El Proceso. Teatro María Guerrero.

El director de escena Ernesto Caballero se atreve con una de las obras culmen de Franz Kafka, El proceso, novela escrita en el año 1925. Caballero dirige y adapta el texto kafkiano en una propuesta sobria y expresionista, que tiene un tono marcadamente operístico. Ha elegido para ello un cartel sólido de actores, encabezados por un maestro de las tablas, Carlos Hipólito.

La novela de Kafka cuenta la historia de Josef K., un gerente de banca que se levanta una mañana cualquiera y ve cómo es acusado por unos funcionarios de justicia en un proceso judicial. Empieza ahí una pesadilla para un hombre corriente que sufre una imputación sin causa ni detalle, sin explicaciones ni posible defensa. El escritor checo supo mostrar la impotencia del hombre moderno ante los engranajes de la Administración.

La historia es tan poderosa que tiene resonancias con algunos acontecimientos actuales. La acusación sin pruebas ni audiencia es, lamentablemente, portada de nuestros diarios. Masha Amini fue asesinada al ser detenida por la policía moral en Irán por el quebrantamiento de una norma religiosa. En nuestro país, las instituciones judiciales viven sus horas más bajas, con bloqueos en el Consejo General del Poder Judicial y, hasta hace muy poco, del Tribunal Constitucional. En redes y medios presenciamos la constante lapidación de personas investigadas, sin esperar al cierre del proceso judicial.

La adaptación y puesta en escena de Ernesto Caballero no crea lazos con esta actualidad, más allá de la reivindicación del propio clásico en épocas actuales. Se echa en falta ese punto de osadía que la interjección con los acontecimientos más recientes hubiera proporcionado, sin caer por ello en sentimentalismos o propuestas panfletarias. Caballero es un director versado y comedido y habría sabido llevar bien esa contemporaneidad.

La última vez que vi una obra de Kafka llevada a teatro fue con La metamorfosis de La fura dels Baus en el año 2006, también en el Centro Dramático Nacional. El personaje de Gregor Samsa, interpretado por Rubén Ametllé, no necesita convertirse en escarabajo. En una de las propuestas escénicas más poderosas que he visto de La fura. Samsa era un escarabajo porque su desolación, ansiedad y depresión le convertían precisamente en eso: en la percepción de ser un insecto inmundo incapaz de relacionarse.

Una propuesta actualizada de El Proceso podría haber dirigido sus pasos hacia un planteamiento similar. Saltar sobre el espacio y el tiempo hasta nuestros días. Ernesto Caballero ha querido, no obstante, anclarse en el existencialismo clásico que, desde una perspectiva distorsionadora, pinceló el propio Kafka. La propuesta puede ser acertada, siempre que parta de buenas elecciones.

Del lado técnico, la escenografía es de Monica Boromello, una de las artistas de escena más apabullantes que hay. La propuesta de Caballero tiene como pilar fundamental el arte de esta arquitecta que ha creado algunos de los espacios escénicos más sobresalientes de los últimos años. Con Boromello colaboró Ernesto Caballero en un espectáculo anterior, Esta noche se improvisa la comedia, una delicia escénica repleta de amor por el teatro y humor. Monica Boromello vuelve a demostrar por qué es una de las escenógrafas más prolíficas de los grandes teatros actuales. Esta versión de El Proceso descansa sobre un caleidoscopio expresionista que necesita, sin género de duda, una propuesta artística absoluta. Para ello, la artista italiana ha creado una doble altura funesta e inquietante, que captura el rigor de la burocracia judicial y que, al mismo tiempo, funciona con versatilidad en la transición de escenas. Sus cajas -tabernáculos sirven lo mismo de escritorio que de confesionario. Todo jugado en tonalidades negras y grisáceas, mezclando el expresionismo alemán con la sobriedad de algunos espectáculos operísticos de actualidad. En el apartado visual, esta producción El Proceso alcanza la excelencia.

Pese a la oportunidad de la propuesta escénica, el saber hacer habitual de Caballero se torna en este caso soso y sin gracia. Parte de errores de base, como es el de no haber apostado por un protagonista más excesivo y con mayor contundencia. Carlos Hipólito, como Caballero, se echa a la espalda lo que sea, pero Josef K. no es un personaje que le sea propicio. Le falta rabia o mayor perplejidad, le falta la treintena que debe ver el público. Una vida por delante que se pone en jaque por un proceso arbitrario e injusto. La treintena no tiene por qué ser una edad real para el actor, pero sí una actitud en la que sí imagino a muchos otros de nuestros grandes actores. Vaya por sentado que Hipólito es actor al que no se le conoce mal papel, y que su ejecución es siempre notoria, pero en este caso hay un desajuste con lo que el personaje requiere: fiereza, perplejidad y el bofetón de la injusticia reflejado en la cara.

Mayor encaje encuentran Felipe Ansola, Oliviga Baglivi, Jorge Basanta, Alberto Jiménez, Paco Ochoa, Ainhoa Santamaría y Juan Carlos Talavera. Distorsionados en gestualidad, como en una película de Murnau, el resto del elenco se convierten en personajes de pesadilla. La hábil caracterización de Sara Álvarez y el construido vestuario de Anna Tussell son aliados imprescindibles. Es en estos personajes en los que Ernesto Caballero ha vislumbrado un tono más operístico. Recuerdan a personajes wagnerianos, y encuentro incluso semejanzas con el lenguaje visual que propuso Carme Portaceli en L´enigma di Lea. Sobresalen Jorge Basanta en el histriónico papel de abogado, Olivia Baglivi en una interpretación tan angulosa como su físico, Paco Ochoa como juez y un tremendo Juan Carlos Talavera como inspector. Me gusta mucho de Caballero que es director de compañía, y repite con gran parte del elenco de su deliciosa comedia Esta noche se improvisa la comedia.

Puede que El Proceso no se eleve por su excesiva frialdad e intelectualismo, pero es un ejercicio técnico soberbio, con una escenografía y propuesta visual dignas de las grandes plazas operísticas.

La clá

http://www.lacla.es

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El Proceso. Teatro María Guerrero.

https://dramatico.mcu.es/

Duración aproximada: 1 hora y 35 minutos

Imágenes de Luz Soria.