
Retorna a las tablas madrileñas Lo nunca visto, espectáculo de la compañía La Estampida, para alegría de quienes nos la perdimos en su día. Vuelven, además, a un teatro que va como anillo al dedo a esta producción. El Teatro Infanta Isabel es una sala aterciopelada y coqueta, que haría las delicias de David Lynch. Las molduras decorativas tienen el mismo aire decadente que el maquillaje de la protagonista de Lo nunca visto, una bailarina que nunca fue buena, porque “las ganas no son el talento”. Belén Ponce León interpreta a esta mujer demasiado jirafa, dice, para resultar una bailarina elegante, lisiada y con ganas de revivir el tiempo perdido. Un turbante oculta su pelo, y la cara maquillada en blanco, con marcadas cejas y ojos, parecen la de una Alicia Alonso en su última etapa de diva. Al aparente glamour de la bata de cola, hay que añadirle camisón, chanclas y calcetines.
Sus alocuciones de entrada son repetitivas, de frases hechas, recurso que adora su autor, José Troncoso, conocedor de la fuerza y la energía vital que generan estos mantras con toque ceceante. Troncoso firma texto y dirección, y ha vuelto a crear una bijoux heredera de la España Negra (suyas son piezas en la misma órbita, Las princesas del Pacífico y Ferretería Esteban).
En las narraciones, los personajes, la estética y los recursos de José Troncoso encontramos ecos de La Zaranda, Valle Inclán, Goya y Juan Marsé, y aires internacionales, como los de Fellini y Baby Jane. Fácil sería caer en una estética hueca, pero la inteligencia de Troncoso consiste en dar vida a sus figurines, y arraigarlos a la tierra, ya sea sureña, coruñesa o castellana. Sus protagonistas, desgarradores y esperpénticos, no son meros fantoches, sino seres de enorme familiaridad, que se mueven bien entre refranes y estereotipos.
La bailarina, al filo de abandonar su vieja sala de baile, llama a sus antiguas alumnas para que celebren con ella un espectáculo de despedida. De las pequeñas de 8 años que poblaron una vez sus clases, sólo vienen dos. Una maruja rubia con altavoz sureño por voz (Alicia Rodríguez), que se presenta a la llamada con bolso vacío y a medio calzar. También lo hace Sofía, una yonki vestida con chaqueta de deporte pordiosera, falda deshilachada y riñonera. Y con unos piños negros como el carbón.
Los tres personajes son tan patéticos como entrañables. Belén Ponce de León le da porte a la ideóloga del despropósito, personaje que coreografía esta danza hacia la muerte, que es la historia sobre la vida de estas tres mujeres que representan la tragedia. Alicia Rodríguez, con su enorme poderío vocal, explota la vis cómica de su personaje, y entrampa al público hasta colocarle al borde de la emoción en una playa imaginaria. Ana Turpin regala uno de los mejores personajes yonkis que se han visto. Arropa a la drogadicta coruñesa de aires casi infantiles, para a continuación darle las dentelladas del mono y la agresividad de la vida en la calle.
José Troncoso ha imaginado una danza marcada al ritmo de tragicomedia sobre tres mujeres varadas. Lo nunca visto tiene la impronta de la compañía La Estampida, que son los aires de negrura grotesca del sur. Se suma el talento en mayúscula de tres enormes actrices. Está un mes en el Teatro Infanta Isabel, no me la perdería.
La clá
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Teatro Infanta Isabel
Teatro Infanta Isabel Madrid | Espacio Artístico
Duración aproximada: 75 minutos
Imagen Susana Martín, cortesía de La Estampida Teatro.
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