Se reestrena “La piedra oscura”, éxito de la pasada temporada teatral. La pieza fue galardonadísima en los Premios Max 2015 con cinco “manzanas” a mejor dirección, autoría dramática, espectáculo, iluminación y espacio escénico. El Teatro Galileo ha apostado por reestrenar esta obra sobre la guerra civil española. La historia supura sangre, sudor, tierra y mucho dolor. Cuenta los últimos ¿días? / ¿horas? de Rafael Rodríguez Rapún, el que fue compañero y amante de Federico García Lorca, durante su encierro en un hospital militar de Santander. Rapún murió un año después que el poeta, casualidades funestas, en un mismo día de agosto.
El dramaturgo Alberto Conejero ha imaginado lo que fueron esos últimos instantes de vida de Rapún, herido física y emocionalmente, pero conservando vitalidad suficiente para proclamar su relación con Lorca, para tratar de escapar a una irremediable condena a muerte. Enfrente, un joven soldado del bando nacional, Sebastián, con dieciocho años recién cumplidos. Un chaval temeroso, atormentado por la muerte de la madre en un ataque durante la guerra.
La obra “La piedra oscura” roba el título a una (perdida) pieza teatral de Lorca. Roba también parte de la biografía del poeta, poniendo en el centro a uno de los hombres que más le marcarían, Rafael Rodríguez Rapún, y a partir de ahí construye una historia con el horror de la guerra como fondo. El argentino Pablo Messiez ha puesto en escena esos fragmentos de metralla que son los diálogos entre Rapún y un ficticio carcelero y enemigo, de nombre Sebastián, que comparte nombre con el patrono de Cadaqués, aquel santo bajo el que Dalí y Lorca enmascararon su atracción refiriéndolo en su correspondencia.
El texto corre a un ritmo discontinuo a través de pasajes entrecortados que van incrementando la tensión dramática y la sensación de ahogamiento: esa certeza del espectador de que la historia (la conozca o no) acabará en tragedia. El personaje de Rapún lo dibuja Conejero como probablemente debió ser. Un tipo vital, corpulento, fuerte y enérgico, física e ideológicamente. Se dice de él que era un mujeriego hasta que fue atrapado por el atractivo de Lorca.

Lorca y Rapún, Imagen de Fundación Federico García Lorca
Alberto Conejero ha escrito una historia verosímil y que despliega sentimiento y viveza. Inclinada ideológicamente hacia el bando republicano, la obra habría ganado más mostrando el horror en cada uno de los dos bandos y huyendo de cierta idealización. Se hubiera reforzado así el sentimiento de horror del enfrentamiento civil, con independencia de la trinchera desde la que se mire. Pese a este desequilibrio, la obra genera un vértigo absoluto. Rapún fue estudiante de ingeniería de minas, actor y secretario de la compañía teatral La Barraca, y la guerra civil reescribió su futuro, convirtiéndolo en soldado y teniente. Este aspecto es probablemente el material precioso que ha destilado Alberto Conejero en la escritura de “La piedra oscura”. Su réplica, Sebastián, es por el contrario un muchacho débil de carácter, sin oficio y con una tímida vocación hacia la música.
No premiaron los Max a dos de los artífices del éxito de “La piedra oscura”, que son sus dos intérpretes: Daniel Grao (Rapún) y Nacho Sánchez (Sebastián). Hay ocasiones en que el texto supera a los actores, y otras en las que los intérpretes son capaces de elevar una historia buena hasta convertirla en algo emocionante. Con papeles diametralmente opuestos, Grao despliega la fuerza de un dragón herido de muerte y aprisionado, mientras que Sánchez perspira terror por todos los costados. Miedo a sus compañeros de filas, al prisionero y a sí mismo. En una obra en la que el riesgo es caer en excesos, Grao y Sánchez han encontrado la medida justa a sus personajes, midiendo las fuerzas de cada uno. Grao valiéndose de las heridas de Rapún, y Sánchez de los atisbos de adolescente de un soldado que quiere volver a ser civil. La mano ponderada de Pablo Messiez sobre el tono y los latidos de la obra se hace sentir.
Impactante (y premiada) es también la escenificación de la producción a cargo de Eliza Sanz (escenografía y vestuario) y Paloma Parra (iluminación). El espectador entra en un patio de butacas plagado de camisas blancas manchadas de barro y sangre, con un escenario en tonos oscuros. La guerra anula el color, convirtiéndolo todo en tierra y sangre. Así aparecen los protagonistas de la historia, con ropas maltrechas, manchados de sangre seca y con el rostro cubierto de barro y sudor.
“La piedra oscura” recuerda que la guerra mató a uno de los genios literarios de nuestra historia y que su genialidad y su obra quedaron cercenadas con treinta y ocho años. Cuenta cómo un futuro ingeniero de minas, mujeriego y vividor, cambió un oficio por un campo de batalla. Y, por último, habla de un muchacho de apenas dieciocho años cuya adolescencia ha sido pisoteada por las bombas y los fusiles.
La clá
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Teatro Galileo
http://gruposmedia.com/cartelera/la-piedra-oscura/
Imágenes por cortesía del Teatro Galileo y Grupo Smedia.
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