Erresuma / Kingdom / Reino. Naves del Español en Matadero.

ERRESUMA KINGDOM REINO EG CASTELLANO

Calixto Beitio ha desfragmentado al Shakespeare político y bélico que dibujó un retrato del poder en el relato dramatizado de los monarcas que se fueron sucediendo durante la Guerra de las Rosas. Beitio ha tomado fragmentos y sonoridades de Ricardo II, Enrique IV, Enrique V, Enrique VI y Ricardo III para montar un poliedro escénico de sabor shakespeariano.

Desde el arranque se nota que la propuesta se plantea desde la estética del teatro europeo más actual. El escenario, también diseñado por Beitio, es un cubo cerrado de paredes blancas, blanquísimas. En esta tendencia europea hay una influencia recíproca de muchos artistas que toman el lenguaje estético del director de cine Stanley Kubrick como punto de partida. El escenario se convierte en una sala quirúrgica que acabará salpicada de sangre, sudor y mierda. El blanco nuclear de los trajes de La naranja mecánica (1971) quedó asociado al lenguaje de la ultra violencia, y es ese mismo blanco, que ya había tomado tintes existencialistas en 2001: Odisea en el Espacio (1968), el que ha servido a creadores tan diversos como Needcompany, Angélica Liddell o el propio Beitio para crear la caja escénica sobre la que desarrollar un teatro al que le interesa ser violento. Y también políglota.

Shakespeare ofrece una coartada absoluta para este tipo de creación. La mayoría de sus piezas son sanguinarias, con traiciones que acaban con asesinatos perpetrados con nocturnidad y alevosía. Y, como siempre, con el poder eterno de los grandes parlamentos shakespearianos.

La desfragmentación de la última pieza teatral de Beitio, me lleva también a la desfragmentación de la crítica. Como conjunto, quiero decir, como obra escénica, no consigo ver la construcción completa, y me lleva a pensar si quizás haya que acercarse a este tipo de producciones también de una forma despiezada. Es en la deconstrucción de sus elementos donde sí se elevan algunos de los elementos que componen Erresuma / Kingdom / Reino.

Lo que no funciona. La sucesión de fragmentos shakespearianos. Todavía no he encontrado profundo interés en ver distintas obras de Shakespeare despiezadas y ensambladas. Ni en este Reino de Calixto Beitio ni en Billy´s Violence de Needcompany. Shakespeare ha sobrevivido todo este tiempo gracias a la acción de creadores contemporáneos que han sabido destilar su esencia y traerla a cada tiempo. Creo que un personaje o una acción pueden vivir independientemente, pero la simple yuxtaposición queda como ejercicio escénico, sin que alcance un sentido superior en sí mismo.

Tampoco comulgo con los excesos viscerales. Ser actor en el siglo XXI exige, sin duda, un compromiso férreo con lo corpóreo. Veo, cada vez más, en los actores de nuevas generaciones una exigencia atlética. Es cierto que el propio Laurence Olivier hablaba de la necesidad del intérprete de estar continuamente en forma. Desde luego, los directores más contemporáneos exigen a los equipos artísticos una carnalidad absoluta.

Beitio reclama también esa voluntad de exorcizarse en cuerpo y alma, pero a costa de caer en un exceso de sangre y tripas. Juntar distintos Shakespeare para convertirlos en Tito Andrónico, la más sanguinolenta de sus piezas, es estereotipar la visión moderna. Esa reacción buscada en el público, ese sentimiento de rechazo, indignación y repugnancia es, a momentos, pueril. Los espectadores somos los mismos que vemos guerras reales en la comodidad del sofá. El azote no se consigue a fuerza de micciones, vómitos y sangre. O no exclusivamente.

Lo que funciona, que es mucho. Un elenco poderosísimo, entregado al máximo, con Joseba Apaolaza, Lucía Astigarraga, Ylenia Baglietto, Ainhoa Etxebarria, Miren Gaztañaga, Iñaki Maruri, Koldo Olabarri, Lander Otaola, José María Pou, Eneko Sagardoy y Mitxel Santamarina. La primera escena se desarrolla en una mesa a la que se sientan todos los personajes. De nuevo, imagen muy europea, con ese rito de sentarse alrededor a parlamentar.  De ella salen los primeros personajes, sobre un fondo en el que se proyecta la Copa del Mundo de Inglaterra en 1966.

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Poderosísimo arranque el de Eneko Sagardoy. Sin calentamiento del público, sin contexto, ni referencia, sobre el suelo y con un cubo, Sagardoy atrapa con los parlamentos de Ricardo II que es un monarca ontológico, que se debate sobre el “ser” propio de la realeza. Los 20.000 hombres que otrora le alabasen, pasan por sus reflexiones. “Porque no hace un instante la sangre de veinte mil hombres triunfaba sobre mi rostro y ahora han huido”. Mirando hacia Génova no hay forma de no encontrar paralelismos. La condensación de los diálogos de Ricardo II en Sagardoy es, sin duda, uno de los fragmentos más poderosos y espeluznantes de Reino. Bien contrastado con la poda del limonero y la templanza de Iñaki Maruri, que desazona más que toda la sangre que vendrá después.

Le sucede, por orden temporal, otro de los pasajes más interesantes de la pieza. El interpretado por un Josep María Pou que sigue teniendo el trueno en su voz, sus ademanes y su mirada. Beitio le ha regalado los pasajes de un Falstaff clarividente, y Pou responde con altura y atrevimiento. Su desprecio al honor queda resonando en el aire. También la interjección personal, bien traída. Pou se enamoró de Falstaff siendo adolescente y, desde entonces, no le ha abandonado.

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Como camarada, encuentra Pou a otro actor sobresaliente, Lander Otaola, que interpreta a Enrique V con aires de niño malo, entre el Calígula de John Hurt (Yo, Claudio), el Álex de Malcom MacDowell (La naranja mecánica) y cualquier estrella del rock desfasada. Pongamos a un Tommy Lee. Pero en Otaola se adivina el registro de la tragedia, y su monarca deja un regusto de terror que sabe a poco.

Los pasajes de Juana de Arco y Enrique VI bajan en intensidad, pese al buen trabajo de los intérpretes. Beitio cabalga en este tercio montado en el exceso, y se produce la desconexión. Como versado director de escena sabe atraparla de nuevo en una interesante interpretación de Ricardo III que sirve, además, para cerrar planteamiento político. Miren Gaztañaga hace del monarca deforme, inacabado, mal trazado, que Shakespeare convirtió en símbolo del mal y de la crueldad absoluta. En un giro valiente y acertado, Calixto Beitio coloca el feminismo en pie de igualdad. Lo monstruos también pueden ser mujeres. La apatía es también una forma de crueldad, en la que el caballo anhelado por Ricardo no dista mucho del interés de la actual soberana británica por sus caballerizas y su fría mirada sobre el devenir de los tiempos. Miren Gaztañaga seduce con un relato en voz tenue y grave, que compite en violencia con un escenario empañado de vísceras y sangre.

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La propuesta de Reino de Beitio es actual y moderna, aunque caiga en los mismos excesos de otros creadores europeos de renombre. Descubre, para muchos, un elenco actoral de enorme calidad artística, y a un Pou que recita los bellos versos sobre las edades del hombre de As you like it.

La clá

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Imágenes de Enrique Moreno Esquibel, por cortesía del equipo de prensa.

www.morenoesquibel.com

Duración aproximada: 105 minutos.