Todo el tiempo del mundo. Escenario 0. HBO España.

La casualidad quiere que vea Todo el tiempo del mundo en el fin de semana otoñal en que nos regalan una hora por prescripción europea. Caerán las hojas de los árboles, pero el otoño nos devuelve esa hora arañada durante la cálida primavera, no me digan que no es una razón más para adorar esta época del año.

Y en esa hora de regalo, he podido disfrutar de la pieza teatral escrita por Pablo Messiez y llevada a la pantalla por Escenario 0, la producción de HBO España dedicada, por obra y gracia de Bárbara Lennie e Irene Escolar al teatro.

Seguro que a Messiez le divierte el juego de que alguien pueda disfrutar de su pieza teatral en una hora que surge como artefacto de magia con sólo atrasar las manillas de los relojes de casa. Con el tiempo andan jugando también todos los gobernantes europeos, disponiendo de nuestras horas al tambor de la lucha contra la pandemia. Quizás algunas de las personas sumidas en la desesperanza que azota estos meses, lo son por percatarse de que el tiempo, en realidad, no es suyo. Su madrugada ya no es ni de los amigos, ni de la calle, se encierra en casa, al calor de la soledad.

En 2017 su pieza teatral Todo el tiempo del mundo fue candidata a siete premios Max, razón más que suficiente para apostar por esta obra para llevarla a la pantalla en la producción audiovisual de HBO España en torno a dramaturgia contemporánea.

Messiez creó una historia de tintes autobiográficos a través de Flores, un dependiente de una zapatería a quien, de noche, como fantasmas dickensianos, se le aparecen personajes de su propia vida para hablarle de su presente, pasado y futuro. La historia combina el realismo mágico de novelas como Pedro Páramo, en el que vivos y muertos conviven en historias individuales que se tornan colectivas cuando se unen por hilos familiares. En esa nebulosa de no saber si su protagonista, Flores (inmenso Íñigo Rodríguez-Claro), está vivo o muerto, surge el homenaje hacia la imaginación sin barreras de grandes maestros latinoamericanos que supieron juntar todos los tiempos en uno, como si se tratara de un álbum familiar.

En la historia de Messiez también hay ecos hacia Charles Dickens, y su cuento navideño, en el que el protagonista llega a la epifanía gracias a los viajes personales en el que le zambullen espectros de diferentes tiempos. Así también es Flores, visitado por su madre, su mujer, su hija…

La producción audiovisual mantiene el sabor setentero de tejidos con geometrías  pop art, pero regala un alucinante blanco y negro, con fotografía de Álex García Martínez. La tienda de zapatos es un recinto amplio, que parece el lobby de esos enormes edificios que retrataba Hitchcock en sus películas. Y la dirección corre a cargo del propio Messiez y del director Carlos Marqués-Marcet, combinando el arte y la sabiduría de ambos oficios. El resultado es un episodio singularísimo, de bellísima orfebrería, que logra lo más importante, mantener la atención sobre los diálogos de un elenco excelso formado por habituales de Messiez: Íñigo Rodríguez-Claro, Carlota GaviñoJosé Juan Rodríguez, María MoralesMikele UrrozOscar Velado y Rebeca Hernando.

Íñigo Rodríguez – Claro se convierte en ese personaje kafkiano a la búsqueda de sí mismo en una interpretación hondísima, a través de la cual surgen las reflexiones en torno a la angustia, la vida, el pasado, la familia y sobre todo el tiempo. “Si todo el tiempo del mundo se juntara en un instante”, dice Flórez, “a lo mejor algo estaría más claro”. Es el centro neurálgico de este drama, a partir del cual Messiez ha creado una zapatería y una serie de planos superpuestos familiares para un dependiente asfixiado por un grito atragantado en la garganta.

La proeza de Pablo Messiez es que sus indagaciones filosóficas se envuelvan con lazos de humor, que desperdiga entre sus actores, sabedor de sus dotes. Carlota Gaviño crea ese personaje alocado que se traba y sufre con las palabras. Su marido, José Juan Rodríguez, le da liviandad al peso de la obra. Y el visitante masculino que decide probarse, con las piernas peludas, los zapatos de mujer, trae también ecos de humor buñueliano.

Los zapatos son elemento de fetichismo, pero también de tristeza, como lo es la ropa de los muertos, desprovista de los volúmenes que antes la rellenaban. En cualquier museo del holocausto, los zapatos o las gafas acongojan más que las pistolas de los nazis. Messiez encuentra en los zapatos el objeto que mantiene el halo de quien los calzaba, y el símbolo del caminar, que no es si no avanzar con movimiento en el tiempo.

Para María Morales es el papel de Nené, la compañera de trabajo que con su sabiduría e intuición consigue atenuar la asfixia existencial de Flores. Su rostro es de una calma inconmensurable y sus diálogos alcanzan una belleza lírica emocionante. Breve y bello también es el pasaje para la hija, Mikele Urroz. Rebeca Hernando confecciona con su tez dura la intuición de años duros de secretos finalmente confesados.

Sobre el tiempo continuó Messiez indagando en otra obra maravillosa, ‘El temps que estiguem junts’, producida por el Teatre Lliure un año después, en 2018.

El episodio, Todo el tiempo del mundo, producido por José Luis Escolar y dirigido por Pablo Messiez y Carlos Marqués-Marcet para Escenario 0 no es sólo un revelado del montaje de 2018, es en sí una poderosísima creación audiovisual en blanco y negro, con un elenco de actores tan versátiles y emocionantes como en su original escénico.

Volviendo a estos tiempos de recogimiento y de envite contra el dominio del tiempo, la escritura de Pablo Messiez nos recuerda que al final, amar es detenerse. Disfruten de sus seres queridos, de su presente, y háganse dueños de nuevo de su tiempo.

La clá

www.lacla.es

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Imágenes de la producción audiovisual, cortesía de HBO España.

Imágenes de la producción para el Pavón Teatro Kamikaze de Vanessa Rábade.