“Played in Britain: Modern Theatre in 100 Plays 1945 – 2010”. Aplicación para el ipad del Victoria & Albert Museum (Londres). TERCERA PARTE.

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Simon Callow, narrador de la App «Played in Britain» del V&A

Llega la tercera y última parte de la reseña de la aplicación “Played in Britain: Modern Theatre in 100 Plays 1945 – 2010” para dispositivos móviles publicada por el  museo británico V&A (Victoria & Albert Museum).

Los últimos dos decenios narrados en esta “App.” cubren desde los años 90 hasta el 2010. Es decir, alcanza hasta nuestros días. Aquí el espectador internacional reconocerá muchos de los éxitos de la escena británica y algunos que han sido importados a nuestras tablas, como “Arte” o “Los chicos de historia”.

1990 – 1999: fragmentación e impacto

El actor Simon Callow es el maestro de ceremonias que nos conduce a través de la aplicación y nos explica los hitos de este período.  Son los años de esplendor de los musicales, que se convierten en uno de los grandes atractivos turísticos de la ciudad de Londres. Pero más allá de este género, las artes escénicas británicas contribuyen, en su conjunto y diversidad, a reforzar la imagen de modernidad de las islas.

En cuanto a la dramaturgia, destaca una actitud que viene a conocerse como “in your face theatre”, y que se entiende como un teatro explícito y chocante. Las obras ofrecen un careo al espectador, le confrontan con temáticas o realidades sociales incómodas y perturbadoras. Como señala el crítico teatral Michael Billington, el espectador se siente intimidado por este tipo de obras cuya intención es mostrar el lado feo de la vida. Quizás por la radicalización de esta actitud, el propio Billington se congratula de que esta tendencia se haya mitigado en el teatro más actual.

Muchas de las obras radicales del período desarrollan una temática relacionada con el sexo, las drogas y la violencia. Esta radicalidad artística, como ocurre siempre, no es monopolio de las tablas. Irvine Welsh se estrenó como novelista de éxito con «Trainspotting» (1993). La estética de degradación social y moral que Danny Boyle supo reflejar magistralmente en la adaptación de la novela en el cine, tienen mucho que ver con esa actitud retadora de las obras del período. En el mundo de las artes visuales, son los  años de los jóvenes británicos. Damien Hirst expuso en la colectiva organizada por la Galería Saatchi en 1992 su icónico tiburón en formol, con título The Physical Impossibility of Death in the Mind of Someone Living: http://www.damienhirst.com/the-physical-impossibility-of. Literatura, cine, teatro, arte… todas las disciplinas reflejaron esa actitud joven y transgresora.

Continúan también en estos años las obras con referencias a la homosexualidad, con especial dedicación al Sida. Jude Law y Daniel Craig participan, cada uno por su lado, en algunas de las obras más reconocidas. Para un afamado crítico teatral londinense, es tal la profusión de producciones de temática gay que tilda el fenómeno como “plaga rosa”. La polémica, como es de imaginar, la puso en bandeja.

En renglón aparte merece la pena hablar de algunos bombazos escénicos. En 1997 Clive Owen interpretó “Closer” de Patrick Marber, obra que, a modo de cuadrilátero o danza, indaga en la atracción entre cuatro personajes. Es de sobra conocida la versión luego llevada al cine, en la que Owen comparte cartel con Julia Roberts, Jude Law y Natalie Portman.

El hito (y mito, casi) teatral del período lo marcó otra obra: “Art”, de la francesa Yasmina Reza. La producción original francesa fue adaptada a la escena británica gracias a Micheline Roquebrune (más conocida por ser la mujer de Sean Connery) que compró los derechos para la versión inglesa. Christopher Hampton fue el autor de la adaptación que incomodó en un primer momento a su autora. Reza no entendió la flema inglesa que había impregnado a su texto original. El caso es que ese primer montaje (con Albert Finney, Tom Courtenay y Ken Scott) marcó el principio de una dilatada e ininterrumpida temporada en cartel (1996-2001). Se instauró incluso la costumbre de ver a los distintos elencos actorales en sucesivas producciones de la obra. En Madrid, un importador escénico nato, Josep María Flotats, trajo “Arte” al Teatro Marquina. Con Pou, Hipólito y el propio Flotats, todos en su estado habitual de gracia,  se produjo el que fue el acontecimiento teatral madrileño durante un dilatado período. Como ocurrió en Londres, la obra ha sido repuesta con otros actores, y no es descartable que tenga aún nuevas vidas. Es, sin duda, caballo ganador.

Para terminar el repaso por la década, una breve referencia a una técnica que verá su continuación en el siguiente decenio, el “verbatim”. Con este título se conoce a una dramaturgia que apuesta por mantener el lenguaje en su estado salvaje, apegado totalmente a la realidad, sin censuras ni cortapisas. Para ello se vale de una reproducción exacta del lenguaje. Un ejemplo claro fueron las obras sobre procesos públicos de la época. A modo casi de documental, una compañía pionera en el género, Tricycle Theatre, llevó a escena testimonios reales prestados en comparecencias públicas en juzgados y comisiones. Los espectadores quedaron impactados con la veracidad de este tipo de obras hiperrealistas.

2000 – 2010: el momento actual

El crítico teatral Michael Billington resalta que el período se caracteriza por una redefinición de lo que se entiende por teatro. Una obra puede durar treinta minutos o siete horas. Puede tener dos o cien actores, sin que se altere la esencia teatral de la misma. Lo mismo ocurre con los espacios escénicos. Proliferan obras creadas para entornos específicos y se forman compañías virtuales e itinerantes sin teatro propio.

Desde el punto de vista de financiación, las artes escénicas reflejaron la tendencia económica global. El decenio comenzó con políticas de subvención por parte del Arts Council y finalizó con fuertes recortes.

En cuanto a temática, las mujeres adquieren un significado papel dentro de la escena, mientras que la rabia social de otras décadas vendrá protagonizada por dramaturgos de origen étnico.

La aplicación destaca varias obras con un común denominador: su rabiosa actualidad. Siguiendo los recursos utilizados por el “verbatim theatre”, David Hare ideó “The permanent way”, un drama sobre las consecuencias de cuatro accidentes ferroviarios ocurridos en la época en Gran Bretaña. Hare quiso suprimir la presencia autoral encomendando a los actores que recogieran testimonios reales de los afectados por los accidentes. El propósito de la compañía teatral, la Joint Stock Company, fue conquistar nuevos públicos, atraídos por la actualidad de los dramas.

Alejándose de técnicas hiperrealistas, pero sin abandonar la actualidad de los temas, otros autores convirtieron en obras dramáticas algunos acontecimientos de impacto en la sociedad. El despliegue de tropas en Irak a través del regimiento británico quedó reflejado en “Black Watch” de Gregory Burke. Los atentados terroristas de 2005 en Londres llevaron a Simon Stephens a escribir “Pornography”. En un tono musical más desenfadado, Lucy Prebble analizó el ascenso y caída de Enron, en la obra con el mismo nombre. Otra mujer, Laura Wade, retrató en “Posh” el monopolio de poder todavía ostentado por un altísimo círculo social (los llamados “oxbridges”, por proceder de las universidades de Oxford o Cambridge). “Posh” se estrenó inmediatamente antes de las elecciones de 2010, y muchos vieron en sus protagonistas un reflejo de la clase política actual, con David Cameron (procedente de Eton y Oxford) a la cabeza.

Comparando la escena británica del momento con la española, apena ver el escaso apoyo a una dramaturgia que apuesta por la denuncia o la simple plasmación de la realidad social. Ejemplos de este teatro en nuestro país han sido más marginales. Uno de ellos sería la obra de la compañía Animalario, “Alejandro y Ana: lo que España no pudo ver del banquete de boda de  la hija del presidente”, con título auto-explicativo. En la sala pequeña del Teatro Español se representó “La charca inútil” de David Desola una obra intensa y emocionante que alude veladamente a los atentados madrileños del 11-M. Hay más ejemplos, por supuesto.

Han sido (y son) las salas pequeñas y alternativas las que permiten la entrada a una dramaturgia más comprometida con el hecho español. La conclusión es que probablemente aprendamos mucho de la realidad contemporánea en cualquier drama de Miller o Mamet, autores asiduamente representados en las tablas de Madrid, pero para conocer los problemas sociales nuestros, los propios, hay que pasarse por Microteatro o por la Cuarta Pared.

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Unas últimas líneas para alabar la aplicación del V&A. Es profusa, fácil e interesantísima. Como sugerencia, se echa en falta mayor material audiovisual, quizás extractos de las propias obras.

Y finalmente una invitación a alguna institución emblemática de nuestro país para que se anime a producir una aplicación similar (si logra los fondos para ello…). Sería fantástico bucear por los mejores montajes del Teatro Español y del Centro Dramático Nacional. O que el Museo del Teatro en Almagro diera una panorámica de las producciones de los últimos decenios en nuestro país a través de medios digitales. Ahí queda, para quien quiera recoger el guante y pasar la gorra.

La clá

http://www.lacla.es

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Referencias:

Victoria and Albert Museum

http://www.vam.ac.uk/

itunes – Played in Britain: Modern Theatre in 100 Plays 1945 – 2010 2010https://itunes.apple.com/gb/app/played-in-britain-modern-theatre/id570182331?mt=8

Imágenes:

Portada de la aplicación y fotografías, por cortesía del Victoria and Albert Museum.