
Hay montajes teatrales que hacen diana, y es un placer verlos de vuelta después de una gira que es como una peonza que no para de rodar. La veterana compañía Ron Lalá, en coproducción con la Compañía Nacional de Teatro Clásico, vuelve a Madrid con Andanzas y Entremeses de Juan Rana. El montaje se estrenó el día de San Valentín de 2020 en el Teatro de la Comedia, y ahora vuelve al Teatro La Abadía después de recibir aplausos y elogios en varios teatros y ciudades.
El recinto les va que ni pintado para este divertimento que parte de un juicio inquisitorial a Cosme Pérez (1593-1672), más conocido por Juan Rana, comediante del Siglo de Oro. Ron Lalá tiene la virtud de saber adaptar sus montajes al entorno, y el escenario de la Abadía permite hacer guiños divinos con su estética religiosa. Sobre escena cinco de los habituales cómicos de la compañía: Juan Cañas, Daniel Rovalher, Diego Morales, Íñigo Echevarría y Fran García, que se alternan en papeles de inquisidores, pintores, autores y comediantes.
Bajo el manto de un juicio inquisitorial se somete a Juan Rana a examen o, más bien, a sus andanzas artísticas. El juego es doble, y en realidad se juzga la visión fanática que siempre existe en cualquier sociedad hacia la risa y el arte de los cómicos. Las pruebas en este juicio se convierten en un repaso, en forma de entremeses, de algunos episodios de la vida de Juan Rana. Al cómico se le acusa de blasfemo, tunante y de bobo.

La obra en torno a este cómico rescatado es el resultado del oficio de la compañía Ron Lalá, que lleva años practicando la esencia de su teatro: música, humor, rimas… Se han atrevido con el clásico, actualizándolo y jugando con sus postulados, haciéndolo moderno y actual y, de paso, atractivo para nuevos públicos.
Como buen montaje, en Juan Rana prima lo colectivo, es decir, el trabajo de muchos. Por supuesto, de su autor, Álvaro Tato que ha amalgamado la historia en una única trama en la que se suceden pasajes breves de entremeses como Los galeotes (Jerónimo de Cáncer, 1649), El retrato vivo (Agustín Moreto, 1661), El toreador (Calderón de la Barca, 1661), El infierno (1651) o El triunfo de Juan Rana (Calderón de la Barca, 1672). Son entremeses cantados, y en esta versión la música es mortero de la pieza, con los arreglos de Yayo Cáceres, Juan Cañas, Miguel Magdalena y Daniel Rovalher. Las piezas cantadas hacen las delicias del público que tiene hambre de jolgorio y musicalidad. Las canciones se mueven en géneros dispares, desde el cantar maño hasta la chirigota gaditana, dando gracia a las disparatadas aventuras del actor Juan Rana.
El cuadro de esta ficción cantada está pintado en marrones y rojizos, con divertido vestuario de Tatiana de Sarabia, en el que no faltan bongos en forma de pechos, o máscaras con cornamentas. La iluminación está sabiamente trabajada por Miguel Ángel Camacho, que es capaz de recrear ese claro oscuro tan propio de Velázquez. Genial, por cierto, el pasaje en el que Juan Rana (Diego Morales) se convierte en lienzo pictórico.

De las jácaras y entremeses creados por Ron Lalá destaca su guiño hacia la esencia del género, que es lo popular, es decir, aquéllo con lo que el público se puede sentir identificado. Geniales son los versos dedicados a la covid19, que surgen como interjecciones de los personajes: “no quiero manos sin gel, ni boca sin mascarilla”, dice uno de los juzgadores.
El bis de Ron Lalá por Madrid, en el Teatro La Abadía, ha sido una fiesta para el público, que ha reído con ganas sinceras y al que se podía ver zapateando y moviendo cabezas al son de la música.
Meritorio es el trabajo de la compañía reavivando el género y modernizándolo. Hay mucha vocación educativa en ese empeño y se nota incluso en los materiales que ha producido la compañía, como el cuadernillo digital que explica tanto el montaje como el tipo de teatro practicado en los entremeses. Si Juan Rana recala por su ciudad no duden en ir a conocer a este figurín del siglo de oro.
La clá
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Imágenes de David Ruiz, cortesía de Ron Lalá.
Duración aprox.: 90 minutos.
Ron Lalá