinos atribuidos a su condición mística. En ese entorno, la vida se configura en torno a rejas, y cubículos que son prisiones. El peligro acecha constantemente, y las tonalidades son oscuras: negros y grises contrastan con la sangre que salpica a algunos personajes.
Bajo esta estética, el poderío de esta ópera se consigue gracias a una poderosísima dirección escénica, en la que los intérpretes musicales desarrollan unas habilidades actorales superlativas, a la altura de cualquier gran montaje teatral. Allison Cook es una bella y atormentada Lea, José Antonio López se pasea hierático, mientras que Xavier Sabata divierte con el histriónico Dr. Schicksal. Sonia de Munck y Felipe Bou, como los monstruos Milojos y Milbocas, expiran un vaho terrorífico a su paso. Los movimientos en escena de los protagonistas, su gestualidad absoluta, y la maravillosa escena de baile, contribuyen a la altura de esta producción sobresaliente.
La partitura, a cargo de Benet Casablancas, un músico consagrado y muy reputado fue quizás el elemento que provocó una más pesada digestión en el público, debido a su contemporaneidad y abstracción. Frente a las melodías italianizantes, Casablancas ha compuesto una partitura acorde a esta narración en los confines de lo real, y que Allison Cook convierte en épica con su maestría vocal para la ópera contemporánea.
En tiempos en los que la tecnología escénica es avanzada, y la calidad de intérpretes alta, es raro salir del teatro con sensación de noqueo y apabullamiento. La producción del Liceo de Barcelona provoca estos dos efectos, que sólo pueden elevarse aún más con la lectura del emocionante libreto de Rafael Argullol.
La clá
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Liceo Barcelona
https://www.liceubarcelona.cat/
Fotógrafo A Bofill
Un último apunte para el Liceu de Barcelona: la grabación de un montaje escénico no debe nunca menoscabar la experiencia del espectador. O se eligen medios que no impidan la correcta visión, o se opta por grabación sin público. El empleo de cámaras móviles en una función de una estética tan bella impidió el pleno disfrute embelesado. A favor 100% de la grabación de producciones escénicas, pero sin perturbar la experiencia de quien ocupa la butaca.
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